Renace con una nueva oportunidad para ser feliz, amando a los caballos como en cada vida...
El mundo mágico también incluye las novelas
1) Cambiaré tu historia
2) Una nueva vida para Lilith
3) La identidad secreta del duque
4) Revancha de época
5) Una asistente de otra vida
6) Ariadne una reencarnada diferente
7) Ahora soy una maga sanadora
8) La duquesa odia los clichés
9) Freya, renacida para luchar
10) Volver a vivir
11) Reviví para salvarte
12) Mi Héroe Malvado
13) Hazel elige ser feliz
14) Negocios con el destino
15) Las memorias de Arely
16) La Legión de las sombras y el Reesplandor del Chi
17) Quiero el divorcio
18) Una princesa sin fronteras
19) La noche inolvidable de la marquesa
20) Ni villana, ni santa
21) Salvando a mi Ernesto
22) Cartas para una princesa
23) Ya te olvidé
24) Dulce Prisión
25)Secretos de una poción
26) La venganza de Leia
27) Recuerdos de mi futuro
28) Una esposa para el príncipe maldito
29) Una madrastra reencarnada
** Todas novelas independ
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Informes
El príncipe Emmet Dunwich, una vez que Antony abandonó el palacio, permaneció de pie en medio del salón vacío. El silencio era absoluto, tan frío como el mármol que lo rodeaba.
Y en ese silencio, una idea comenzó a formarse en su mente, primero tenue… luego firme… finalmente inevitable.
[Si Antony no cuida de ella… alguien debe hacerlo.]
Era absurdo. Irracional. No propio de un príncipe educado en disciplina y lógica.
Pero cuanto más intentaba alejar ese pensamiento, más fuerte volvía.
La idea de Astrid riendo con otros…
Galopando junto a otro hombre…
Recibiendo atenciones que no eran las suyas…
Todo eso encendía una furia silenciosa que no podía admitir siquiera ante su reflejo.
Esa noche, Emmet se reunió con su capitán personal, un mago de la corte y dirigente de la unidad de inteligencia.
El salón estaba a oscuras, iluminado solo por la luz de una lámpara de aceite..
Capitán: Alteza, ¿para qué me ha convocado tan tarde?
El príncipe se mantenia firme, impecable, pero su mirada era más fria que nunca.
Emmet: Tengo una misión confidencial. No debe quedar registrada en ningún archivo del palacio.
El capitán se inclinó.. entendía el peso de esas palabras.
Capitán: Diga la orden.
Emmet inhaló profundamente, como si con ello intentara poner logica a su locura.
Emmet: Necesito un equipo de rastreo. Magos sensoriales. Personas capaces de desplazarse sin ser detectadas.. Y que puedan enviar información diaria… sobre alguien.
El capitán no hizo preguntas indebidas, pero la sorpresa le cruzó el rostro.
Capitán: ¿Sobre quién, Alteza?
Hubo un silencio intenso.
Emmet cerró los ojos un instante, como si aquello fuera difícil de pronunciar.
Emmet: Sobre Astrid Huxley.
El capitán parpadeó, sorprendido.
Capitán: ¿La hermana del joven duque?
Emmet: No cuestiones. Solo cumple.
El capitán se inclinó profundamente y desapareció como una sombra.
Dias despues los informes llegaban cada mañana, sellados bajo magia para que solo el príncipe pudiera leerlos.
Y Emmet, quien deberia dedicarse a asuntos del reino, terminaba rompiendo primero esos sellos antes que cualquier otro documento.
“La señorita Astrid entrenó dos horas esta mañana.”
“Pasó la tarde diseñando la montura. Parecía muy concentrada.”
“Visitó los establos. Rió con los sirvientes.”
“Montó a su caballo Valiant hasta el río.”
“Tuvo pequeños pretendientes que intentaron seguirla.”
Cada línea, cada palabra, alimentaba algo oscuro en él.
Una necesidad.
Un deseo.
Una obsesión que no terminaba de aceptar.
[¿Pretendientes? …Insensatos. Ninguno es digno.]
Cada día se decía a sí mismo que era protección.
Un acto de vigilancia.
