Julia siempre ha sido una mujer de carácter fuerte, marcada por un pasado trágico que la dejó sin fe en el amor. Como hija de un CEO millonario, su vida está rodeada de lujos, pero también de heridas: su madre, destrozada por las infidelidades de su padre, terminó quitándose la vida. Ahora, su padre insiste en que Julia se case, organizando citas con hombres que él considera "adecuados". Pero Julia tiene un plan: sabotearlas todas.
Todo cambia una noche, cuando Julia, cansada de las manipulaciones de su padre, llega a una cita y, por error, se sienta en la mesa equivocada. Sin saberlo, su mordaz actitud y su lengua afilada despiertan el interés de un hombre que no es su cita: un peligroso mafioso acostumbrado a obtener lo que quiere. Fascinado por su audacia, él queda obsesionado con conquistarla, sin importar el costo.
Lo que comienza como un juego de poder y seducción pronto se convierte en una atracción incontrolable que arrastra
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capitulo 14
La noche había caído por completo, sumiendo el departamento de Adrián en un silencio pesado y acogedor. Julia aún se encontraba sentada en el sillón, rodeada por la atmósfera cálida y algo tensa que él había creado. La conversación que habían tenido sobre sus mundos, sus secretos y su futuro compartido seguía pesando sobre ella. Sin embargo, a pesar de la confusión y las preguntas que rondaban en su mente, había algo en la manera en que Adrián la había tratado esta noche que la hacía sentirse, por primera vez en mucho tiempo, protegida.
Adrián, tras mirarla por unos segundos en silencio, se levantó y se dirigió hacia la cocina. Sin palabras, comenzó a preparar algo de comida. Julia lo observó en silencio, sintiendo cómo sus pensamientos se calmaban un poco al ver la forma tranquila y eficiente en la que se movía. Era extraño pensar que el hombre peligroso que había conocido hace poco más de un mes, ahora estaba allí, cocinando en su cocina para ella, como si nada de lo que estuviera pasando fuera un riesgo.
—¿Tienes hambre? —preguntó él, volteando hacia ella con una sonrisa que, aunque no mostraba mucho, tenía un dejo de sinceridad.
Julia no respondió de inmediato, pero sus ojos se suavizaron. No estaba acostumbrada a que alguien se preocupara por ella de esa manera. Su padre solo se preocupaba por su obediencia, y su madre... bueno, su madre ya no estaba. Pero Adrián había mostrado un nivel de atención que no le era familiar, y por alguna razón, eso la conmovió.
—Un poco —respondió ella finalmente, levantándose del sillón. No tenía muchas ganas de comer, pero le dio un toque de normalidad a la situación. Un respiro entre todo el caos.
Adrián continuó cocinando en silencio, como si estuviera acostumbrado a la compañía sin necesidad de demasiadas palabras. Mientras él terminaba de preparar un plato sencillo, Julia se acomodó en una silla cercana, observando su entorno. La luz suave que provenía de las lámparas del techo le daba al lugar un aire acogedor, cálido, como si el peligro y los secretos de la vida de Adrián se disiparan, aunque solo fuera por un rato.
Finalmente, él sirvió dos platos, ambos con pasta fresca y una salsa que Julia no reconoció, pero que olía increíblemente bien.
—Aquí tienes —dijo, colocándole el plato frente a ella. Sus ojos brillaban con un destello de satisfacción al ver que ella aceptaba la comida sin rechazarla. Julia se sentó, mirando el plato por un momento antes de probar un bocado.
El sabor era sorprendentemente bueno, más delicioso de lo que había esperado. La textura de la pasta, la mezcla de hierbas y el toque de salsa... todo estaba perfecto. Julia no pudo evitar mirarlo de nuevo, esta vez con una ligera sonrisa en sus labios.
—No esperaba que fueras tan buen cocinero —comentó, probando otro bocado, sintiendo una pequeña chispa de bienestar que le recordaba que, aunque su vida estuviera llena de caos, a veces los momentos sencillos podían ser sorprendentes.
