La fe y la esperanza pueden cruzar las barreras del tiempo y del mismo amor , para mostrarnos que es posible ser felices , con la voluntad de Dios
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Capitulo 7 : “ Lazos de Celos y Proteccion”
Capítulo 7: Lazos de Celos y Protección
La noche era profunda y silenciosa en el palacio cuando la empleada, con los ojos llenos de una mezcla de dolor, obsesión y rabia, se deslizó hacia los aposentos del príncipe. Llevaba días observando cómo el joven noble parecía distante, y su rechazo reciente la había herido profundamente. Había decidido que si él no podía ser suyo, no sería de nadie más. Moviéndose con sigilo, depositó una pequeña caja sobre la cama del príncipe, en cuyo interior había traído una serpiente venenosa, oculta y letal. Con un último vistazo a la recámara, salió con el corazón latiendo aceleradamente, convencida de que el destino de él estaba sellado.
Sin embargo, en otro rincón del reino, en una cabaña humilde y apenas iluminada por la luz de una vela, la joven del mercado permanecía arrodillada, orando fervorosamente por el duque, a quien sentía en el fondo de su corazón que Dios le había puesto en su camino. Le pedía que lo protegiera, lo guiara y lo apartara de todo mal. Sabía que él pertenecía a un mundo diferente, pero sus oraciones brotaban sinceras, como una ofrenda silenciosa de su fe y su amor oculto.
Mientras tanto, en el castillo…
A primeras horas de la mañana, el príncipe despertó con la sensación de que alguien lo observaba. Se levantó con rapidez, y al voltear hacia la cama, notó la caja que alguien había dejado en su habitación. La abrió con cautela, y la serpiente venenosa, alertada por el movimiento, alzó su cabeza lista para atacar. Sin embargo, el duque, quien además de noble era un hábil guerrero, reaccionó rápidamente, logrando evitar la mordida y matando a la serpiente en un solo movimiento. Su corazón palpitaba con fuerza, reconociendo el peligro del que se había librado. Aquello no había sido un accidente; alguien lo quería muerto.
Los guardias y el personal del palacio se enteraron del intento de asesinato, y el rumor se extendió rápidamente por los pasillos. En la corte, los sirvientes murmuraban que alguien había intentado envenenarlo. Entre ellos, una dama de alta cuna, aquella misma que había humillado a la joven en el mercado, vio en esto una oportunidad. Con un plan en mente, esa noche se coló en los aposentos del príncipe, vistiendo una prenda de seda, delicada y reveladora, con la intención de seducirlo y ganar su favor mientras él estaba vulnerable. Pero el príncipe, aún con la mente atrapada en el recuerdo de aquella joven humilde y pura del mercado, la rechazó de inmediato, lo que la dejó humillada y furiosa.
El siguiente día en el mercado…
Al amanecer, el duque decidió ir en busca de la joven que habitaba sus pensamientos y quien, sin saberlo, había sido su protectora en sus oraciones. Tomó un par de monedas de oro como excusa, deseando ver su sonrisa una vez más. Llegó al mercado y la encontró fácilmente entre la multitud. Ella estaba de pie en su puesto de flores, hablando animadamente con un joven de su edad, un amigo de la infancia, y la escena de su risa y su cercanía con otro encendió en él una ola de celos que no esperaba sentir.
El príncipe caminó hacia ella con un porte noble, cuidando sus movimientos. Saludó al joven con una inclinación cortés, pero su mirada reflejaba una hostilidad silenciosa que hizo que el muchacho se retirara un poco, intimidado. Ella, por su parte, lo miró con sorpresa y emoción contenida, y se quedó en silencio al ver que él sacaba la pequeña bolsa de monedas de oro, la cual le extendió con una leve sonrisa de disculpa.
– Esto es para reparar el daño que causé el otro día. Quiero que no pases ninguna dificultad, y espero compensar el inconveniente que provoqué – dijo él, tratando de ser gentil y sincero.
Pero, aunque ella había esperado su presencia y una palabra amable, el gesto del dinero la hizo sentir una punzada de incomodidad. Con los ojos llenos de una mezcla de decepción y orgullo, le devolvió la bolsa.
– No necesito caridad, señor. Vivo de mi trabajo y de mis manos – respondió, su voz temblando con el peso de las emociones contenidas. – Aprecio su intención, pero mi vida no depende de una bolsa de oro.
Él se quedó mirándola en silencio, viendo cómo ella intentaba alejarse con dignidad. Sin pensarlo, la tomó suavemente del brazo, impidiendo que se marchara, y su tono se tornó más suave, cargado de una dulzura que no pudo evitar.
– Por favor… no es por lástima – dijo en voz baja, mirándola a los ojos. – No quiero que sufras ni que pases necesidades, de verdad deseo que estés bien. Perdóname si te ofendí.
Sus ojos se encontraron, y en ese instante parecía que el bullicio del mercado y las murmuraciones de la gente se desvanecían a su alrededor. Él no pudo evitar que su mirada descendiera hacia sus labios, pero se detuvo, sintiendo que sería inapropiado y que no quería ofenderla. Ella, por su parte, luchaba con el torrente de emociones en su interior, y aunque su corazón latía con fuerza, sabía que debía ser sensata.
– No puedo aceptar su ayuda… – dijo, con la voz apenas un susurro. Sabía que en ese momento era mejor alejarse. – No estamos destinados a estar juntos. Mi fe en Dios me ha enseñado a no desear lo que está fuera de mi alcance.
El príncipe se quedó sin palabras, viendo cómo ella se alejaba con pasos firmes, aunque su cuerpo le pedía no dejarla ir. Sin embargo, su corazón estaba envuelto en confusión y en una lucha interna que lo hacía cuestionarse su lugar en el mundo y las reglas que le habían enseñado a respetar. La imagen de ella, alejándose en medio de las flores y las luces del mercado, le dejó una sensación de vacío, pero también una determinación silenciosa: no dejaría que el destino o las barreras sociales decidieran el curso de su corazón.
Esa noche, ambos regresaron a sus respectivos hogares con sus pensamientos revueltos y una tristeza latente, mientras que en los pasillos oscuros del palacio, quienes conspiraban seguían planeando nuevas estrategias para separar sus vidas y evitar el amor que comenzaba a florecer en medio de la distancia y las diferencias.