✨ EL DESEO POR RYLER Y LOS LOBOS ALFA ✨
"Cuando el deseo traspasa las barreras de la predestinación, no hay escapatoria. Aunque intentes resistirte, aunque el destino te obligue a huir, terminas cayendo... en sus brazos, en su poder, en su amor o en su condena."
"Soy Ryler Vaspieris, y así fue como conocí a los lobos Alfa.
Draven, Josh y Cauis... mis tesoros o mis verdugos."
🔥 Un amor prohibido, tres almas marcadas y un destino imposible de evitar.
🐺 ¿Hasta dónde llegarías por un deseo que lo consume todo?
➡️ ¿Te atreves a entrar en su mundo?
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Cap 14. Josh.
El comienzo
POV Ryler
—Yo, Draven Thornfire, Alfa Supremo de Eclipse Salvaje, te destierro, Ryler Vaspieris, para siempre y por siempre.
Sus palabras resuenan en mi mente, aún con los ojos bañados en lágrimas. Las puertas de Eclipse Salvaje se cierran tras de mí, dejándome frente a la inmensa autopista que señala mi camino.
Intento reaccionar, controlando las ganas de llorar. Estoy desnuda, cubierta solo por una sábana; el Alfa Supremo me arrastró por las calles como si fuera una maldita mujerzuela sorprendida en el lecho con otro hombre.
Miro mi maleta destrozada y las pocas prendas que quedaron. Tomo un par de zapatos, una sudadera y unos joggers para vestirme rápidamente.
Dejo tirada la sábana que me cubría y recojo las pocas pertenencias que "el Alfa" permitió que sacara.
Es un maldito cobarde. No puedo creer que el hombre del que me enamoré sea él.
Ya lo sabía, pero aun así quise apostar, y perdí.
Todo quedó allá, y con este destierro jamás podré regresar; de hacerlo, seré condenada a muerte.
Recojo mi maleta y comienzo a caminar. El sol empieza a salir, y sé que este camino será largo y doloroso.
El bosque es silencioso, pero no sereno. La tierra irregular y las ramas bajas dificultan cada paso, mientras el eco de mis pensamientos no da tregua.
Las palabras de Draven aún me atormentan: su rechazo, su desprecio... su condena.
No tomé la autopista. No podía arriesgarme a ser vista ni enfrentar preguntas incómodas. Necesitaba desaparecer, al menos por ahora.
El bosque, aunque hostil y oscuro, ofrecía el refugio que necesitaba para mi huida.
Avanzo con lentitud. El sol pronto se oculta tras las copas de los árboles. Camino sin rumbo fijo, con el estómago vacío y las piernas temblando por el esfuerzo.
Cae la noche, encuentro un claro donde me acurruco bajo la protección de un árbol. No hay nada que pueda usar como abrigo, y el frío cala mis huesos.
El hambre empieza a desgarrarme. Es el segundo día, y mis fuerzas disminuyen con cada paso, pero no me permitiré ceder. No hay marcha atrás.
El anochecer, me da la visión del pueblo más cercano y la motivación que necesito para continuar.
Mis pies sangran por el terreno accidentado, pero mi determinación no vacila.
Finalmente, llego al pueblo. Los sonidos del tráfico y las conversaciones humanas son un alivio tras el silencio opresivo del bosque.
Con mi poco dinero que me queda, tomo un autobús hacia un sitio conocido, luego otro, y después uno más, hasta que llego donde vivía con la señora Ágata.
La casa es pequeña pero acogedora, tal como la recordaba. Ágata no está, y agradezco por ello; no estoy lista para preguntas ni explicaciones.
Subo las escaleras hasta la habitación que una vez fue mía. Busco entre mis pertenencias y encuentro mi identificación, el dinero y las joyas que había guardado con esmero.
Respiro hondo. Es hora de partir. Necesito un nuevo comienzo, un lugar donde pueda criar a mi hijo lejos del caos del pasado.
Tomo un vuelo hacia una ciudad lejana, lejos de la manada, de Draven y de todo lo que me ata a esa vida.
Bajo del avión, y el bullicio de la ciudad humana me envuelve con un toque de alegría. Los humanos siempre han sido nobles, aunque ignoren nuestra existencia.
