Valentina Rossi. Lo tiene todo: belleza, fortuna y un apellido que pesa más que el oro. heredera de un imperio empresarial, su vida parece más bien un cuento de hadas.
hasta que las amenazas en contra de su familia la obligan a aceptar algo que jamás imaginó: un guardaespalda personal que la siga a todas partes.
El es Gabriel Duarte, un hombre frío, reservado con un pasado que prefiere mantener en silencio. Su deber es protegerla, mantenerla a distancia y no involucrarse. Pero el carácter rebelde de Valentina, sus intentos de sacarlo de control, un chispa peligrosa que surge cada vez que se miran, lo hace que la línea entre la seguridad y el deseo comience a desmoronarse.
Entre lujos, intrigas familiares y enemigos ocultos que acechan en la sombra, Valentina descubrirá que el peligro siempre la asecha.
¿Podrá un guardaespalda endurecido por la vida, y resistir la tentación de enamorarse de la qué juró proteger? ¿O cederá, aunque eso signifique arriesgarlo todo?
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frente a frente
-- No necesito pruebas materiales. Basta con mi voz. Basta con contar cómo manipulas, Cómo controlas, cómo te vales de mí como un trofeo social. Y si lo quieres saber, si, tengo documentos, cartas, grabaciones... en un lugar seguro. --
Los ojos de Catherine se endurecieron como un destello de alarma, aunque su rostro se mantuvo sereno.
-- Siempre tan melodramática Valentina. No entiendes lo que está en juego. Ese compromiso con Adrien podría garantizar tu futuro. --
-- ¿Mi futuro o el tuyo? -- Replicó Valentina con dureza. -- No te engañes, madre: lo que buscas no es mi bienestar, sino tu poder. Adrien es una pieza más a tu tablero. Y yo no voy a hacer la reina que se sacrifiques por tu conveniencia.
El aire se volvió más denso. Catherine se puso de pie con la gracia de una pantera. Sus tacones resonaron en el suelo de mármol mientras se acercaba lentamente a Valentina.
-- Crees que puedes enfrentarme a mí, no sabes lo que significa abrir esa puerta. Si me expones también caerás conmigo. La sociedad no perdona a una hija que destruye a su propia madre. --
Valentina sostuvo la mirada sin titubear.
-- Prefiero caer con la verdad que vivir eternamente bajo tu mentira. --
Hubo un instante en que ambas permanecieron frente a frente, como dos fuerzas opuestas a punto de desatar una tormenta. El tic tac del reloj era el único testigo.
Las palabras de Valentina no eran Un capricho. Detrás de ellas había años de heridas no cerradas. Recordó los bailes en los que su madre la exhibía como un trofeo, las miradas de los hombres influyentes a quienes Catherine le presentaba con descaro de interés, los silencios obligados. Cuando quería decidir por sí misma. Recordó aquella vez a los diecisiete cuándo les había confesado que quería estudiar música en Viena, y Catherine había respondido con una carcajada cruel: "no naciste para perderte entre notas musicales, sino para brillar entre diamantes"
Cada una de esas memorias alimentaba, ahora el fuego de su desafío.
--Ya no soy tu marioneta. -- continuó Valentina con voz firme. -- Y si quieres probarme, intenta forzarme a ese compromiso. Y te aseguro que no solo perderás. Tu reputación: perderás a tu hija, para siempre.
Las palabras quedaron suspendidas como cuchillos en el aire. Catherine se tensó, pero en lugar de explotar, dejó escapar una carcajada suave, helada. Qué erizó la piel de Valentina.
-- Valentina tan ingenua. No tienes idea de los enemigos que te rodean, lo que costó construir este imperio. Si me destruyes, ellos vendrán por ti. --
-- Entonces que vengan. -- contestó Valentina. -- Al menos sabrán que no soy cómplice de tus engaños. --
La conversación se volvió un duelo. Catherine apelaba al miedo, al deber, al sacrificio maternal como ella le llamaba. Y Valentina respondía con dignidad, con esa rabia acumulada que por fin encontraba salida.
