Fiorella estaba feliz por casarse con el hombre de su vida, su amado Camilo. Pero no todo era como ella pensaba. La noche misma de su boda ella comprendió el gran error que había cometido. Aún así piensa que su amor puede hacer que todo cambie y se dispone a ser todo para complacerlo.
Decidida a ganarse el amor y la confianza de ese cruel hombre ha soportado todos sus desplantes y desprecios. Pero todo resulta inútil, ya que otra mujer ocupa el mayor lugar en el corazón del hombre, y es la merecedora de todo su amor, comprensión y cuidados. Ella solo será por siempre el ser despreciable que se metió en medio para separarlos y que constantemente lastima e intimida a su dulce primer amor. Él nunca la verá de otra manera y ya es tiempo de que lo entienda y se de por vencida, antes de que sea demasiado tarde para ella.
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Basil Meyer
En una lujosa habitación de hotel una pareja retoza a pata suelta. Han estado presos de la lujuria en ese lugar las últimas horas y no piensan salir de ahí hasta que sus cuerpos no se encuentren desvanecidos de placer.
Basil Meyer había tomado la determinación de conquistar a la hermosa doctora que le había robado el aliento y despertado todos sus bajos instintos. Llevaba muchos años solo, desde que su amada Sara murió él no volvió a tener cerca a una mujer. No lo necesitaba, para Basil el amor lo era todo y él había amado a su esposa con pasión y lujuria, ella era su todo y al partir se llevó consigo una parte de su alma.
Conoce a la joven doctora desde hace ya algunos años. Al comienzo pensó que era la mujer que había robado el corazón de su demonio, pero con el tiempo comprendió que era una amistad sincera y por alguna razón este descubrimiento lo alivió por completo.
En las últimas semanas había podido estar cada vez más cerca de esa belleza morena y estaba fascinado con ella. Una mujer hermosa, y perfecta a sus ojos. Su piel canela, ojos miel lo habían vuelto loco y despertado cierta parte de él que dormía desde hace 20 años.
Al salir de la cena de negocios, lo hizo un poco molesto por todo lo ocurrido, pero no dejaría que eso lo desalentara para conseguir lo que se propone. No es un Meyer si deja que semejante mujer se le escape de entre los dedos.
Sergio ¿La señorita Hill se encuentra en el lugar? preguntó a su asistente.
Sí señor, lo espera desde hace casi 20 minutos dijo un poco divertido, le agradaba ver a su jefe buscar la felicidad nuevamente.
Está todo preparado tal y como usted lo ordenó agrego ante de que le preguntara al respecto.
El auto de lujo se encaminó con dirección al aeropuerto. Con una treta un tanto infantil Basil logró que esa hermosa salga con él de viaje. Después de todo ella quiere ayudar a su amigo y su novia. El patriarca Meyer sonríe burlón, esa mujer era muy inocente ¿Para qué iba a ir él hasta otra ciudad a buscar un psicólogo si puede mandarlo a traer? Después de todo nadie se niega a los Meyer, saben que no les conviene.
Al llegar hasta el hangar la vio, era una visión celestial, un ángel morenito y hermoso y toda su determinación se fue volando más rápido que el avión que debían abordar.
Basil Meyer no es un cobarde, pero en este momento está muerto de miedo, teme ser rechazado de plano por esta belleza. Hace años que está fuera de juego y ahora no sabe ni como patear la pelota.
Karla se sentía ansiosa, se preguntaba por qué el hombre de sus sueños la había citado en el lugar. No se tragaba para nada el cuento que le hizo, ella más que nadie conoce el poder que tienen, no necesita salir a buscar a nadie todos caen rendidos a sus pies. Al voltear la vista en la dirección del auto puso una sonrisa de felicidad, pero también de incomodidad y miedo.
Hola señor Basil solo esas palabras alcanzó a articular cuando vio el ceño fruncido del hombre que la miraba con cierta molestia ¿Qué habré dicho? Se preguntaba angustiada.
