Alessandra Ferrari, una mujer de 41 años, se casó joven en un matrimonio arreglado con Roberto Fiorucci para salvar su empresa. Aunque lo amaba profundamente, su vida de lujos y eventos sociales se desmorona tras la muerte de sus padres y la absorción de su empresa por Roberto.
En su cumpleaños, descubre la infidelidad de Roberto con una joven de 20 años. Desgarrada, enfrenta el divorcio y queda sin apoyo financiero, con la mansión como único refugio.
Su hija de 16 años se va con su padre, mientras que Alessandra queda con su hijo de 19 y su pequeña de 12. Roberto la deja sin nada y le cierra oportunidades cuando ella se niega a ser su amante.
Rechazada por su círculo social y enfrentando deudas, Alessandra deberá hacer lo que sea para sacar a sus hijos adelante hasta ir a trabajar a un antro de lujo de bailarina donde se cruza con el arrogante CEO jefe de su nuevo empleo, quien la mira tal como es y le ofrece un trato que les conviene a ambos, pero ella se niega a venderse.
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tragándose el orgullo
Alessandra no hallaba qué hacer; estaba desesperada. Tomó su auto y fijó su mirada en el camino, sus ojos rojos por tanto llanto. La decepción la había golpeado de nuevo. ¿De verdad amó por tanto tiempo a una basura?, se culpaba. Fue una ciega, no se dio cuenta de cómo era.
Muchas personas dicen que la culpa es de la mujer que no supo escoger, pero él era perfecto, jamás mostró señal; era padre y esposo ideal y es que así son las personas: actúan hasta que ya no tienen que ocultar nada y muestran sus colores y Roberto era una persona cruel y le estaba robando su color a ella misma.
El auto llegó hasta la empresa de Francesco. Ella bajó del auto con nervios; era lo último que había pensado que haría, pero era su hijo de quien se hablaba, era su vida la que estaba en peligro y prefería cualquier cosa antes que perderlo.
Subió por el ascensor, su pecho oprimido y su corazón acelerado; se tragaría su orgullo por la vida de Luca.
El ascensor se abrió y varios ojos la miraron; sus ojos estaban rojos, al igual que su nariz, su cabello despeinado. Tenía unos jeans y una camiseta; esa no era ella, aunque se veía como una bomba sexy.
Alessandra llegó directamente a la puerta de Francesco; nadie la detuvo, ni lo haría ese hombre. Hoy había estado peor que nunca: de ogro pasó a demonio.
Pasó sin tocar el grito al ver que se abría la puerta sin permiso, pero luego la vio.
“¿Quién demonios no sabe tocar la puerta?” Sus ojos chocaron con los de ella, la detalló rápidamente; algo le ocurría.
“Acepto su trato”. La cara de ella era un desastre; se veía que había llorado y jalado su cabello de desesperación.
“¿Qué?”, preguntó Francesco. Él sabía de qué ella hablaba, pero igual estaba preguntando.
“No se haga, acepto su proposición de anoche”. Él la observó y una sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro.
“Tan poco te duró el orgullo, que viene ahora el monólogo, de que no lo haces por gusto o…” comenzó todo arrogante y la mujer no aguantó y lo interrumpió para hablar ella.
Alessandra cubrió su cuota de paciencia y clase, colocó sus manos en el escritorio y lo miró fijamente.
“Óigame bien, no me importa lo que usted crea o no y no le diré ningún monólogo porque no me interesa lo que usted se imagine o no de mí. Si aún sigue su propuesta, la acepto, pero con una condición”. La cara de Francesco se pudo ver; sería que ya se había tardado en hablarle así, pero igual le encantaba.
“Acepto hacer lo que usted quiera, pero solo si ahora mismo me hace mi pago; no le voy a cobrar nada más”. Francesco la observó; esta mujer no era la misma de anoche, se estaba tragando sus palabras y orgullo, aunque seguía siendo altiva.
«¿Cuánto puede pedirme que dice que solo será un simple pago?», pensó él, ya que le pagaría mucho dinero por lo que ella iba a hacer.
“De acuerdo, igual debemos sentarnos y hablar de cómo será esto. Quiero hacer un contrato firmado de confidencialidad y un contrato de…” Lo interrumpió de nuevo.
“¿Qué parte de que acepto lo que me proponga no entiende? “Solo hágame mi pago ahora y deme aunque sea dos días y regresaré para cumplir sus deseos”. Ella ni sabía qué era lo que iba a hacer, pero se imaginaba que sería la zorra de Francesco.
