Alexandra fue engañada creyendo que firmaba un contrato laboral y acabó siendo uno matrimonial.
En tanto que para Christopher la situación también ha sido complicada, ya que como presidente de la empresa familiar, al momento de firmar los papeles para asumir el cargo de manera oficial, dos cláusulas cambiarían su vida para siempre: casarse y ser padre.
Por obligación ambos debieron aceptar la situación; sin embargo, jamás pensaron que la llegada del otro cambiaría muchas cosas para ellos.
¿Podrá el amor surgir con base a un contrato dado por mentiras?
¿Pueden dos personas, con perspectivas de la vida tan distintas, llegar a llevarse bien?
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Capítulo 4 FUTURA ESPOSA
Alexandra
En la empresa gano un buen sueldo pero se que el contrato se me está acabando, si no me lo renuevan no se lo que haré, no podré seguir estudiando ni darle dinero a mis padres para pagar la hipoteca. La granja pasó por muchos problemas y conseguir un préstamo dándola como garantía fue la única opción para sacarnos adelante.
Controlo mucho mis gastos, compro ropa de segunda mano y gasto en alimentos lo menos posible, también cuido los servicios muchísimo, no prendo la luz hasta que ya no se ve en el apartamento. Mi teléfono ha tenido años mejores y es prepago porque ni para un abono mensual gasto.
Llegó el tan temido día, el jefe me llamó a la oficina. Entré y me temblaban las manos, tenía el presentimiento de que me despediría. Todo ese día tuve una mala sensación, incluso había ordenado mis pocas cosas porque sentía que tenía un pie fuera de Price & Co.
Pocas veces había visto al jefe ya que llegaba antes que todos y se retiraba último. Era muy respetado e intimidante. Las mujeres babeaban por él aunque jamás se metió con ninguna de la empresa, era como una fantasía de muchas porque era inalcanzable a toda regla.
A mí en lo particular solo me causaba miedo, mientras más lejos lo tuviera mejor aún, además no era mi tipo aunque guapo fuera.
Nos fueron llamando a su despacho. Entré y lo ví tomando whisky, me miraba fijamente. Intentaba leer mi contrato pero estaba demasiado nerviosa, además sentía que no tenía tiempo. Cuando me habló tomé el bolígrafo y salí de la oficina sintiendo como mi alma volvía a mi cuerpo y mi corazón volvía a latir con normalidad.
Tenía tres años más trabajo, además por lo poco que pude ver las prestaciones eran mejores y mi sueldo más alto lo cual era un gran beneficio, más dinero para mis padres.
Cuando llegué a la oficina una semana después e iba a abrir la puerta alguien lo hizo por mi
-Buenos días señorita Jones- aquella voz que me causaba escalofríos a mi espalda me hizo alejarme más rápido.
-Buenos días señor Price, con permiso
No sé por qué pero el me provocaba rechazo, el tenerlo cerca ya me hacía querer alejarme e ir al lado opuesto dónde él estuviera. Yo no me lanzaría a sus brazos ni a su cama, yo cruzaría de calle si lo viera acercarse.
Con el pasar de los días ocurrió lo mismo y yo planee llegar antes pero él estaba ahí, si llegaba más tarde lo mismo
-La llevo señorita Jones- al salir se ofreció a llevarme
-No gracias señor Price
-Insisto
-Yo igual, adiós. Que tenga buen día
Me fui para el sentido opuesto dónde quedaba mi hogar, mientras más lejos mejor. Además si me vieran cerca de ese hombre en el trabajo pensarían mal de mi.
Conocí Samuel, un hombre guapo, simpático, cabello largo, pelo negro, piel bronceada, un sueño de hombre por el cual si me lanzaría a sus brazos. Soltero, 28 años, apenas cinco más que yo una diferencia aceptable. Creí que en el podría hallar a mi príncipe azul, mi hombre soñado, el que me robara el corazón, la virginidad y lo que quisiera. Además estudiaba abogacía conmigo, teníamos en común algo muy importante.
Se acercó a mi al finalizar las clases y fuimos a la salida juntos dónde se acercó lentamente a mi, nuestras miradas iban de los ojos a los labios, me besaría, ya sentía que estaba tocando el cielo con las manos.
Apenas sus labios rozaron los míos alguien me apartó de él, estaba aturdida
-¿Cómo te atreves a besar a mi futura esposa?- esa voz que tantos escalofríos me causaba dijo eso
-¿Te casarás con él Ale?
-Yo...
-Si, nos casaremos en menos de un mes- interrumpió mi jefe y pasando su brazo por mi espalda me llevó casi corriendo hasta donde estaba su auto aparcado. Cuando quiso subirme me aparté