Zach y Dylan llevan una relación bonita y perfecta. En años de Relación, nunca se les ha visto discutiendo y mucho menos separados.
Pero cuando Zach queda embarazado, muchas cosas comienzan a pasar y cambiar todo.
El amor que se tienen, podrá ser fuerte, tanto que lograrán superar todos los obstáculos que la vida les tiene preparados.
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11
Una vez impresa la foto nos dedicamos a crear un hermoso y detallado primer reporte, narrando diversos puntos que deseábamos plasmar. Como los síntomas hasta ahora, o los ligeros cambios que empezaba a experimentar.
—¡Listo! —exclamó emocionado.
— No, no, no. Aún falta algo —hurgué en el cajón principal de mi buró, buscando aquél sobre que contenía la foto del primer ultrasonido, cortesía de Kris.
—Oh, cielos, tienes razón. —me arrebató la pequeña imagen para anexarla en la portada del álbum. Su mirada denotaba emoción y dicha, la mía probablemente reflejaba exactamente lo mismo.
— Ahora sí —sonrió satisfecho con su obra, mostrándomela—Listo.
— Quedó precioso —acaricié con la punta de mis dedos aquella página semi rugosa, leyendo y apreciando los detalles inscritos en ella.
Fue cuestión de segundos para sentir los labios de Zach contra los míos.
—Eres perfecto, te amo. —susurró.
— Y yo a ti.
—Ahora... —enrolló sus brazos alrededor de mi cuello, tirándose en el colchón arrastrándome consigo— ¿En qué estábamos?
—¿En qué iba hacerte el amor? —le sumí aún más, prensándole entre mi cuerpo y la cama, pero sin apoyar del todo mi peso en su frágil figura.
— Hum. —rodeó mis caderas con sus piernas acercándome más— Suena interesante.
[Zach]
— Ahora — sonreí lascivo— ¿En qué estábamos? — me recosté sobre el colchón, arrastrando conmigo a Dylan.
— ¿En que iba hacerte el amor? — sonrió, sus bonitos ojos brillando en deseo.
— Hum. — rodeé sus caderas, acercándolo tanto como fue posible— Suena interesante.
— ¿Tú crees? — besó la punta de mi nariz.
— Definitivamente. — suspiré antes que mis labios fueran tomados por los suyos.
El beso inició suave, vacilante, sin prisa. Un acto de reconocimiento, donde nuestras lenguas se encontrarón, acariciándose en un gesto amoroso y de cariño. Ambos perseguimos el sabor familiar del otro entre mordiscos, succiones y pequeñas lamidas.
Mis manos se escabulleron entre su cabello aún húmedo, despeinándolo en primera instancia, para posteriormente enredarlo entre mis dedos y jalarlo. Dylan respondió el gesto acariciando la curva de mis muslos, estimulándome con su mano libre por encima de la escasa vestimenta que llevaba puesta.
El primer gemido escapó de mis labios en cuanto las frías yemas de sus dedos se colaron por debajo del camisón, brindando trémulos toquecitos por mis caderas, subiendo con tortuosa lentitud a lo largo de mi torso, hasta llegar a mis pezones los cuales rozó y frotó a su antojo.
No queriendo quedar atrás, ejercí mayor presión con mis piernas, chocando sus caderas contra las mías, frotándome contra él, generando anhelada fricción. Dylan jadeó ronco y sonreí triunfante.
— ¿Quieres jugar, ah? — rompió el beso, apenas separándose lo suficiente para decir aquello.
— ¿Tú no? — jugué con el elástico de su pantalón, mirando deseoso su notable erección.
— Oh, me encantaría. — sonrió, enredando mi camisa y subiéndola hasta la mitad. Al parecer, no planeaba desnudarme aún.
Miré con impaciencia sus acciones, esperando su próximo movimiento. Sin embargo, lucía totalmente dispuesto a torturarme. Sus dedos continuaban recorriendo mi cuerpo, delineando cada músculo y curva existente en el. Cada caricia se percibía como un destello de electricidad que dejaba cosquillas y mi piel ardiendo.
— Mis camisas lucen realmente bien en tí — halagó— Pero...— se inclinó lo suficiente para empezar a sacármela— ... empieza a estorbarme.
— Creí que me tomarías con ella puesta. — levanté los brazos para facilitarle la tarea.
— Cambio de planes. — se encogió de hombros.
No respondí, simplemente me dejé hacer. Bastaba detallar en la expresión de Dylan mientras miraba mi cuerpo semi desnudo para sentirme cohibido. Y es que no importaba cuántas veces hiciéramos el amor, siempre iba sentirme avergonzado como en la primera vez.