Él se puso serio y se sentó derecho para verla a los ojos; allí se dio cuenta de que le ocurría algo.
"Que conste que vas a hacer lo que yo quiera". Ella asintió, con el orgullo por el suelo y con el miedo en el pecho de perder a su hijo.
“¿Cuánto necesitas?”, dijo Francesco sacando su chequera.
Alessandra buscó la factura que le dieron y la puso en el escritorio. Esto era solo para sanar sus fracturas y salvarlo; las cirugías estéticas, ella vería luego cómo las pagaría; vendería su casa, tal vez.
Eran dos facturas grapadas; una tenía el costo de las operaciones y la segunda tenía las cirugías estéticas.
Los ojos de Francesco se posaron en los de ella; no sabía a quién tenía enfermo, pero debía ser muy importante para ella como para tragarse su orgullo e ir hasta él.
La primera factura daba 120 000 euros; la siguiente daba 100 000 euros más. Francesco tomó su saco y caminó hacia la puerta mientras ella simplemente lo miraba.
“Vamos”, ella frunció su ceño.
“¿A dónde?”, preguntó sin entender.
“A esta clínica, acabas de aceptar hacer lo que yo quiera, pues si te pago serás mía y yo te pido que camines”. Ella no entendía nada, pero lo siguió.
Ambos salieron del lugar; todos los observaban con disimulo. Él tomó su auto y la hizo subir; luego le llevaría el de ella.
En el auto ella no aguantó.
“Por favor, ¿a dónde vamos? Si no llego, no comenzarán las cirugías”. Él la observó; ella estaba desesperada.
“Ya estamos llegando, cálmate”. Ella estaba desesperada.
“¿Por qué no me dio mi pago y ya piensa que voy a huir? Yo tengo palabra, señor Barbieri”. Él la observó de nuevo.
"Eres muy obstinada, te lo han dicho. Yo no estoy pensando en nada de eso; vamos a cancelar la cuenta y luego hablaremos de lo que harás”. Ella levantó su mentón.
"Que tenemos que hablar, usted quiere una puta y por eso está pagando, ¿no?" Él levantó su mirada y la vio.
"¿Qué hacías tú cuando trabajabas como dama de compañía?", le preguntó mientras manejaba.
“Que yo no trabajé de eso, carajo, solo bailaba”. Él siguió manejando; tenía sentido. Lo que dirían las damas de compañía que alguna vez usó era que eran para mostrar, aunque ellas se le lanzaban encima y terminaba ocurriendo de todo.
Estacionaron en la clínica y ambos bajaron; él fue directo a la recepción, pagó toda la cuenta y luego pidió hablar con el director, que era amigo de él.
Un hombre canoso de unos cincuenta y tantos años se le acercó.
“Francesco, amigo, ¡qué sorpresa! ¿Qué sucede? “¿Le ocurrió algo a tu mamá?” Él negó rápidamente: “No, aquí hay un paciente que tuvo un accidente en moto. Acabo de pagar, necesito que lo salven y quede muy bien; no lo querían atender por falta de dinero”.
El hombre se disculpó y enseguida el hospital entero estaba a la disposición de Luca; ese joven quedaría como nuevo.
Alessandra estaba asustada, sentada de un lado, llorando y rezando; él se le acercó y la miró.
“Esto va a durar un rato. “Podemos ir a hablar, por favor, vamos a la cafetería”, dijo y ella asintió. Tenía razón, le daría tiempo de hablar con él. Alessia salía en dos horas, pero tenía un transporte que la llevaba y allí la cuidaba la señora que ella había contratado para el servicio.
Ella limpió sus lágrimas y lo siguió; ya estaba atada a él, debía pagar su deuda y se había vendido, pero al menos fue por su hijo.
ESTUVO SENSACIONAL ESTE CAPITULO. QUIERO MAS , ME ENCANTA COMO RELATAS CADA PORCION DE AMOR.
WOWWWW\ QUIEN PUDIERA VOLVER EL TIEMPO ATRAS Y BUSCAR UN NENITO COMO ÉSE..😂😂😂😂😂😂😂 EN MI JUVENTUD, ERAN VOMUNACHOS NOMAS 😂😂😂😂😂😂😂😂😂❤️❤️❤️❤️❤️.