Las aventuras de la princesa Bella Volt del Imperio de Oro de un gran mundo mágico.
El mundo mágico también incluye las novelas
1) Cambiaré tu historia
2) Una nueva vida para Lilith
3) La identidad secreta del duque
4) Revancha de época
5) Una asistente de otra vida
6) Ariadne una reencarnada diferente
7) Ahora soy una maga sanadora
8) La duquesa odia los clichés
9) Freya, renacida para luchar
10) Volver a vivir
11) Reviví para salvarte
12) Mi Héroe Malvado
13) Hazel elige ser feliz
14) Negocios con el destino
15) Las memorias de Arely
16) La Legión de las sombras y el Reesplandor del Chi
17) Quiero el divorcio
18) Una princesa sin fronteras
19) La noche inolvidable de la marquesa
20) Ni villana, ni santa
21) Salvando a mi Ernesto
** Todas novelas independientes **
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Confirmación
Ernesto no perdió tiempo… en cuanto Bella le confesó sus sospechas, él barón ordenó preparar un carruaje y envió un mensajero a toda prisa, para traer a la misma doctora que había atendido a su hermana Elysia meses atrás...
sabía que la princesa necesitaba certezas, no solo palabras de consuelo, y que esa mujer, con su experiencia y su discreción, era la persona indicada.
la doctora llegó al atardecer, cansada por el viaje… fue recibida directamente en la habitaci0n de la princesa, donde Ernesto permanecía nervioso, paseándose de un lado a otro, mientras Bella se sentaba en el borde de la cama, con las manos apretadas sobre el regazo.
Doctora: Su Alteza… ¿Desea que proceda a revisarla?
Bella asintió, con el corazón latiendo con fuerza. Ernesto estaba a su lado, tomándole la mano como si él también necesitara sostenerse de ella…
[siento que mi corazón late tan fuerte que se me va a salir del pecho]
El silencio llenó la habitación mientras la doctora realizaba su labor, con calma y profesionalismo. Bella cerró los ojos… intentando no dejarse dominar por el miedo…
Ernesto apenas respiraba, pendiente de cada movimiento, cada gesto de su novia…
finalmente, la doctora se incorporó con una leve sonrisa en los labios…
Doctora: Felicitaciones, su Alteza… no son solo sospechas… usted está embarazada…
Bella abrió los ojos, que brillaban con una mezcla de sorpresa, y un nuevo miedo que la atravesaba como una daga… Ernesto, en cambio, no pudo contenerse… apretó la mano de la princesa contra sus labios y dejó escapar una risa entrecortada, tan feliz que casi parecía un sol en medio de aquella tensión…
Ernesto: ¡Lo sabía! ¡Dios mío, Bella…!
La princesa sonrió débilmente, con el corazón encogido. el miedo a su padre seguía allí, pero no pudo evitar sentir también un calor profundo en el pecho al ver la felicidad tan pura en el rostro de Ernesto.
Bella: gracias, doctora…
La doctora inclinó la cabeza con respeto y se retiró, dejando a la pareja a solas. Ernesto se arrodilló frente a Bella, todavía sujetando su mano, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.
Ernesto: Prometo que voy a cuidarte, a ti y a nuestro hijo… pase lo que pase… seremos felices…
La habitación había quedado en silencio después de que la doctora se retiró… solo quedaban ellos dos, con la tenue luz de las velas reflejandose en las paredes y el eco suave de la noticia que aún flotaba en el aire…
Ernesto seguía arrodillado ante Bella… su mano cálida aferrando la de ella, como si no quisiera soltarla jamás… sus ojos, brillantes por la emoción, no dejaban de recorrer su rostro.
—Bella… —murmuró con ternura—. No tienes idea de lo feliz que soy... Un hijo… nuestro hijo… o hija jajaja
Ella tragó saliva, bajando la mirada… el temblor en sus labios delataba la lucha interna que llevaba dentro.