-- Piensa en Adrien. -- insistió Catherine. -- ¿Qué dirá si lo rechazas de esta manera? --
-- Hablas de Adrien, de ese cobarde que salió corriendo la noche del ataque y me dejó sola. No le importó lo que pasara conmigo. Y así te atreves a mencionarlo todavía. --
-- Tú no entiendes, nada Valentina. Él tiene poder, conexiones. Unirnos a él significa blindarnos. --
-- Significa blindarte a ti, querrás decir. -- Corrigió Valentina.
El filo de su voz era tan punzante que Catherine, por primera vez, titubeó. Su mano tembló al tomar nuevamente el cigarro, y ese gesto no pasó desapercibido, para Valentina.
Valentín avanzó un paso más, borrando la distancia entre ambas. Sus ojos ardían como brasas.
--Tienes solo una opción, madre. Desiste del compromiso. Hazlo ver como un malentendido, como una exageración, invéntate lo que quieras, pero detente. Porque si no lo haces, mañana mismo estaré frente a los periodistas, revelando cada detalle de quién eres realmente. --
Catherine la miró un largo rato, evaluando cada palabra, cada expresión. Sabía que Valentina hablaba en serio. Había perdido la capacidad de dominarla por completo. Esa hija que había criado, para hacer una arma social. Se había convertido en su mayor amenaza.
El silencio fue interrumpido por el crujir del fuego de la chimenea Valentina se dio media vuelta, dispuesta a marcharse, antes de cruzar el umbral, lanzó la última estocada:
-- Recuerda, madre. Este no es un juego que puedes ganar con tus artimañas. Si me obligas, no solo caerás ante la prensa... caerás ante mí. --
Y después salió del salón, dejando atrás el perfume embriagador de Catherine y. El eco de una batalla que apenas comenzaba. Cuando Valentina desapareció, Catherine permaneció inmóvil, con la mirada fija en el ventanal donde la lluvia comenzaba a golpear los cristales. Su máscara de seguridad se desquebrajó por un instante. La idea de ser expuesta, de ver su nombre en los titulares no como la dama respetada sino como la manipuladora despiadada, la estremeció.
Sabía que Valentina tenía la fuerza necesaria, para hacerlo. La niña obediente se había ido; en su lugar estaba una mujer dispuesta a sacrificar todo con tal de no ser utilizada. Catherine cerró los ojos y apretó los puños. Quizás había subestimado el poder de su propia hija.
El eco de las palabras de Valentina aún resonaban en la mente de Catherine Rossi. Aquella noche en la mansión, Su hija le había dado una advertencia clara: sí insistía en ese compromiso con Adrien Beuamont, la expondría públicamente. Catherine, por primera vez en años, se había sentido acorralada. No podía permitir que Valentina cumpliera su amenaza. Tenía demasiado que perder.
La sociedad parisina, con sus cenas de gala, portada de revistas y fundaciones caritativas, no brillaría con buenos ojos para Catherine. Sí la verdad salía la luz. Y sin embargo, tampoco podía mostrarse débil ante Adrien. El joven heredero, con soporte aristocrático y su mirada de acero, era mucho más peligroso de lo que Valentina se podía imaginar.
Esa mañana, Catherine decidió enfrentarlo. No era una mujer que acostumbraba a retroceder, pero sí a elegir el terreno de la batalla. Cito Adrien en el salón de los espejos de su residencia privada, un espacio donde los muros dorados y los reflejos infinitos parecían multiplicar su poder.
El sonido de los neumáticos sobre la grava anunció la llegada del automóvil negro. Catherine lo esperaba con una copa de coñac en la mano, impacientemente vestida con un traje de satín azul medianoche que resaltaba la autoridad de soporte. Cuando Adrien entró, el silencio se tensó como un lazo que estaba a punto de romperse.
pero esa cancelación debe ser un hecho en la prensa directa
ahora valentina debe tener mucho más cuidado
con ese loco de Adrien
Entonces dale dónde más le duele a Gabriel 🤣 en el Orgullo. ☺️