Erika: Heredera De La Mafia

—¿Qué... qué está pasando? —preguntó Érika con voz débil.

Alejandro suspiró y le ofreció un vaso de agua que estaba sobre una pequeña mesa junto a la cama. Ella bebió lentamente, tratando de calmarse.

—Te encontré en un estado crítico, herida y desmayada en un almacén muy lejos de tu casa. Tu viejo me pidió que te cuide, no sé qué pasó con él, no pude comunicarme más —explicó Alejandro—. Te traje acá, no sé qué pasa pero parece que tu hermano y el comisario te quisieron matar.

Erika intentó procesar lo que estaba escuchando. Su mente volvía a los momentos antes de perder el conocimiento, la muerte de su padre, las palabras de Javier, y todo lo que estaba sucediendo.

—Mi papá está muerto, alguien lo mató —dijo con su voz quebrándose—. ¿Vos quién sos? ¿Trabajabas para mi papá? —preguntó casi entre lágrimas.

Alejandro tragó saliva. Al final estaba en lo cierto: Roberto estaba muerto, y ahora, como un acto de lealtad, él era el encargado de proteger a su querida hija.

—Ya te dije mi nombre, soy hijo de Carlos, el mano derecha de tu viejo. Es lógico que no sepas nada, tu viejo nunca les reveló ni a vos ni a tu mamá sobre sus negocios —dijo Alejandro, hablando seriamente con Érika.

—No puedo creer que mi papá fuera un mafioso, no tiene sentido. ¿Y por qué Javier querría matarme? ¿Y el comisario también? —preguntaba Erika, llena de dudas en su mirada.

—Mirá, hay tiempo para explicarte todo, lo importante ahora es que te recuperes y poder comunicarnos con la gente de tu viejo. Necesitamos ayuda, pero dudo de la policía. Tu viejo me pidió protegerte y eso voy a hacer. Javier y el comisario intentaron matarte, la verdad no entiendo el por qué —dijo Alejandro, preocupado por la situación.

Erika sintió una mezcla de miedo y alivio. Había alguien dispuesto a ayudarla, pero la situación era más grave de lo que había imaginado.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó, tratando de mantenerse firme.

—Primero, necesitas recuperarte. Acá vas a estar a salvo, al menos por el momento. Pero vamos a tener que irnos de la ciudad, no tengo mucha información y no podemos confiar en nadie —contestó Alejandro, mirándola con preocupación al ver su herida

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...La lluvia por fin había parado, terminando una tormenta para dar inicio a otra aún peor…...

Mientras todo transcurría a la vez, los rusos llegaban al almacén abandonado, traían bebidas y sustancias, era día de festejos por la muerte de Roberto. Pero además debían incendiar el lugar para borrar toda posible huella.

Uno de los oficiales advirtió a los rusos que Javier seguía vivo, y además que las balas encontradas en Roberto eran una de calibre 38 especial, y otras de un arma policial. Era claro que Valdez estaba detrás de todo, pero todos los policías implicados eran corruptos, unos más que otros. Si era necesario, Valdez se volvería el chivo expiatorio de ellos.

—¿Así que la policía, mejor dicho, el comisario, está de lado del hijo de Vincenzo? —preguntó Boris, sonriendo despreocupado.

— Eso dicen, pero, es un solo policía. Nosotros tenemos a todo el departamento policial de nuestro lado—dijo Ivan, serio mirando hacia algo que llamaba su atención.

De pronto todos notaron lo mismo, las huellas afuera, no eran suyas, también había otras huellas de neumáticos.

—¡Aqui hay huellas de al menos 3 personas! ¡Y estás de aquí son huellas de botas de policía! —exclamó Dimitri, siguiendo los rastros que veía a su paso.

—Parece que alguien estuvo aqui, hay que revisar dentro —respondió Boris, frunciendo el ceño mientras examinaba las huellas de neumáticos y zapatos dispersas afuera del almacén.

Al entrar, vieron que el cuerpo de Samanta estaba descubierto y había manchas de sangre fresca en el suelo.

—¿Qué hacían aquí? —Ivan se agachó para mirar más de cerca las huellas de sangre—. Esto no es solo una visita casual.

Boris se inclinó para tocar la sangre con sus dedos, llevándolos luego a la nariz para sentir su olor —. Sangré fresca. Ejecutaron a alguien y se llevaron el cuerpo —continuó, mientras veía las gotas de sangre que llegaban hasta la entrada.

— Aquí sucedió algo interesante —añadió Dimitri, observando las diferentes huellas —. Esas huellas de botas de policía ¿podría ser el comisario ese?

— Es el único que no responde a nosotros, definitivamente son de el —Ivan se acercó a una de las marcas de zapatos—. Y estás huellas de aquí deben ser de Javier. Pero las otras no se de quién pueden ser.

—Traten de comunicarse con ese tal Valdez, busquen lo que sea, pero que nos traiga a Javier, y también a Erika, ella es una pieza clave. Cuando tengan todo, eliminen a Valdez. Y ahora quemen este lugar, que no quede nada —ordenó Boris, con un tono frío y calculador.

—Entendido, tenemos todo listo para eso —respondió Ivan, sacando un encendedor de su bolsillo y llendo a buscar los tanques con gasolina.

Los rusos rociaron todo el lugar con combustible, asegurándose que todo se fuera a quemar sin dejar rastros, antes de eso, juntaron los casquillos del suelo, dejando el área lo más limpia posible. Entonces lo prendieron fuego y salieron de allí.

—¡Encuentren a Javier! ¡Debemos acabar pronto con esto, ya es demasiado tiempo en una simple misión! —dijo Boris, un poco enojado.