—yo también siento alegría, Ernesto —susurró—. Pero hay algo que no puedo ignorar… mi padre… si se entera de esto, no sé cómo reaccionará… yo es que…
El rostro de Ernesto se endureció un instante, pero no soltó su mano. al contrario, la sostuvo con más fuerza…
—¿Crees que me importa lo que diga Vitorio Volt? —preguntó con una seriedad que contrastaba con el brillo anterior—. Si tengo que enfrentarme a él, lo haré. No pienso dar un paso atrás cuando se trata de ti… ni de nuestro hijo…
Bella lo miró, sorprendida por la firmeza de sus palabras... Una parte de ella quería creerle sin reservas, otra aún recordaba la sombra imponente de su padre…
—No es tan sencillo, Ernesto —respondió con voz baja—. No es solo un hombre… es el emperador. puede arruinarte, destruirlo todo…
Él acarició suavemente su mejilla, obligándola a mirarlo a los ojos...
—Déjame intentarlo. —Su voz era firme, casi desafiante—. Porque mientras yo respire, luchare por estar a tu lado… Bella. ni siquiera tu padre… o el imperio de oro podrá separarnos…
Las lágrimas acudieron a los ojos de la princesa, no tanto por miedo ahora, sino por la calidez arrolladora que transmitía esa promesa. apoyó su frente contra la de Ernesto, sintiendo el refugio de su cercanía…
—Eres un insensato… —murmuró con una débil sonrisa—. pero un insensato al que amo con todo mi corazón…
Ernesto sonrió también, besando suavemente sus labi0s.
—Entonces somos dos —dijo, con esa ternura que la desarmaba—. Dos insensatos que se han encontrado.
Ella cerró los ojos, dejándose envolver por sus brazos, y por primera vez desde que aparecieron los síntomas, dejó que la felicidad se abriera paso por encima del miedo…
llegaron a la casa de los condes Greenville al atardecer… Ernesto, que hasta hacía poco caminaba inseguro y torpe entre los protocolos, iba con una resolución distinta… la voz baja, pero firme, la mirada fija en Bella, como quien sostiene un pacto silencioso... entraron al salon donde Elysia y Hans conversaban mientras sus hijos dormían tranquilamente… la habitación se enmudecio, cuando Ernesto, sin vacilar, se adelantó…
Ernesto: Quiero casarme con Bella
Elysia alzó la vista, sorprendida… y por un instante sus ojos recorrieron a Bella con ternura y después con curiosidad…. .
Elysia: ¿Por qué tan pronto, Ernesto?
Antes de que Ernesto pudiera explicar, Hans se puso en pie de un salto…su cara, ya de por sí dura,… se tensó en una mezcla de incredulidad y rabia contenida... la noticia cayó como una piedra en un estanque y las ondas fueron creciendo…
Hans no esperó a diplomacias. caminó un par de pasos hacia Ernesto y, clavándole los ojos, dijo en tono seco y casi agudo…
Hans: ¿Casarte.. con una princesa imperial? ¿Ahora? —hizo una pausa… y luego, con esa mezcla de sarcasmo y amenaza que siempre lo acompañaba
Hans: Estás muerto, cuñado. El emperador te va a matar. O Leandro. O incluso el tranquilo de Arturo. Estás muerto.
El salón quedó helado. Las palabras de Hans no eran una broma: sonaron como un veredicto... Ernesto contuvo el impulso de retroceder; la sangre le golpeó las sienes, pero su voz no flaqueó…
Ernesto: Si eso significa arriesgarme por ella, lo haré —respondió con firmeza. Su mano cerró la de Bella, como buscando apoyo y otorgándolo al mismo tiempo—…
Ernesto: No puedo seguir escondiendo lo que siento.
Bella sintió el peso de todo en su pecho: la declaración de amor de Ernesto, la advertencia brutal de Hans, y la sombra del padre que ella sabía que no perdonaría con facilidad. Miró a Elysia buscando un refugio; la condesa la observó con una mezcla de cansancio y una calma extraña.
Elysia: —Ernesto —… apoyando una mano temblorosa sobre la mesa—.si eso es lo que quieres, te apoyaremos… pero debes saber en qué te metes… no es solo la corte… es toda la maquinaria del imperio….
Hans: —No es un asunto que se pueda tomar a la ligera. hay que pensar en seguridad, en planes… no solo en promesas. Si vas a hacerlo, hazlo con los ojos abiertos.
Hans no suavizó la advertencia; su voz fue otra vez un filo:
Ernesto respiró hondo, con el pulso acelerado pero la resolución intacta.
Ernesto: —Lo sé —replicó—. Prefiero morir intentándolo que vivir con arrepentimiento. Y si el imperio quiere pelear, que lo haga. pero antes de que cualquiera tome una decisión por mí, quiero que sepan que esto es real…