En sus ojos no sólo había admiración o deseo, también había adoración. Miraba mi cuerpo como si fuera el objeto más bello y perfecto, lo tocaba como si de una preciosa joya se tratara, como si el más mínimo toque brusco pudiera romperme. Y eso, sin duda, elevaba mi autoestima, hinchaba de alegrìa mi corazón.
Pero ello, no quitaba que fuera bochornoso.
— Dylan deja de...— mi voz falló, un gemidó brotó inesperadamente— ¡A— ah!
No fui capaz de formular la queja, sin previo aviso, Dylan se había inclinado hasta la altura de mi vientre, enterrando su rostro en ese lugar para depositar un suave y prolongado beso. Por reflejo, mis manos se hundieron con más fuerza entre su cabello a la vez que mi espalda se arqueó en cuanto su lengua recorrió esa porción de piel, simulando pequeñas embestidas en ese lugar.
Suspiré, amaba aquella sensación, sus labios sobre mi piel.
El deseo estaba dominando cada poro, cada célula de mi cuerpo. Dylan sabía perfectamente dónde y cómo tocarme para inducirme a un estado de absoluto delirio, conocía todos mis puntos erógenos, valiéndose de ellos para enloquecer mi sentido común.
Tras humedecer y jugar lo suficiente con mi ombligo, Dylan se apartó.
— ¿Listo cariño? — se arrebató la camisa de un jalón, dejando al descubierto aquel torso perfecto.
— Para tí, siempre. — mi voz sonó sin aliento.
— ¿Lento y apasionado? — me prensó contra el colchón, su dulce aliento chocando en mi rostro— ¿O fuerte y rápido? — sonrió malicioso.
— Oh dios, Dylan. — gemí al sentirlo frotar su duro miembro contra el mío, sin descaro o pudor alguno.
— Dime cómo lo quieres, Zach. — besó mi mandíbula para desviarse a la sensible piel de mi cuello— Hoy planeo complacerte.
La única respuesta a tales palabras fue un gemido ahogado. Pronto su boca estuvo en todos lados, siguiendo una trayectoria que iba desde el cuello, hombros y finalmente aquellos botoncitos rosados que desde el inicio de nuestro juego reclamaron su atención.
— Dime, Zach — ronroneó una vez más, esta vez cerca de mi oído.
— L— lento. — esbocé con cierta dificultad, mis caderas aumentarón la fricción— Q— quiero sentirte, Dylan. — lo escuché reír.
— Tus deseos...— besó mis labios— Son...— besó mi nariz— Órdenes.
Volvió alejarse, esta vez para retirar sus pantalones de Dylandal, quedándose únicamente en boxer. Esta vez no le di tiempo de acorralarme contra el colchón, con agilidad me reincorporé y salté a su regazo, utilizando mis piernas para encadenarlo a mí.
Besé sus labios mientras volvía frotarme contra él, esta vez siendo mi trasero el que se restregaba contra su miembro. Sabía de antemano que esa acción lo ponía. Delineé cada músculo de sus brazo, recorriendo con las uñas esa marcada piel. Dylan se abrazó a mis caderas, acercando nuestros cuerpos al máximo.
Cuando el aire nos hizo falta tuvimos que separarnos en busca de aliento, situación que aprovechó para obsequiarme nuevas mordidas en el cuello, estás siendo más húmedas y fuertes que las anteriores. Incliné mi cabeza hacia atrás, permitiéndole a mi cuerpo mecerse sobre el suyo.
— ¿He dicho que eres delicioso? — gruñó.
— M— muchas veces.
— ¿En serio?
— En serio.
— Entonces también he dicho que eres mío.
— Sólo tuyo.
Me empujó de tal forma que mi espalda cayó sobre el colchón, sus manos deslizaron fuera la única prenda que cubría mi anatomía.
— Que bueno.— abrió mis piernas— Así no he de repetirlo.
— Me encanta que lo hagas. — rodeé su cuello.
— Eres mío.
— Para siempre.
Mi cuerpo tembló al sentir el nuevo recorrido húmedo de su lengua desde mi cuello hasta mi estómago. Una vez a la altura de mi vientre se detuvo, manteniéndose atento a esa parte en específico. Antes de preguntar nada, sus grandes manos acariciaron la minúscula, casi inexistente elevación en el.
Poco después, plantó un beso.
— Te amo bebé — dijo de repente.
Muchas gracias autor@, tu historia está genial 🫂