Estirpe Del Corazón

Mientras estábamos en la casa, dos figuras conocidas aparecieron en la puerta. Kael y Dorian. La presencia de Kael me sorprendió, y me costó ocultar mi sorpresa al verlo allí. Dorian, con su expresión familiar, estaba a su lado, y ambos parecían tener una relación cercana.

Kael miró a Edén con una sonrisa genuina cuando ella lo saludó con entusiasmo. “¡Kael! ¡Hola!” exclamó Edén, corriendo hacia él.

Kael se inclinó para saludarla con ternura, y su mirada se desvió hacia mí. Su expresión se volvió más seria, pero había una preocupación en sus ojos que me hizo sentir una extraña mezcla de consuelo y incomodidad.

Dorian, al ver nuestra situación, se acercó con una sonrisa cálida. “Parece que han tenido un día complicado,” comentó, mirando a la mujer que nos había ayudado. “Nos alegra ver que están bien.”

“Mara y Tomás, mis padres,” explicó Dorian. “Ellos viven aquí y siempre están dispuestos a ayudar.”

Era claro que no solo eran amigos, sino que compartían un vínculo familiar profundo. Esto le daba un nuevo matiz a la situación, y me sentí más cómoda al ver la familiaridad con la que Kael trataba a Edén y a mí.

Kael, con una mirada intensa, no apartó sus ojos de mí mientras conversábamos. Sus gestos eran tranquilos, pero había una sensación de comprensión y un toque de preocupación en su actitud.

Mientras la noche caía, y las sombras envolvían la casa, me sentía extrañamente en paz, rodeada por personas que, aunque no conocía bien, habían demostrado una bondad genuina. Sabía que, al final del día, encontrar ayuda en un lugar inesperado había sido un regalo, y la conexión con Kael y Dorian solo hacía que este encuentro fuera aún más significativo.

La noche ya se había adentrado cuando Kael anunció que era hora de irse a casa. Dorian, Mara y Tomás ya estaban dormidos en la tranquila casa de campo. Edén, agotada por el día, se había acurrucado en el regazo de Kael, dormida plácidamente. El ver a Edén en los brazos de Kael me llenó de una inquietante mezcla de alivio y preocupación. Mi mente estaba agitada, y el simple hecho de ver a Kael preparándose para partir me hizo sentir un peso en el pecho.

“Kael, ¿a dónde vas?” pregunté, mi voz cargada de preocupación.

“Regreso a casa,” respondió él con una calma que solo acentuaba mi inquietud. “Es tarde, y tengo asuntos que atender.”

A pesar de mi deseo de mantenerlo cerca, sabía que no podía obligarlo a quedarse. Sin embargo, el hecho de que Kael conociera bien la casa de Dorian y supiera dónde dormiría Ailén me hizo sentir un poco más tranquila. Aun así, no pude evitar la preocupación que me invadía.

Kael, con una determinación tranquila, tomó a Edén en sus brazos y la llevó a la cama, asegurándose de que estuviera cómoda y bien arropada. Mi corazón se aligeró al ver cómo la cuidaba con una ternura inusitada. El simple acto de preocupación y cuidado hacia Edén demostró un lado de Kael que me resultaba cada vez más atractivo.

Cuando Kael volvió a la sala, donde yo esperaba, sentí una atracción creciente hacia él. Sin pensarlo demasiado, me acerqué a él con una propuesta que había estado considerando desde nuestro primer encuentro. “Kael,” comencé, “quiero que seas mi caballero.”

Él me miró, cauteloso, pero también con un destello de interés en sus ojos. “¿Qué quieres decir con eso?” preguntó, su voz suave pero firme.

“Quiero que tú y Dorian sean mis caballeros personales,” le dije con una seguridad inesperada en mi tono. “Les pagaré muy bien y los atenderé como merecen. Quiero su lealtad y protección en un entorno donde pueda confiar.”

Kael estudió mi rostro por un momento, una sonrisa leve dibujándose en sus labios. Su expresión era de sorpresa mezclada con satisfacción. “Es una oferta inesperada,” comentó, “pero no puedo rechazarla.”

Antes de que pudiera decir algo más, Kael se preparaba para retirarse. Sin pensarlo, lo detuve al tomar su brazo, y nos quedamos de pie, cuerpo a cuerpo. El contacto inesperado hizo que una chispa de tensión eléctrica pasara entre nosotros. Miré a Kael a los ojos, sintiendo la atracción palpable que crecía con cada segundo que pasaba cerca de él.

Su respiración era profunda, y su mirada se encontró con la mía. En ese instante, sentí una oleada de deseo y anhelo que no podía controlar. Mis labios se movieron instintivamente hacia los suyos, pero la razón y la posición que ocupaba me hicieron detenerme justo antes de que nuestros labios se encontraran. El impulso de besarlo era abrumador, pero la realidad de mis circunstancias me hizo dudar.

“Lo siento,” susurré, apartándome lentamente pero sin soltar su brazo. “Esto es… inesperado.”

Kael, con una sonrisa enigmática, miró mi rostro y luego asintió. “Entiendo. Mañana hablaremos de los detalles. Buenas noches, Ailén.”

Se alejó con paso firme, y yo me quedé allí, con el corazón acelerado y los pensamientos confusos. La atracción que sentía por Kael era innegable, y el deseo de estar cerca de él se hacía más fuerte con cada encuentro. Sin embargo, la realidad de mi posición y mis responsabilidades me mantenían en un delicado equilibrio entre el deseo y la razón.

Con un suspiro, me dirigí a la habitación donde Edén dormía, con la mente llena de pensamientos turbulentos sobre el futuro y las decisiones que debía tomar.