Nicolle Harrington es una chica recatada y conservadora, sumisa y dócil, o al menos para los hombres de su familia, quienes la tienen en una burbuja, pero fuera de casa es la espía más joven, despiadada y preparada de su organización. Es novia de un coronel llamado Massimo Moretti hace dos años y su amor no puede ser más bonito y perfecto; claro, él solo conoce su parte dulce y tierna.
Una enemiga de su madre regresará para cobrarse con ella mediante una traición que la aleja de su familia tras su supuesta muerte en frente de todos ellos.
Nicolle queda sin memoria durante dos años, sintiéndose perdida, y es encerrada como un animal en un infierno con recuerdos falsos, hasta que conoce a su nuevo amor, un mafioso, Aaron Rizzoli, que la ama como realmente ella es y no ese personaje que supo interpretar.
Su dilema será cuando recupere la memoria y deba elegir a uno de ellos; qué hará la pequeña Nicolle: se quedará con el amor bonito de Alessandro o elegirá la adrenalina de Aaron.
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A horas del caos
Nicolle toda bañada en sangre le hace reverencia al mafioso y este sonríe y aplaude. —Ve y cámbiate de ropa, luego regresa; hay más espectáculos por ver.
Nicolle asiente y se va a su baño; saca toda la sangre de su cuerpo mientras se talla muy fuerte; no le gusta matar por placer, pero era él o ella. La joven va al lavabo y se mira en el espejo mientras lo sostiene con sus dos manos. Suspira y lava su cara.
—Ya pronto estarás con tu familia, Nicolle, solo un poco más —se anima y termina de vestirse. Un jean azul oscuro y una camiseta blanca con unos tenis es lo que se coloca, y va de nuevo con el mafioso que la espera, esta vez con un hombre de traje gris que tiene un maletín abierto con varias inyecciones.
—Estoy de regreso, jefe —el mafioso asiente sonriendo al verla.
—Toma asiento, preciosa, ahora verás un nuevo y maravilloso invento —le hace una señal al sujeto del maletín y traen a uno de los hombres que estaban marcados; el sujeto grita y se retuerce, pide clemencia y piedad, pero no se la dan.
—Ya calla, tú también me traicionaste; eres mi maldito hermano y si te mato sería un dolor de cabeza. Observa al hombre del maletín de nuevo y le hace otra seña; esta vez el sujeto se acerca con la inyección preparada.
—¿Cómo te llamas? —pregunta furia.
_Vete a la mierda, Gerardo —Grita y furia se ríe.
—Hazlo —ordena, y le inyectan el líquido al sujeto; este grita, pues al parecer arde.
Nicolle observa la horrorosa escena, pero ni se inmuta. El hombre en la silla se desmaya y furia sonríe.
—Debería hacer efecto en veinte minutos —explica el hombre de traje.
—Marshal, si esto funciona, creeme que harás una pequeña fortuna —se rie el mafioso.
—Traigannos unos tragos; esperemos un momento la magia. Mas risas departe de furia.
—Es bueno para él, aunque yo prefiero matar a dar segundas oportunidades, pero para una esposa sería genial. La engaño hoy y mañana le doy tu droga —el desgraciado se sigue riendo y el hombre llamado Marshall se le une. Nicolle también se ríe, aunque le parece repugnante todo.
A la tercera ronda de tragos, los minutos se cumplen y el sujeto despierta; su cara es de miedo y hay sorpresa y confusión plasmada en su rostro.
—¿Donde estoy…? ¿Quienes son ustedes, por qué estoy amarrado, quién soy? —el hombre pregunta asustado; eso parece una película trillada.
—Eres Dan Korlov, mi hermano, te secuestraron y te acabo de salvar la vida, mira, ese hombre de allí fue. —El hombre le muestra al cadáver en el piso.
—¿Cómo se llama, señor? —le pregunta Marshall.
—Yo… No lo sé, ay, mi cabeza —dice y se retuerce, pues le duele.
—Lleven a mi hermano a su habitación y denle algo para el dolor. Ordena furia y se ríe una vez que están solos…
—Maravilloso… Esto es una bomba —su risa siniestra retumba.
—Lo quiero todo, con esto seré más poderoso aún. A la mercancía se les puede borrar la memoria y no sabrán más que lo que le digamos —la maldad brilla en su cara y los hombres se dan la mano para luego uno dar y otro recibir un maletín repleto de millones de dólares.
—Fue un verdadero placer hacer negocios contigo, Marshall —el hombre se despide y sale del lugar.
—Mira mi pequeña ira; ves todo lo que puede comprar el dinero, armas, mujeres, dignidades y a la mejor de las organizaciones de la ley; celebra mi pequeño saltamontes —sonríe mientras se sirven otros tragos.
Dos días después, furia recibe una llamada y se ve molesto, maldice y rompe un vaso estrellandolo contra el suelo.
—Maldita y sucia bastarda, la voy a matar ahora mismo —grita, pero la persona al otro lado de la línea lo calma.
—Debes mantener la calma, ya te he dado mucho, la droga fue mi descubrimiento, solo a ti te la dan a ese bajo precio, ahora haz algo por mí —pide Antonella en tono seductor.
—Aja, ¿y qué es lo que quieres entonces? —pregunta furia, ya que acaba de enterarse que la traidora es su adorada ira; el hombre hasta aprecio le tenía.
—Dejala ir, necesito que regrese con su familia, necesito que la descubras delante de todos y luego antes de darle un mensaje a la maldita de su madre la mates —el hombre procesa lo que dice.
—No quiero una muerte rápida para ella, quiero verla sufrir o tal vez… Que me haga ganar dinero es una perra peleando —propone el hombre.
—También lo pensé; haremos esto, dile a Sambo que le dispare; él sabe lo que hace, que no la mate, pero debe ser en la cabeza —comienza Antonella a explicar su retorcido plan.
—Les haremos creer que murió; nos llevaremos el cuerpo por un momento para luego prender en llamas otro con sus mismas características y luego… —sigue explicando la mujer.
—Y luego es toda tuya, drogala, hazla creer que es un perro de pelea y ya todos ganamos. Lia se va a querer morir y Nicholas la va a odiar. Termina riéndose.
—¿Qué ocurre, jefe, se encuentra bien? Nicolle aparece y él suspira para no matarla; esa idea le gusta mucho más.
—Nada, pequeña saltamontes, una perra que me quiso ver la cara, pero ya me encargaré de ella —Nicolle arruga su ceño y él vuelve a hablar.
—Una de mis amantes al parecer tiene otro; hoy mismo la mato… Pero eso no es importante; mejor alégrate, hoy te vas a casa, ya te he tenido días de más aquí, sé libre, pequeña, pero regresa —Nicolle sonríe.
—Así lo haré, no se preocupe —el hombre se ríe y le da la mano.
—Fue un placer haberte conocido, bonita, ahora andando antes de que me arrepienta —ambos se rien y él vuelve a su llamada mientras Nicolle prepara todas sus cosas y va directo a un avión rumbo a casa. Está feliz y, aunque debe averiguar qué sucede, necesita abrazar a su familia.
—Mamá, voy a casa, llego en unas horas, te amo —Nicolle avisa y Lia se alegra.
—Por fin, bebé, tenía un susto y un vacío en mi pecho; ya veo que no era nada. Aquí te estaremos esperando. — La llamada se corta y ella se relaja en su viaje.