Adrián se recostó en el respaldo de la silla, observándola con una expresión tranquila. No dijo nada al principio, pero sus ojos, siempre vigilantes, se suavizaron un poco.
—Aprendí a cocinar por necesidad —respondió con una ligera sonrisa—. La vida no siempre es fácil, y a veces hay que saber hacer cosas que no te enseñan en las escuelas.
Julia asintió, entendiendo la indirecta. Ambos provenían de mundos difíciles, pero de maneras diferentes. Aunque él nunca había hablado de su vida anterior de forma directa, sus palabras siempre sugerían que había tenido que adaptarse y sobrevivir. Y ella... bueno, ella no necesitaba muchas explicaciones. Ya lo sabía. Podía ver en sus ojos que él era una persona que había aprendido a hacer lo que fuera necesario para protegerse.
La comida terminó en silencio, pero no era un silencio incómodo. Era un silencio lleno de comprensión, de dos personas que, aunque venían de mundos distintos, habían encontrado una forma de coexistir en ese pequeño espacio.
Después de cenar, Adrián le ofreció una taza de café, y ambos se acomodaron en el sofá. Julia se dejó caer en el cojín, agotada, y aunque su mente seguía procesando todos los eventos de las últimas horas, algo en su pecho se sentía un poco más ligero.
—Gracias —dijo ella después de un rato, mirando la taza en sus manos. Era una palabra simple, pero significaba mucho. No solo por la comida, sino por todo lo que él había hecho por ella en ese tiempo. Adrián no era como su padre, no era un hombre que la manipulaba o que la trataba como una pieza más de su vida. En su propio modo, él la cuidaba, la protegía, la entendía.
Adrián la observó por unos segundos y luego asintió. No necesitaba palabras para expresar lo que pensaba. Ella ya lo sabía. En su mundo, los gestos eran más elocuentes que cualquier palabra.
—Me alegra que lo hayas aceptado —dijo finalmente, su tono suave. Julia levantó la vista, y por un momento, se perdió en la intensidad de su mirada.
El cansancio la estaba alcanzando, pero no quería irse a dormir. No quería estar sola, especialmente después de todo lo que había ocurrido. Y Adrián, al parecer, entendía eso.
—Es tarde —comentó él, levantándose del sofá con una suavidad inusitada—. ¿Te gustaría dormir aquí? Sé que no es lo ideal, pero... no creo que quieras regresar a tu departamento a estas horas.
Julia lo miró con una mezcla de duda y gratitud. No estaba lista para volver a su vida anterior, no con su padre y su madrastra esperándola. Y la idea de dormir en la misma casa que Adrián, de alguna manera, le ofrecía una sensación de seguridad que no había tenido en mucho tiempo.
—Está bien —respondió ella, su voz suave y casi insegura. Aunque sabía que su vida no iba a ser fácil y que muchos problemas aún estaban por venir, por primera vez en mucho tiempo, se permitió dejarse llevar.
Adrián le sonrió, un gesto que no se veía muy seguido en él, pero que en ese momento, Julia lo percibió como una señal de que todo iría bien, al menos por esa noche.
—voy a prepar el sofá si prefieres tú duerme en la cama—ofreció, pero Julia negó con la cabeza.
—No. Prefiero dormir aquí, contigo —respondió, sin pensarlo demasiado. Algo en su voz denotaba un cansancio emocional, una necesidad de no sentirse sola.
Adrián asintió sin decir más. Fue a su habitación por un momento y regresó con una manta adicional, que extendió sobre el sofá.
Ambos se acomodaron, Adrián recostado detrás de Julia, y por primera vez en mucho tiempo, ella se dejó envolver por la calma que él le ofrecía. El roce de su cuerpo contra el suyo le proporcionaba una sensación cálida y reconfortante.
Julia cerró los ojos, sin miedo, sin más preguntas. Estaba ahí, con él, y por un rato, no importaba lo que el futuro les deparara.
o quizá se refiere a eilana o como se llame 🤔