«Si Tú No Existieras»

Empezó a llover. A medida que pasaban los minutos, la lluvia se hacía más intensa. Se escuchaban las cascadas con un sonido estruendoso. Sonaban las grandes olas del mar. Las luces de los relámpagos, se colaban por los agujeros de la choza, y aumentaba el frío.

Perla estaba sentada en la silla. La indiferencia de Dayhan la hacía pensar muchas cosas negativas.

— Anoche dijiste que iba a estar siempre pendiente de mí, y estás haciendo todo lo contrario.— le recordó.

— No hagas esto más difícil.— dijo él, con voz apagada.

— Es que no te entiendo. Me haces sentir mal con tu indiferencia. Únicamente estamos tú y yo.— expresó ella, con tristeza.

Ella se levantó y se dispuso a mirar hacia afuera por un pequeño agujero.

Dayhan respiró profundo, apretando sus mandíbulas. Volteó a mirarla. Ella parecía estar triste y tener frío. Se levantó y la abrazó por detrás.

—¿Qué haces?.— preguntó confundida, al sentir sus brazos rodeándola. Él la volteó hacia él, le empezó a acariciar las mejillas y hablarle despacio.

— Discúlpame. No quiero que te sientas mal por mi estupidez. En realidad, ni yo mismo puedo explicar lo que me pasa.

— No me gusta tu actitud. Te molesta por cualquier cosa.

— Soy un imbécil. Lo siento. Lo siento.— se disculpó el jovencito.

Dayhan se acercó más, juntó su frente a la de ella, mientras acariciaba sus mejillas con sutileza. Estar pegado a Perla, respirando su aliento, acariciando su suave piel, y escuchando su respiración, le provocó besarla. Quiso sentir sus labios, quería hacer el amor con ella. Ya no se podía seguir resistiendo.

Mirándola fijamente a los ojos, y agarrando sus mejillas, se acercó a su boca, y besó, lentamente. Estaba besando esos labios que tanto deseaba, pero que por respeto aguantó abstinencia.

Perla no lo podía creer. Al sentir sus labios junto a los de ella, no sabía qué hacer. Había deseado tantas veces que eso sucediera, que le pareció un sueño. Tanta era la emoción, que su cuerpo no reaccionó. Sentía una corriente por todo su ser. Dayhan le recorría sus labios con su suave lengua. Ella empezó a sentir una sensación en su parte íntima, que la incitaba a corresponder el beso.

Dayhan la besó con dulzura y delicadeza, pero sintió que era el momento de separarse de ella. No quería hacer algo sin su consentimiento. Estaba a punto de hacerlo cuando ella se aferró a su espalda, haciéndole saber que tenía que continuar.

Se empezaron a besar con pasión, ternura, y ganas de unir sus cuerpos en uno solo. Con necesidad de sentirse piel con piel. Eran dos cuerpos perdidos en el deseo y la lujuria. Dayhan poco a poco la llevó a la cama, dejándola acostada y él encima de ella. Perla moría de nervios, pero estaba segura de que quería estar con él.

Dayhan la besaba, y con una mano empezó a recorrer su cuerpo desde la rodilla, subiendo lentamente por su pierna. Deslizando su mano por debajo del poloche que ella traía puesto. Subió por su abdomen mientras le mordía suavemente el labio inferior, hasta llegar a uno de sus pechos duros, que encajaba perfectamente en su mano. Lo apretó con delicadeza, y ella dejó salir un gemido.

Perla estaba excitada, nerviosa, y muy tensa. Era virgen, esa iba a ser su primera vez. Dayhan no aguantó más, quiso poseerla. Se acomodó para dejarla totalmente desnuda, y empezar el acto sexual.

—No quiero que me veas desnuda.—dijo ruborizada.

Él sonrió mordiendo su labio inferior.

— Sé perfectamente lo que hay debajo de ese poloche.— dijo con picardía.

— ¿Cómo lo sabes?.— preguntó confundida.

—Tienes todo lo que tienen las demás.— explicó el chico. Eso era obvio, pero él la había visto varias veces totalmente desnuda.

—¡Mmm! Está bien, pero será a mi manera.— pidió la señorita. Él, con una sonrisa y muy excitado, asintió con la cabeza.

Ella se quitó el poloche, luego se cubrió con la sábana. Él se quitó lo que tenía puesto y se metió debajo de la sábana, quedando los dos totalmente desnudos uno encima del otro. Volvieron a retomar sus ardientes besos. Él empezó a besar su cuello y, se fue deslizando hacia abajo lentamente. Se deleitó en cada roce, y se dispuso a seguir bajando, pero ella lo detuvo.

— ¡Espera! Para, por favor.— pidió nerviosa.

Él subió de nuevo a sus labios, dejando besos y mordidas. Le dijo con una voz excitante: — Perdón, pero no me puedo detener. Lo que estoy sintiendo en este momento, es más fuerte que yo. Te necesito, Perla.

— Pero tengo que decirte algo. — expresó avergonzada. Él la calló con un beso.

Dayhan deslizó su mano lentamente hacia abajo. Estaba a punto de tocar su parte íntima, y ella apretó las piernas. Él le susurró al oído: —¡Relájate! Estás muy nerviosa, y te siento temblar. No te voy a lastimar. Solo quiero estar contigo.

Él no se imaginaba que sus nervios y sus temblores se debían a que era su primera vez, pero ella no sabía cómo decirle.

— Dayhan. — ella intentó hablar nuevamente, pero él selló sus labios con un beso. El adolescente poco a poco logró tocar su parte íntima, totalmente húmeda.

—Lo único que me interesa saber, ¡ya lo sé! Los dos deseamos esto. — dijo al sentirla húmeda y excitada. Pero lo único que ella quería decir era «soy virgen».

Dayhan ya no podía seguir aguantando más. Se colocó en posición para penetrarla. Quiso poseerla de una estocada. Hizo su primer intento fallido, luego lo volvió a intentar. ¡Momento!... Para su sorpresa, si quería saciar sus deseos carnales, tenía que romper la barrera.

Se dio cuenta de que aún era virgen y su corazón se aceleró. Se puso nervioso. Se quedó tranquilo. No quería hacer un movimiento brusco. Nunca había estado con una mujer virgen, y no la quería lastimar. Empezó a tener una guerra entre el sigue y el detente. Tal vez debería dejar que viviera esa experiencia con alguien más, con alguien a quien amara, alguien que fuera igual a ella, pero no se podía detener.