Me reciben con amabilidad, y esta vez no sería diferente. Aquí, entre ellos, comenzaré una nueva vida para mí y mi hijo.
Busco un apartamento modesto en un humilde edificio y pago algunos meses por adelantado. Necesito empleo; mi dinero no soportará todo el embarazo.
También debo retomar mis estudios. Me inscribo en un instituto y reporto mi embarazo para evitar inconvenientes a mitad de curso.
...⋆⋆⋆⋆...
Ha pasado un mes. Camino apresurada hacia mi cita con el obstetra; no sé exactamente cuántas semanas tengo.
—Pase por aquí, señorita Vaspieris —dice la secretaria.
Una enfermera me guía al consultorio, y la doctora me atiende con una sonrisa cálida.
—A ver, mamita, ¿cuántas semanas crees que tienes? —pregunta con amabilidad.
Cuando observa la pantalla, su expresión cambia a una mezcla de sorpresa y emoción.
—Tienes ocho semanas... y hay una sorpresa, mamita.
—¿Qué? —pregunto con aprensión. Odio las sorpresas.
—¿Escuchas? —La doctora sonríe—. Es otro martilleo. ¡Felicidades, son dos!
La noticia me cae como un balde de agua fría. ¿Qué haré con dos bebés y sola?
Mis ganas de llorar regresan, inevitables. La soledad, el embarazo, lo que Draven me hizo... todo me abruma.
De regreso a casa, doblo la esquina y choco contra un cuerpo fuerte y firme. Siento que voy a caer al suelo, pero me sorprendo cuando unos brazos me atrapan en el aire.
Levanto la mirada y, entre lágrimas, me disculpo:
—¡Lo siento!
Los ojos grises con destellos azules del hombre que me sostiene me observan con intensidad.
—No te preocupes —responde con una sonrisa amigable—. ¿Estás bien?
—Sí, si gracias —respondo aún aturdida.
—Soy Josh —se presenta, extendiendo su mano, cuando me ha ayudado a estabilizarme.
—Ryler.—respondo.
Intento irme, pero él toma mi mano suavemente.
—Preciosa, ¿te tomarías un café conmigo? —me pregunta con una mirada encantadora.
—Voy tarde, Josh. Otro día.
Me suelto de su agarre y regreso a casa, el solo me ve desaparecer entre la gente.
La semana avanza.
Me han contratado en una ferretería, y durante un turno llega Josh nuevamente.
Algo que me sorprende.
—Buenas tardes, señorita Ryler —saluda con familiaridad.
—Josh, ¿qué haces aquí?
—Necesito algunos materiales.
Tras atenderlo, su lista concuerda con algún arreglo doméstico.
—Serían 1,050 dólares —le informo.
Él sonríe y paga sin problemas.
—Chiquita, ¿Cuándo te tomarás ese café conmigo? Me tienes esperándote. —insiste, con su tono coqueto.
Josh es encantador, guapo pero tengo miedo acabo de pasar por la peor experiencia de mi vida, y estoy sola, bueno no tanto ahora tengo un par de chiquitines polizones en mi vientre.
El toma mi mano, sacándome de mi ensimismamiento.
—Ryler, sé que te pasa algo; lo veo en tus ojos. Déjame conocerte...
Niego con la cabeza y llevo instintivamente mi mano al vientre, no se nota aún, bueno solo desnuda.
—No deberías, Josh. Eres un lobo y...
—Sí, soy un lobo —me interrumpe—. Pero quiero ser el padre de ese bebé, chiquita lo estoy sintiendo solo que aún no lo compruebo.
Sonrio, no se que tiene Josh que me da esa sensación de seguridad, de tranquilidad..
—¿ Como dices?— me sorprende, como sabe de mi..
—¿Puedes sentir a mi bebé? ¿Cómo? —pregunto incrédula.
Él sonríe, y aunque me asusta lo rápido que avanza, Josh tiene algo que me atrae... y eso también me da miedo.
— Son dos, recuerda soy un lobo he oído sus corazoncitos... Hueles muy bien mi Chiquita hermosa. —
Su declaración me deja sin palabras. Aunque todavía tengo miedo, hay algo en él que me hace sentir segura. ¿Podría realmente confiar en otro lobo?
...⋆⋆⋆✾ ⋆✪⋆ ✾ ⋆⋆⋆...
a la fuerzas