En una sociedad donde los alfas dominan en todos los aspectos, dos poderosas familias están en una lucha constante por el control económico y político de la nación. Sus herederos, Leonhard y Viktor, son ambos alfas reconocidos, cada uno con su propio imperio y legado, decididos a mantener sus territorios y el honor de su linaje intacto. Sin embargo, un repentino acuerdo entre ambas familias los obliga a un matrimonio de conveniencia, poniendo a prueba sus límites, ambiciones y emociones.
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Capítulo 15: La Cena del Compromiso
La noche de la cena llegó con un aire de tensión palpable. En el salón principal de la mansión Blackwood, todo estaba dispuesto con la perfección que caracterizaba a los anfitriones. Candelabros brillaban con una luz cálida, y los arreglos florales cuidadosamente seleccionados adornaban la mesa alargada donde se llevaría a cabo la reunión. Era el primer evento oficial en el que ambas familias estarían juntas desde el anuncio del matrimonio.
Leonhard observaba el salón desde el balcón superior, ajustando los puños de su camisa blanca con movimientos precisos. Desde su posición, podía ver a algunos de los invitados llegar, incluidos los Ivanov. Su mirada se detuvo en Viktor, quien entró con una confianza que parecía atraer todas las miradas a él. El traje negro perfectamente ajustado resaltaba su figura, y su sonrisa desenfadada era tan magnética como irritante.
—Siempre necesitas ser el centro de atención, ¿verdad? —murmuró Leonhard para sí mismo, antes de bajar las escaleras con pasos firmes.
Cuando finalmente se encontraron en el salón, la interacción inicial fue tan cortés como fría. Viktor se acercó con su característica sonrisa de medio lado.
—Leonhard, qué sorpresa verte tan temprano. Pensé que te gustaba hacer una entrada tardía, como todo buen Blackwood.
—No todos necesitamos dramatismo para destacar, Viktor —respondió Leonhard, sus ojos grises fijos en los de él.
Ambos mantuvieron el contacto visual, una batalla silenciosa que ninguno estaba dispuesto a perder. La voz del abuelo de Leonhard interrumpió la tensión.
—Viktor, Leonhard, vengan. Vamos a comenzar.
Ambos se sentaron uno frente al otro en la mesa, como si sus posiciones fueran una metáfora de la rivalidad constante que compartían. La cena comenzó con conversaciones superficiales, en su mayoría sobre negocios y política. Pero incluso en medio de esas charlas, las miradas cruzadas entre ellos hablaban de un conflicto más personal, algo que ninguno de los presentes podía notar.
Cuando llegó el plato principal, el tema del compromiso salió a relucir.
—Estamos seguros de que este matrimonio fortalecerá ambas familias —dijo Dmitri Ivanov, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos—. Viktor y Leonhard son la combinación perfecta para liderar nuestros negocios hacia el futuro.
Leonhard se obligó a asentir, manteniendo su expresión neutral. Viktor, en cambio, no perdió la oportunidad de añadir un toque de ironía.
—Por supuesto, padre. Estoy seguro de que Leonhard y yo encontraremos una manera de... complementarnos.
La sutileza de su tono hizo que Leonhard apretara los dientes, pero se negó a darle la satisfacción de una reacción.
—La complementariedad es esencial en cualquier sociedad, Viktor. Aunque algunos tarden más que otros en entender su papel —respondió Leonhard con calma, ganándose una breve mirada de advertencia de su madre.
Los padres de ambos, acostumbrados a sus intercambios, desviaron hábilmente la conversación hacia otros temas. Sin embargo, el ambiente entre Viktor y Leonhard seguía cargado, un juego constante de provocaciones veladas que ninguno estaba dispuesto a abandonar.
Después de la cena, se retiraron al salón adjunto para tomar una copa. En un momento en que los adultos estaban enfrascados en una conversación sobre inversiones, Viktor se acercó a Leonhard, que observaba el fuego de la chimenea.
—Debo admitir que tienes talento para mantener las apariencias —dijo Viktor, sosteniendo una copa de vino en una mano—. Aunque me pregunto cuánto tiempo puedes seguir así antes de explotar.
Leonhard no apartó la vista de las llamas. —Lo mismo podría decir de ti. Te esfuerzas tanto en parecer despreocupado que casi es convincente.
Viktor dejó escapar una risa baja. —Tal vez porque realmente lo estoy. Esto es solo un juego para mí, Leonhard. Un juego que planeo ganar.
Leonhard finalmente se giró para mirarlo, su rostro inexpresivo. —No subestimes a tu oponente, Viktor. Podrías terminar perdiendo más de lo que imaginas.
Viktor inclinó la cabeza, evaluándolo. —¿Eso es una amenaza?
—Es un hecho —respondió Leonhard con firmeza.
Por un momento, el silencio entre ellos fue tan intenso que casi parecía tangible. Pero antes de que la conversación pudiera escalar, una voz interrumpió desde el otro lado de la habitación.
—Viktor, ven aquí. Quiero que hables con el señor Kingsley sobre el proyecto en Berlín —llamó Dmitri.
Viktor lanzó una última mirada a Leonhard, una mezcla de desafío y algo más que este no pudo identificar del todo, antes de alejarse. Leonhard lo siguió con la mirada, sus pensamientos girando en torno al hombre que parecía saber exactamente cómo sacarlo de su equilibrio.
Cuando la reunión finalmente terminó, Leonhard se despidió cortésmente de los Ivanov y otros invitados antes de dirigirse a su despacho. Sabía que esta cena no sería la última de este tipo y que, de alguna manera, tendría que encontrar una forma de manejar a Viktor sin perder el control.
Por su parte, Viktor dejó la mansión Blackwood con una sonrisa de satisfacción. Disfrutaba empujar los límites de Leonhard, ver cómo su fachada inquebrantable mostraba pequeñas grietas. Pero lo que más lo intrigaba era la conexión inexplicable que sentía cada vez que estaban juntos. Era como si ambos estuvieran atrapados en una danza peligrosa, una en la que ninguno estaba dispuesto a dar el primer paso hacia el otro, pero tampoco a retroceder.
La guerra entre ellos apenas comenzaba, y ambos lo sabían.
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