En un mundo donde el dolor y la traición se entrelazan, Gabriel ha vivido toda su vida con un solo propósito: vengar la muerte de sus padres, asesinados por una poderosa familia que se mueve en las sombras. Con un corazón marcado por la pérdida, Gabriel traza un plan meticuloso para infiltrarse en su enemigo. Pero lo que no anticipa es la conexión inesperada que formará con Valeria, una joven valiente y llena de vida, que se convierte en su cómplice involuntaria. Mientras Gabriel utiliza a Valeria como un peón en su juego de venganza, ambos se ven atrapados en una red de secretos y mentiras. La línea entre el amor y el odio se difumina, y Gabriel debe enfrentarse a la pregunta más difícil de todas: ¿puede el amor nacer del deseo de venganza? En un desenlace lleno de giros inesperados, “La mentira” te llevará a través de un viaje emocional donde la redención podría ser la única salida.
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Capítulo XIV Mi esposa
Finalmente, llegaron al castillo. Irene los estaba esperando, preocupada por ellos; se sentía culpable por haberlos animado a ir a la parte norte.
“Al fin llegan. Estaba muy preocupada por ustedes”, dijo Irene, caminando hasta Gabriel.
“Ayuda a Valeria, se siente mal, pero no quiere mi ayuda”, dijo Gabriel apenas vio a Irene.
Ella corrió para ayudar a Valeria. Apenas tocó su piel, descubrió que estaba hirviendo. Miró con reproche a Gabriel mientras la llevaba al interior del castillo.
“Esta niña está hirviendo. Necesitamos bajar la temperatura. Llévala en brazos a su habitación”, ordenó Irene en un tono fuerte, visiblemente molesta.
“Puedo llegar sola, no necesito ayu…”, Valeria no terminó de decir la oración cuando perdió el conocimiento. Gabriel la sujetó entre sus brazos y la llevó a su habitación, acostándola en la cama. Por su lado, Irene llegó con un kit de primeros auxilios, sacando algo de alcohol para que Valeria lo inhalara y pudiera recobrar la conciencia.
La medicina funcionó, pero aún tenía mucha fiebre, así que le pidió a Gabriel que la llevara al baño y la metiera en la regadera. Sin pensarlo dos veces, Gabriel la llevó a la ducha y se metió con ella hasta que su temperatura corporal se equilibrara. Una vez que Valeria recobró la conciencia y se dio cuenta de que estaba en la ducha con Gabriel, trató de empujarlo, pero él la tomó con fuerza, acercándola más a su cuerpo.
“Deja de pelear. Estás enferma y solo estoy tratando de ayudarte”, susurró Gabriel al oído de Valeria.
“No necesito tu ayuda; yo puedo sola”, respondió Valeria forcejeando para que Gabriel la soltara.
“Eres mi mujer; por lo tanto, es mi deber ayudarte”, contestó Gabriel con seriedad.
“Ja, ja, ja. Yo no soy nada tuyo. Ya obtuviste lo que querías; ahora déjame en paz”, las palabras de Valeria hicieron que el pecho de Gabriel doliera.
Gabriel tomó la barbilla de Valeria y la obligó a verlo directamente a los ojos. “Eres mi esposa y, por lo tanto, mi deber es cuidar de ti. Si estás molesta por algo, creo que lo mejor es hablarlo como el matrimonio que somos”.
Valeria lo miró con furia, pero en su interior, una tormenta de emociones la desgastaba. La fragancia del jabón y el agua caliente la envolvían, y aunque intentaba mantener su postura desafiante, había algo en la mirada de Gabriel que la hacía dudar.
“¿Matrimonio? ¿De verdad crees que todo se soluciona hablando? ¡Mira dónde estamos! ¡Estás aquí porque me arrastraste a esta locura del norte!” Valeria se sintió frustrada, pero al mismo tiempo, una parte de ella anhelaba esa conexión que habían tenido antes.
Gabriel no se dejó intimidar. “Lo sé, y estoy aquí porque me importas. No quiero perderte por un malentendido”. Sus ojos eran sinceros, llenos de preocupación y determinación. “Esto es más grande que nosotros dos; es sobre nuestra vida juntos”.
Valeria sintió un nudo en la garganta. “¿Y qué hay de tus promesas? ¿Qué hay de lo que dijiste sobre protegerme?” La ironía de sus propias palabras no se le escapó; ella misma había desafiado esas promesas.
“Las promesas no son fáciles de cumplir en tiempos difíciles”, admitió Gabriel suavemente. “Pero estoy aquí, Valeria. Estoy dispuesto a luchar por nosotros”.
Las palabras lo envolvieron todo; el agua seguía cayendo sobre ellos mientras Valeria reflexionaba. Su cuerpo aún ardía, pero el calor que sentía dentro era diferente: era confusión, vulnerabilidad y una chispa de cariño que ella había intentado ignorar.
“¿Y si no soy la persona que creías que era? ¿Y si te decepciono?”, dijo Valeria, su voz temblando.
“Eso no importa”, respondió Gabriel con firmeza. “Lo importante es que estemos juntos en esto. Siempre habrá maneras de superar los problemas si realmente queremos hacerlo”.
Finalmente, Valeria bajó la guardia. “Está bien... hablemos entonces”, murmuró con un suspiro resignado, sintiéndose más ligera al abrirse a él.
Gabriel sonrió suavemente y la abrazó con cuidado para no incomodarla más. “Empecemos desde el principio entonces. Dime qué te preocupa realmente”.
Mientras el agua seguía fluyendo, Valeria comenzó a contarle sobre sus miedos y dudas, liberando peso de su corazón mientras la conexión entre ellos se iba reconstruyendo lentamente en medio del vapor del baño.
Una vez la temperatura de Valeria bajo, ambos salieron del baño envueltos en toallas, Gabriel ayudó a Valeria a secar su cabello y buscó un pijama para ella y otro para él. Irene había llegado con una taza de sopa caliente y algunos analgésicos para el resfriado, Gabriel toma la bandeja y la puso frente a Valeria quien estaba acostada en su cama.
“Yo te ayudo a comer”, dijo Gabriel con cariño.
“No es necesario, yo puedo sola”, respondió Valeria sonrojada.
“Se que puedes sola, pero yo te quiero ayudar”, indicó Gabriel agarrando la cuchara llena del caldo y llevándola a la boca de Valeria quien sonrió ante el gesto.
Irene se retiró de la habitación dejando a la pareja solos, a pesar del resfriado de Valeria ella se sentía feliz al saber que ambos habían solucionado sus diferencias.
“¿Qué hago en tu habitación?”, pregunto Valeria una vez estuvieron solos.
“¿Donde más estaría mi esposa?, si no es en mi habitación”, respondió Gabriel sonriente.
Valeria se quedó pensativa ante las palabras de Gabriel, ella no terminaba de entenderlo, él era tan bipolar sus cambios de humor la tenía muy confundida.