Faltan once minutos para la media noche, Alejandra con el teléfono en mano espera ansiosamente que pasen esos sesenta segundos que la separan del "Hola" de su confidente desconocido. Con él puede ser ella misma, sin la máscara de estoica que desde su infancia se colocó.
Franco está en su habitación, ya ha escrito su acostumbrado Hola y cuenta regresivamente los 25 segundos para pulsar enviar. Él es un ser sensible sin saberlo, su oculta pasión por las artes lo llevó a ella, a esa mujer de la que no conoce ni su nombre, ni su rostro, ni su edad, pero que lo sensibiliza al extremo de sentir sus caricias en el alma.
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Veinticuatro
En medio de risas, la pareja entra a la habitación del hotel donde tienen la reservación para su noche de bodas, al abrir la puerta se encuentran con una decoración sobria, elegante y romántica. Decenas de velas encendidas iluminan el lugar, los pétalos de rosas rojas esparcidos en las blancas sábanas de seda y el aroma a jazmín que invade sus fosas nasales invitan al erotismo.
Franco coloca a su esposa de pie y la gira para desabotonar con parsimonia uno a uno los botones del vestido, a la vez que con sus dedos le da breves caricias en la espalda que le erizan totalmente la piel y su cuello es el destino de sus besos.
Alejandra se deja amar y se entrega íntegramente, pero el miedo se instala en su corazón. Haciendo un inventario de su vida, muy pocas veces se ha sentido tan plena; incluso cuando era niña trataba de no reir mucho, porque sentía que luego iba a llorar, pero desde que llegó Franco a ella, es la única sensación que prevalece, por eso teme que después de conocer el paraíso, sea lanzada por las circunstancias al infierno...
El roce de unos dedos sobre su rostro despierta al feliz canadiense, quien antes de abrir los ojos, su faz ya es adornada por una sonrisa, este es el primero de sus amaneceres con Alejandra como esposa y su mayor deseo es una larga vida juntos. De un movimiento rápido la toma por la nuca y le da a su mujer los buenos días con un apasionado beso.
Después de un desayuno americano y el infaltable café de Alejandra, se preparan para abordar el jet que los llevará hasta la isla hawaiana de Kauai.
Escogieron este destino por ser la isla que más alejada se encuentra de la costa de Estados Unidos y la menos visitada; ellos buscaron un lugar cálido e íntimo para disfrutar de su luna de miel, que será corta, pero piensan aprovechar al máximo.
Mientras la pareja se instala en la pequeña cabaña que los alojará por una semana en la paradisíaca isla, Belkis muy ansiosa, entrega a un reconocido laboratorista el frasco con un poco del té que Julieta le ofreció a Alejandra.
—Dame un par de horas y te tengo los resultados — dice tomando la muestra de sus manos, el hombre rubio y maduro de bata blanca, que fue recomendado por el jefe de planta en el periódico donde la chica trabaja.
Para matar esas dos horas y la ansiedad que la espera conlleva, llama a Reinaldo y acuerda encontrarse en un café cercano con él y así juntos, descubrir si el té era para ejecutar un atentado en contra de Alejandra y su bebé...
Antes de que transcurriera el tiempo estipulado, llega un mensaje del laboratorista al móvil de la muchacha.
—Vamos, parece que encontró algo — habla Belkis recogiendo su bolso y levantándose de la mesa de manera apresurada.
A pesar de estar a un par de cuadras del lugar, el camino a ella se le hace largo, tiene el presentimiento que algo muy malo contenía esa bebida.
Una vez en allí, el hombre los hace pasar a una oficina.
—Dime para quién era esa infusión — pregunta junto con cerrar la puerta. El hombre no es un laboratorista cualquiera, Erick Torres es un profesional cubano-americano con doctorado en bioquímica y especializaciones en herbolaria que en reiteradas oportunidades, ha colaborado con la policía a esclarecer casos en los que no hay causa aparente de muerte.
—Se lo dieron a una amiga, pero no la tomó— responde de forma atropellada temiendo lo peor.
—¿Esta amiga está embarazada?— Belkis asiente sin pestañear ni poder emitir sonido.
—Ñó— es el único sonido que emite.
—Doctor ¿Hay algo malo con ese té?— interroga curioso Reinaldo al ver su reacción, ya que su acompañante no habla. El rubio extiende el papel que ni siquiera se molestó en meter en un sobre y el fotógrafo lo toma.
—Como podrá ver la muestra contiene altas dosis de apiol, miristicina, además de otros componentes, todos de forma natural, es decir hierbas que pueden existir en cualquier cocina, pero que son emenagogos— hace una pausa estudiando la reacción de la pareja y ve en sus rostros que no están entendiendo nada —esto significa que son estimulantes del flujo de sangre en la zona pélvica y el útero— Belkis ya no puede contener las lágrimas en ver la maldad a la que se enfrenta su amiga —lo más grave es que sumado a esto también colocaron un anticoagulante, quien lo hizo quería asegurarse de no fallar.
—Doctor eso quiere decir que...—las palabras de la joven, que salen en un hilo de voz, quedan en el aire.
—Que su amiga no solo pudo perder a la criatura, si no también la vida, por eso les recomiendo que denuncien...
Los impresionantes paisajes selváticos de esta maravillosa isla de formación volcánica, se extienden a todo lo que da la vista de los recién casados, ellos siguen en su burbuja, sin imaginar que sus vidas pudieron ser trastocadas fatal e irreversiblemente.
—¿Dónde quieres ir primero?— pregunta Franco abrazado a su mujer, ambos con su ropa veraniega de lino y algodón blancos y debajo de estas, sus respectivos trajes de baño para no perder la oportunidad de meterse al mar.
— Quiero ir a Queens Bath— habla Alejandra haciendo una mueca infantil que a su esposo solo le produjo ternura.
—Como quiera mi reina la llevaré a su bañera— responde jocoso.
Una vez en el lugar llegan a la conclusión de que las descripciones no le hacen justicia a ese escenario, una piscina natural formada entre las rocas con aguas tan cristalinas que pueden apreciar a simple vista la fauna marina, a la vez que son rodeados por la exhuberante naturaleza selvática, el sol del verano hace resaltar los brillos de los diferentes verdes de la vegetación...
Belkis marca innumerables veces el teléfono de Alejandra y lo manda a buzón, prueba con el de Franco y obtiene el mismo resultado. Lo cierto es que la pareja decidió olvidarse del mundo esa semana y sus respectivos teléfonos móviles se encuentran confinados al fondo de una maleta.