Me Muero Con Él

Capitulo 16 - Solo Por Él

—Alejandra, hija, entiendo tu pasión y tu determinación —dice, con un suspiró—. Pero me temo que no puedo arriesgar nuestra posición social por esto.

Siento que el corazón se me encoge al escuchar sus palabras. Después de todo lo que he luchado, ¿acaso no puede ver la importancia de lo que estoy intentando hacer?

—Papá, por favor, entiende —insisto, con desesperación—. Esta no es solo una cuestión de posición social. Se trata de cambiar la vida de alguien que lo merece.

Él me mira con una expresión conflictiva, y puedo ver que está sopesando mis palabras.

—Alejandra, sé que tus intenciones son genuinas —dice, con cautela—. Pero no puedo ignorar los riesgos que eso podría traer para nuestra familia.

Aprieto con fuerza sus manos, sintiendo que la frustración me domina.

—Papá, sé que temes por nuestra posición —le digo, con vehemencia—. Pero te juro que mi único interés es ayudar a Marcos a cumplir sus sueños.

Él me mira con una expresión pensativa, y puedo ver que está luchando consigo mismo.

—Alejandra, entiendo tu pasión —dice, con un suspiro—. Pero temo que tu cercanía a esa familia pueda poner en riesgo todo lo que hemos construido.

Siento que la desesperación me invade, y me aferro a sus brazos con fuerza.

—Papá, por favor, déjame quedarme —suplico, con lágrimas en los ojos—. Sé que puedo hacer la diferencia en la vida de Marcos.

Él me mira con una expresión conflictiva, y puedo ver que está sopesando mis palabras.

—Alejandra, hija, entiendo tu preocupación —dice, con cautela—. Pero no puedo ignorar los posibles riesgos que tu involucración podría traer.

Siento que la frustración me consume, y aprieto con fuerza sus manos, suplicando con desesperación.

—Papá, por favor, déjame intentarlo —imploro, sin poder contener las lágrimas—. Sé que puedo cambiar la vida de Marcos sin poner en riesgo nuestra posición.

Él me mira con una expresión pensativa y, por un momento, puedo ver que su resolución flaquea.

—Alejandra, entiendo tu pasión —dice, con un suspiro—. Pero temo que tu cercanía a esa familia pueda traer problemas para nosotros.

Siento que la frustración me domina, y me aferro a sus brazos con desesperación.

—Papá, por favor, confía en mí —suplico, con la voz quebrada—. Sé que puedo hacer la diferencia en la vida de Marcos sin poner en riesgo nuestra posición.

Él me mira con una expresión conflictiva, y puedo ver que está luchando consigo mismo.

—Alejandra, hija, entiendo tu determinación —dice, con cautela—. Pero no puedo ignorar los riesgos que tu involucración podría traer.

Siento que la desesperación me invade, y me aferro a sus manos con fuerza.

—Papá, por favor, déjame intentarlo —imploro, sin poder contener las lágrimas—. Sé que puedo cambiar la vida de Marcos sin poner en riesgo nuestra posición.

Él me mira con una expresión conflictiva y, por un momento, puedo ver que su resolución se tambalea.

—Alejandra, entiendo tu pasión —dice, con un suspiro—. Pero temo que tu cercanía a esa familia pueda traer problemas para nosotros.

Siento que la frustración me domina, y me aferro a sus brazos con desesperación.

—Papá, por favor, confía en mí —suplico, con la voz quebrada—. Sé que puedo hacer la diferencia en la vida de Marcos sin poner en riesgo nuestra posición.

Él me mira con una expresión pensativa y, por un momento, parece estar sopesando mis palabras.

—Alejandra, hija, entiendo tu determinación —dice, con cautela—. Pero no puedo ignorar los posibles riesgos que tu involucración podría traer.

Siento que la desesperación me invade, y me aferro a sus manos con fuerza.

—Papá, por favor, déjame intentarlo —imploro, sin poder contener las lágrimas—. Sé que puedo cambiar la vida de Marcos sin poner en riesgo nuestra posición.

Él me mira con una expresión conflictiva y, por un momento, puedo ver que su resolución se tambalea.

—Alejandra, entiendo tu pasión —dice, con un suspiro—. Pero temo que tu cercanía a esa familia pueda traer problemas para nosotros.

Siento que la frustración me consume, y me aferro a sus brazos con desesperación.

—Papá, por favor, confía en mí —suplico, con la voz quebrada—. Sé que puedo hacer la diferencia en la vida de Marcos sin poner en riesgo nuestra posición.

Él me mira con una expresión pensativa y, después de un largo silencio, finalmente habla.

—Alejandra, hija —dice, con voz grave—. Sé lo importante que esto es para ti, y entiendo tu pasión por ayudar a Marcos.

Siento que la esperanza renace en mi interior, y me aferro a sus palabras con desesperación.

—Papá, ¿acaso significa que...? —comienzo a decir, sin poder contener mi emoción.

Él me mira con una expresión seria y, con un suspiro, posa su mano sobre mi hombro.

—Alejandra, te dejaré quedarte —dice, con cautela—. Pero con una condición.

Siento que mi corazón late con fuerza, y asiento rápidamente, dispuesta a aceptar lo que sea con tal de poder seguir ayudando a Marcos.

—Papá, acepto lo que sea —digo, con determinación—. Haré lo que sea necesario.

Él me mira con una expresión grave y aprieta suavemente mi hombro.

—Alejandra, debes prometer que mantendrás un perfil bajo —dice, con firmeza—. No puedo permitir que tu cercanía a esa familia ponga en riesgo nuestra posición social.

Asiento con decisión, sintiendo que la emoción me embarga.

—Papá, te lo prometo —digo, con una sonrisa—. Haré todo lo que esté en mis manos para ayudar a Marcos, sin poner en riesgo nuestra familia.

Él me mira con una expresión conflictiva y, después de un momento, suspira profundamente.

—Está bien, Alejandra —dice, con cautela—. Puedes quedarte y seguir apoyando a Marcos. Pero debes ser extremadamente cuidadosa.

Siento que la alegría me inunda, y me aferro a él en un fuerte abrazo.

—Gracias, papá —susurro, con la voz entrecortada—. Te prometo que no te decepcionaré.

Él me devuelve el abrazo y, por un momento, puedo sentir la tensión abandonar su cuerpo.

—Más te vale, hija —dice, con una suave sonrisa—. Porque si algo sale mal, me temo que tendré que intervenir.