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Un Secreto Entre Nosotros

Un Secreto Entre Nosotros

Status: En proceso
Genre:Dominación / Poli amor
Popularitas:1.8k
Nilai: 5
nombre de autor: HRHSol

Amar a uno la sostiene. Amar al otro la consume.
Penélope deberá enfrentar el precio de sus decisiones cuando el amor y el deseo se crucen en un juego donde lo que está en riesgo no es solo su corazón, sino su familia y su futuro.

NovelToon tiene autorización de HRHSol para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 18. Juego de sombras.

La respiración de Kylian se mantenía constante a su lado, pero Penélope no encontraba descanso. Cerraba los ojos y la escena volvía: dos cuerpos, dos manos, dos miradas disputando su alma. Kylian y Eric, Eric y Kylian. Su subconsciente los había puesto en el mismo escenario, y en ese espacio ambiguo no había secretos, ni culpas, ni límites.

El sueño la había dejado vulnerable, con el corazón latiendo demasiado rápido y el cuerpo encendido, como si todo hubiera sido real. Giró hacia el otro lado de la cama, apretando la almohada contra su pecho.

—Basta —susurró, pero sabía que no era tan simple.

La madrugada se le escurrió entre pensamientos y silencios. Y cuando el sol se coló tímido por la ventana, supo que ese sueño sería más difícil de olvidar que cualquier pelea.

 

Dos días después

Penélope se miró en el espejo del baño de la oficina, retocando el labial con movimientos lentos, casi ceremoniales. Había aprendido a disfrazar las ojeras, a suavizar la tensión de su mandíbula, a ensayar sonrisas que nadie cuestionara.

Los últimos días habían transcurrido como un borrón: desayunos en silencio, niños que intuían demasiado, llamadas de trabajo que le servían como refugio. Nada extraordinario… salvo que dentro de ella, el sueño seguía latiendo. No como un recuerdo, sino como una herida abierta, una tentación imposible de contener.

Se pasó un mechón de cabello detrás de la oreja y respiró hondo. Hoy no era un día cualquiera. Hoy tendría que caminar por los pasillos de esa empresa, compartir aire con Kylian y Eric, fingir que nada la perturbaba.

Salió del baño y avanzó con pasos firmes, aunque por dentro se sintiera tambalear. El taconeo de sus zapatos marcaba el ritmo de su propia contención.

En el hall principal, lo vio.

Kylian, traje impecable, mirada fija en unos papeles que fingía leer. Pero ella lo conocía: sus hombros tensos revelaban que también estaba librando su propia batalla interna.

Unos metros más allá, Eric hablaba con un asistente, pero su voz bajó apenas la percibió. Sus ojos la buscaron sin permiso, y Penélope lo sintió: esa chispa que la perseguía desde el hospital, esa presencia imposible de ignorar.

Y entonces, como si el destino quisiera empujar la daga un poco más, Carolina apareció en la escena. La saludó con una sonrisa cómplice, un brillo en los ojos que Penélope agradeció en silencio. Su aliada estaba allí.—revisa tu correo— pidió y salió volando a su puesto.

Pero no eran las únicas. Sophie, apoyada contra la pared con una carpeta en brazos, observaba todo. Sus labios se curvaron en una media sonrisa, calculadora, casi triunfal.

El aire se volvió denso. Nadie decía nada, pero todos lo sentían: algo se movía bajo la superficie, algo que tarde o temprano estallaría.

Penélope se cuadró los hombros, sosteniendo la mirada de Kylian apenas un instante antes de desviar hacia la sala de juntas. Iba a entrar en el campo de batalla, y lo sabía.

Eric avanzaba con paso seguro hacia la pantalla, desplegando gráficos y cifras como si cada dato fuera una pieza de ajedrez perfectamente colocada.

—La clave está en la expansión regional —concluyó, señalando el último cuadro—. Con esta estrategia, podemos asegurar un incremento de al menos un quince por ciento en el próximo trimestre.

Las miradas se volcaron hacia Kylian.

Él se inclinó apenas hacia adelante, las manos entrelazadas sobre la mesa. No titubeaba; su voz, grave y serena, cortó el silencio:

—El planteo es sólido. Si logramos que los equipos internos lo ejecuten con disciplina, funcionará. —Su mirada pasó por cada rostro, deteniéndose apenas en Eric, sin dar más de lo necesario, sin regalar nada.

Nadie en la sala sospecharía de un hombre en crisis; veían a un líder firme, controlado. Pero por dentro, Kylian registraba cada detalle: el tono demasiado confiado de Eric, la tensión contenida en los hombros de Penélope, y—sobre todo—la sonrisa que Sophie escondía, venenosa, como quien espera el momento justo para intervenir.

Cuando la reunión concluyó, los asistentes comenzaron a dispersarse en murmullos y saludos apresurados. Kylian se levantó de inmediato, consciente de que Sophie se quedaba atrás, como un depredador que espera a que la presa quede sola.

Y así fue.

En el pasillo, Sophie se acercó con la carpeta aún en brazos, sonriendo con ese aire calculador que siempre la rodeaba. Su voz sonó ligera, casi casual:

—Por cierto, Eric… —dijo, mirando de reojo a Penélope—, una pena que en tu cumpleaños no pudimos contar con toda la familia. Aunque claro… al menos alguien se acordó de estar presente.

La frase cayó como un cristal rompiéndose en el suelo.

Eric se tensó, pero guardó silencio. Kylian apenas arqueó una ceja, observando la reacción de Penélope. Ella, inmóvil, sintió el golpe como un dardo envenenado. Sophie sonrió aún más, satisfecha de haber dejado la grieta expuesta.

—Bueno —añadió, con falsa dulzura—, supongo que siempre habrá otra oportunidad para celebrar… juntos.

Penélope bajó la vista, luchando por contener la mezcla de ira y vergüenza que le quemaba la piel. Kylian, sin apartar los ojos de Sophie, respondió con voz seca:

—Algunas celebraciones no son para cualquiera.

Sophie fingió sorpresa, aunque el brillo en sus ojos la traicionaba.

—Oh, no lo decía con mala intención. —Se giró despacio, dejando tras de sí un eco incómodo que pesó en el aire.

El silencio entre los tres fue tan denso que costaba respirar.

Eric se aclaró la garganta.

—Deberíamos… volver a nuestros puestos.

Pero ninguno se movió de inmediato. Porque todos sabían que Sophie no había hecho un simple comentario: había encendido una mecha, y nadie podía adivinar cuánto tardaría en explotar.

1
Maria Elena Martinez Lazaro
excelente
Maria Elena Martinez Lazaro
Quien es Sophi ?. Estoy perdida estaban hablando con Carolina y de pronto la mencionan a ella y dos veces
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