En el antiguo jardín de la mansión, la mesa de té estaba meticulosamente dispuesta para dos, mientras el sol de la tarde bañaba el escenario con suavidad. El hombre, impecable en su apariencia pero distante en su mirada, apenas prestaba atención a la dama frente a él. Sus cabellos rubios danzaban con la brisa, pero su expresión reflejaba tristeza y resignación. Con voz serena pero cargada de pesar, ella deslizó un documento sobre la mesa, diciendo: "Espero que encuentre a alguien que lo ame en la medida en que usted no lo considere una molestia."
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Capitulo 16
La Marquesa, no soportando no saber que ocurrió con Edith , decidió confrontar al Marqués en su oficina. Al entrar, lo encontró sumido en pensamientos, pero al verla levantó la mirada con atención.
- Marquesa: ¿Qué has decidido con respecto a Edith?
El Marqués suspiró, todavía sintiendo el peso de la culpa en sus hombros.
- Marqués Everglen: He tomado la decisión de aceptar la ruptura del compromiso con el Duque. Buscaré un nuevo prometido para Edith.
La Marquesa frunció el ceño, molesta, preguntando por qué había tomado esa medida. El Marqués, con una pizca de irritación, le dijo.
- Marquesa: ¿Por qué has hecho eso?
- Marqués Everglen: El marquesado Everglen no es tan insignificante como para arrastrarse tras el Duque. Mi deber como Marqués de Everglen es proteger el orgullo y honor de nuestra familia, y justamente eso estoy haciendo.
La Marquesa, frustrada, argumentó.
-Marquesa: Pero ¿qué sentido tiene si al final será Edith a quien señalarán como culpable cuando la sociedad se entere de la ruptura? Eso significará que también señalarán a la familia Everglen.
El Marqués miró a su esposa con determinación, aunque parecía dudar de sus propias palabras.
- Marqués Everglen: Me encargaré de que eso no suceda. Haré todo lo que esté en mi poder para proteger el nombre de nuestra familia.
La Marquesa no pareció conforme con la decisión de su marido, y se retiró de la oficina con una expresión de disgusto. La tensión en la sala dejaba claro que la familia Everglen estaba en una encrucijada, con un futuro incierto que amenazaba con desgarrar aún más los lazos familiares.
Edith, una vez en la soledad de su habitación en la mansión Everglen, se sumió en un profundo dolor y angustia. Mientras miraba a su alrededor, las paredes familiares parecían cerrarse sobre ella, como si la propia mansión fuera un laberinto de recuerdos dolorosos.
Recordaba con claridad los días de su infancia, marcados por la indiferencia y el abandono de su familia. Siempre había vivido en la sombra de la tristeza, sintiéndose invisible y sin valor para aquellos que deberían haberla amado y protegido.
Cuando partió hacia el ducado Beaumont, llevaba consigo la esperanza de un nuevo comienzo, la promesa de un futuro lleno de amor y felicidad al lado del hombre que amaba. Sin embargo, esa ilusión se desvaneció como humo entre sus dedos cuando fue ignorada y rechazada por el Duque, el hombre que creía que cambiaría su destino.
Ahora, de vuelta en la mansión Everglen, se sentía atrapada en un ciclo interminable de dolor y sufrimiento. La tristeza la envolvía como una manta oscura, ahogándola en su frío abrazo, impidiéndole encontrar consuelo o esperanza en ningún lugar.
Edith se dejó caer pesadamente sobre su cama, sintiendo el agotamiento físico y emocional pesar sobre ella como una losa. Suspiró profundamente, dejando escapar todo el peso que llevaba dentro. Miró al techo con ojos cansados, sintiendo que cada fibra de su ser estaba agotada de luchar.
- Edith:Ya no puedo más.
Murmuró para sí misma en un susurro apenas audible. Las lágrimas brotaban nuevamente de sus ojos, pero esta vez no eran lágrimas de rabia o frustración, sino lágrimas de resignación y desesperanza.
- Edith: ¿Quizás esto es todo lo que merezco?
Pensó en voz baja, sintiendo cómo la tristeza envolvía su corazón con una fuerza implacable.
- Edith: ¿Es que acaso soy demasiado codiciosa por querer un poco de felicidad en mi vida? ¿Por querer un poco de cariño y comprensión?
Se sintió abrumada por la sensación de fracaso, por la cruel ironía de la vida que parecía empeñada en arrebatarle todo aquello por lo que había luchado.
- Edith:Me siento estúpida...
Se dijo a sí misma con voz temblorosa.
- Edith: [No entiendo por qué tengo que volver a pasar por esto. ¿Por qué debo vivir este dolor una y otra vez?]
Edith se envolvió en la oscuridad de su habitación, sintiendo cómo la angustia se apoderaba cada vez más de ella. El día había terminado, pero el tormento emocional que la atormentaba parecía no tener fin. En ese momento, se sintió completamente sola y desamparada, sin encontrar consuelo en ninguna parte.
Edith había considerado en más de una ocasión en el pasado y en ese momento, la posibilidad de huir de su familia y las decisiones impuestas sobre su futuro, pero Edith era lo suficientemente racional como para darse cuenta de que cada opción estaba marcada por barreras infranqueables.
Edith se encontraba atrapada en una red de limitaciones, una madeja de circunstancias que le impedían escapar de la jaula dorada que era su vida en la alta sociedad.
Siendo la prometida del Duque Beaumont, su rostro y nombre eran reconocidos en todo el reino. Aunque poseía habilidades como la administración, el bordado y la música entre otras, parecía facil obtener un trabajo en la sociedad, sin embargo, sabía que encontrar trabajo no sería tan sencillo. La sociedad noble, con sus rígidos códigos de honor, no se arriesgaría a dar empleo a una fugitiva noble, temiendo represalias y deshonra.
Incluso los burgueses, que podrían ser menos estrictos en sus principios, se mostrarían renuentes a contratar a alguien que llevase consigo el estigma de la fuga y que podría causarle problemas en sus aspiraciones con los nobles.Edith entendía que su estatus social y su pasado noble eran cadenas que la ataban a una realidad implacable.
La idea de huir a reinos vecinos tampoco era una opción viable. Las tensiones políticas entre los reinos y la posibilidad de ser capturada como una fugitiva podrían llevarla a consecuencias aún más graves. La nobleza y la realeza de otros territorios podrían considerarla una espía o una amenaza, y su destino podría ser la cárcel o incluso la ejecución.
Además de todo eso, su familia era una sombra constante que la perseguiría sin importar a dónde fuese. Sabía que él harían lo imposible por encontrarla, y cualquier intento de huida solo intensificaría su búsqueda.
Así, Edith se encontraba en una encrucijada sin salida aparente. La realidad de su situación era desgarradora, y aceptar las decisiones de su padre parecía la única opción para evitar mayores problemas y peligros. La jaula dorada se cerraba cada vez más, limitando las opciones de Edith y sumiéndola en una resignación forzada.
- Edith: simplemente aceptaré mi destino..
Y si es cierto que se dice que con la clase se nace y en algunas ocasiones se hace...¡Usted, francamente desertó de las dos!.🤨😒