Sinfonía De Dos Almas

Entonces el largo vuelo de regreso había dejado a Cian exhausto, pero una sensación de alivio lo acompañaba mientras el transporte de la escuela lo dejaba en la puerta de la mansión O’Connor por que ya deseaba ir a dormir, pues era tarde por la noche y cada uno de los estudiantes había sido llevado a su respectiva casa debido a los tres días de descanso que la escuela les había otorgado para superar el jet lag (desfase horario) y recuperar energía.

Sin embargo, al llegar a su supuesto hogar, Cian sabía que le esperaba una situación muy distinta a una cálida bienvenida, ya que la mansión O’Connor en su imponente estructura y de alguna manera fría lo recibía con la misma frialdad habitual, a pesar de que las luces de la entrada estaban encendidas no había nadie esperando afuera y Cian estaba seguro de que los encargados habían llamado a casa por su llegada.

Por lo tanto, Cian arrastró su equipaje hasta la puerta y tocó el timbre, minutos después, la puerta se abrió para revelar a Aoife, quién lo observó con una expresión impasible.

-Bienvenido, Cian. Dijo ella sin mucha emoción.

Tal como esperaba el joven omega no hubo abrazos, ni cálidas palabras de regreso, solo una felicitación escueta y antes de que Cian pudiese decir algo más, Aoife siguió hablando con su hijo.

-Escuché que te fue bien en la competencia, Felicidades.

Pero Cian no lograba ver su rostro porque estaba jalando sus maletas y Aoife ya estaba de espaldas, cuando lo dijo.

Aún así Cian agradeció en voz baja, aunque el gesto vacío de su madre le dejó una sensación amarga, pues no era una verdadera felicitación, ya que no había entusiasmo en su expresión o sonrisas sinceras, solo una formalidad más en la lista de cosas que debía hacer como madre, tal vez Aoife no era buena expresando sentimientos o solo veía a las personas como herramientas.

En referencia a Ronan estaba más lejos, en el salón acostado en el sillón viendo una película y comiendo algo, ni siquiera se molestó en levantarse para recibirlo, pues permaneció sentado, con una expresión de concentración en el contenido de la televisión y eso solo le decía una cosa a Cian para Ronan, solo importaba Declan, el heredero alfa.

Después de ver todo eso Cian murmuró un “buenas noches” para seguir su camino hacia la habitación, Cian pensó que por más hermosa o lujosa fuese la mansión, además de tener todo lo que una persona pudiese desear, era tan acogedora como una cárcel para él.

La única vibra que recibía de su “familia” biológica era que no le prestaban atención más allá de lo estrictamente necesario, pues siempre sería el omega, el hijo de segunda categoría, invisible a los ojos de quienes solo veían en Declan el futuro de los O’Connor, por eso le desconcertaba el reciente interés de Aoife.

A la mañana siguiente, antes de que el sol siquiera hubiera salido del todo, Cian tomó sus cosas y salió de la mansión para dirigirse a un lugar donde sabia que sería bienvenido: la casa de los Rossi con mamá Clara y papá William.

Ellos siempre habían sido su verdadero refugio, las personas que lo habían cuidado y alentado desde el principio, brindándole el cariño que nunca recibió en su hogar biológico.

Cuando llegó, apenas había tocado el timbre cuando la puerta se abrió de par en par dejando ver a Clara con una enorme sonrisa, lo envolvió en un cálido abrazo, esto era lo que distingue un hogar del otro.

-¡Cian! Estamos tan orgullosos de ti, sabíamos que lo harías genial. Dijo con una voz llena de alegría.

Toda está situación le causó un nudo en la garganta al escuchar esas palabras sinceras, este era su hogar, aquí era donde realmente importante.

-Gracias, mamá. Respondió Cian, sonriendo mientras la abrazaba fuerte.

Poco tiempo después apareció William detrás de su esposa, con una sonrisa cómplice, se acercó y le entregó un pequeño paquete envuelto cuidadosamente era un regalo.

-Esto es para ti… Es un pequeño detalle, pero pensamos que te gustaría. Dijo William.

El joven abrió el paquete con curiosidad y descubrió un par de auriculares profesionales, de esos que siempre había soñado tener, eran perfectos para practicar en su habitación sin molestar a su compañero de cuarto, un regalo que demostraba lo bien que lo conocían.    

-¡Son perfectos!, Gracias, de verdad. Exclamó Cian, emocionado.

Los que tenía estaban ya algo dañados y estos habían llegado justo en el momento ideal, por eso estaba agradecido y Cian no pudo evitar sonreír, pues cada gesto de los Rossi era un recordatorio de que aquí era donde pertenecía, ya que en su corazón esta era su verdadera familia.

Más tarde, ese mismo día, Steven con su esposa Emily y la pequeña Pearl e incluso Evan llegaron para festejar el éxito de Cian en la competencia y no podían esperar para verlo y celebrar con él.

-¡Felicidades, Cian!. Exclamó Emily, dándole un abrazo.

Cuando Cian los vio estaba contento de ver a sus seres queridos, aprovechó la ocasión para repartir los regalos que había traído de su viaje que era una caja de música para la pequeña Pearl que fue recibida con entusiasmo por la bebé, Steven recibió sus estampillas, Emily sus cremas para el cuidado de la piel, mamá sus galletas que en esta ocasión no repartió para sus hijos y dijo que se las comería ella sola, papá miró los gemelos como si fuesen joyas aunque eran sencillos y de último Evan recibió guantes con una bufanda a juego, porque Cian sabía que los necesitaría pronto en el inverno.

Así es como transcurrió la tarde entre risas y conversaciones animadas, esta era un ambiente completamente distinto al de la mansión O’Connor, en este lugar se sentía aceptado y querido, como una parte importante de la familia.

Esa noche, ya más tranquilo y descansado el joven omega se recostó en su cama con los auriculares puestos para escuchar las suaves melodías de su lista de reproducción favorita, pero su mente no podía evitar divagar por causa de la oferta de la Filarmónica de Londres seguía rondando en su cabeza.

Era una oportunidad única en la vida, un sueño que cualquier joven músico desearía alcanzar, pero aceptar significaba alejarse de todo lo que conocía, incluidas las personas que le habían dado un verdadero hogar: Clara, William, Evan, Emily y todos los demás, también significaba enfrentarse a un mundo nuevo, solo, en una ciudad que no era suya la gran Londres ofrecía promesad, pero en el mismo nivel traía consigo desafíos.

Entonces Cian suspiró, mirando el techo de su habitación mientras la música seguía sonando en sus oídos y se preguntaba ¿Estoy listo para dar ese paso? No podía evitar evaluar si aceptar esa oferta lo llevaría más cerca de su sueño, o si lo alejaría de todo lo que realmente importaba.

Mientras la noche avanzaba, sus pensamientos se mezclaban con las melodías suaves que salían de sus nuevos auriculares, aunque la decisión parecía lejana, sabía que pronto tendría que enfrentarse a ella.