Un deber moral hacia la hermana de su amigo.
Pero en su interior, una verdad más cruda tomaba forma..
No era protección.
Era posesividad.
Y cuanto más veía su nombre en los informes,
cuanto más leía sobre su risa, su independencia y su vida…
más la imaginaba,
más la deseaba,
más la quería cerca…
y más peligroso se volvía su propio corazón.
[¿Por qué no puedo sacarte de mi mente… Astrid?]
Las semanas siguientes transcurrieron con la misma rutina secreta.. informes diarios, sellos mágicos, madrugadas silenciosas donde el príncipe Emmet leía primero el nombre de Astrid antes de siquiera pensar en las obligaciones del reino..
Pero pronto algo llamó su atención.
Una palabra.. un nombre.. que empezaba a repetirse demasiado seguido.
“Frank.”
Al principio lo pasó por alto.
Quizá un sirviente. Quizá algún invitado ocasional.
Pero después de ver el mismo nombre tres, cuatro, cinco veces…
el príncipe comenzó a tensar la mandíbula cada vez que aparecía.
“Frank visitó a la señorita Astrid.”
“La acompañó al jardín.”
“Se ofreció a ayudarla con la montura.”
“Intentó competir a caballo para impresionarla.”
En el informe más reciente, la frase final fue la que disparó su mal humor..
“El joven barón Frank Demont muestra un interés evidente hacia la señorita Astrid.”
Emmet cerró los ojos lentamente.
Respiró.
Intentó contenerse..
Y falló.
Los cristales decorativos en su escritorio comenzaron a vibrar…
primero un susurro de energía…
luego un temblor…
¡CRACK!
¡CRASH!
Una explosión de magia pura se liberó sin que él la controlara, quebrando dos jarrones de cristal, quebrando la lámpara y volviendo añicos el espejo más cercano.
El guardia apostado afuera abrió la puerta alarmado.
Guardia: ¡Alteza! ¿Se encuentra bien?
Su expresión era de hielo puro, pero sus ojos… sus ojos ardían.
Emmet: Perfectamente.. Cierra la puerta.
El guardia obedeció al instante.
La habitación quedó en silencio.
Emmet recogió el informe del barón Frank y lo leyó de nuevo, cada palabra clavándose más hondo.
[Interés evidente ¿eh…? Insolente mocoso]
Se dejó caer en su silla, respirando hondo mientras su magia la sentia aún en sus dedos.
[¿Quién demonios era ese Frank Demont?]
Con un gesto rápido escribió un mensaje usando tinta mágica.
“Quiero un informe completo del barón Frank Demont.
Historia familiar, fortuna, habilidades, reputación, intereses, compromisos.
Todo. Inmediatamente.”
Minutos después, un pergamino se materializó sobre su escritorio, caliente todavía por la magia usada para transportarlo.
Emmet lo abrió con brusquedad.
Informe secreto: Barón Frank Demont
— Joven noble, 19 años.
— Heredero de una pequeña pero próspera baronía del este.
— Hábil jinete.
— Soltero.
— Abiertamente cautivado por la señorita Astrid Huxley.
— Ha intentado cortejarla en varias ocasiones.
— Ha mostrado intención de formalizar una petición si la familia Huxley lo permite.
Emmet apretó los dientes.
[¿Formalizar? Sobre mi cadáver.]
Un nuevo cristal del escritorio se resquebrajó.
La magia del príncipe, por primera vez en muchos años, estaba desbordándose sin control.
[Astrid no puede… no debe… estar interesada en ese sujeto.. Ni en ningún otro.]
Se levantó, caminando por la habitación como un animal enjaulado.
Con cada paso, la realidad le golpeaba más fuerte..
Ya no era simple preocupación..
Ni mera curiosidad..
Ni siquiera un capricho pasajero..
Era posesión, disfrazada de lógica..
Era celos, disfrazados de prudencia..
Era obsesión, disfrazada de protección..
Y aunque su mente se negaba a admitirlo,
su corazón ya lo había hecho..
Astrid Huxley pertenecía a su pensamiento…
y no iba a permitir que nadie más se acercara.