Karla, solo Basil por favor… o puedes decirme cariño dijo esto último muy bajito pero ella lo escuchó perfectamente, tenía un oído maravilloso. Su cara se tornó tan roja como el cabello del hombre maduro que tenía frente a ella.
Subamos al avión, no quiero que lleguemos muy tarde dijo a continuación y de forma descarada tomó la mano de la chica, entrelazando los dedos.
Karla estaba radiante de felicidad, su sonrisa llegaba desde una punta hasta la otra de la pista de aterrizaje del aeropuerto. Se sentía feliz, pero algo insegura, no sabía bien lo que estaba ocurriendo, pero le gustaba. Le gustaba a morir la manera en la que Basil la miraba y le hablaba. Era seductor, dulce y un tanto lujurioso en su manera de tratarla.
Bueno mi preciosa, espero que disfrutes mucho de este viaje dijo resaltando la palabra mucho, parecía que de algo se estaba perdiendo la ingenua doctora.
Yo estoy seguro de que lo voy a pasar de maravilla agregó sentándose junto a ella. Muy cerquita, rosando sus cuerpos. Sus manos seguían aún entrelazadas.
Señor, deseamos que ambos disfruten del vuelo ¿Le podemos ofrecer algo? preguntó una eficiente azafata.
Yo deseo un wiski. Preciosa ¿Quieres algo? volteo la mirada para ver a su futura esposa a los ojos, unos que lo hipnotizaban cada vez que los veía.
Solo un refresco, por favor dijo tímida.
Karla no podía creer lo que pasaba, ese hombre parecía que en cualquier momento le saltaría encima. No lograba entender nada ¿Cuándo había cambiado tanto todo? ¿Siempre se comportó así y no me había dado cuenta? Se preguntaba sin cesar.
¿Karla? ¿Pasa algo? La distraída mujer se dio cuenta de que estaba perdida en sus pensamientos y no había escuchado una sola palabra de lo que Basil decía.
Disculpa, me perdí por un momento
Tranquila, yo me pierdo cada vez que veo tus hermosos ojos
Karla ya no sabía dónde meterse, estaba cada vez más avergonzada.
Basil tomó uno de los hermosos cabellos de la joven y se lo colocó detrás de su oreja, acto seguido procedió a acariciar dulcemente su mejilla, sintiendo la calidez y suavidad de su piel. Sus largos y masculinos dedos hicieron el recorrido hasta los labios carnosos y apetecibles que lo llamaban de una manera inconcebible para el hombre maduro.
Gracias por aceptar hacer este viaje junto a mí dijo suavecito, acercando su rostro al de ella y hablando en su oído con voz sensual y ronca, que expresaba algo que ella no sabía bien como descifrar.
Necesitaba tener un tiempo a solas contigo dijo el hombre que había apretado el acelerador al máximo y estaba a punto de tirarse sobre ella y comérsela de un solo bocado.
Los labios de Basil dejaron tiernos besos en la mejilla de Karla, mientras que ella estaba petrificada pero secretamente feliz, era un sueño hecho realidad y estaba segura de que debía tomar una decisión. Giró su rostro y lo miró con un brillo indescifrable en sus ojos. Parecía que de repente una luz especial había caído sobre ellos y los envolvía. La atmósfera era relajada, aunque una creciente tensión sexual comenzaba a palpitar dentro de ambos.
Yo… yo… gracias fue todo lo que dijo ya que de un momento a otro los labios de Basil estaban sobre los de ella y los envolvía con pasión. Una sed que solo podía ser calmada con sus besos lo había invadido de manera contundente.
Me gustas, me gustas mucho Karla Hill dijo el hombre que apenas si se había apartado unos centímetros para decirlo mirándola directamente a los ojos.
Tú también me gustas contestó ella sumamente apenada por lo que estaba pasando, pero inmensamente feliz, había decidido dar ese salto, esperaba que no fuera al vacío.
Esa es la mejor noticia que he recibido en los últimos tiempos dijo mirándola seductoramente, Karla sabía que no iba a salir ilesa de esa situación.
Señores pasajeros, les solicitamos que abrochen sus cinturones, comenzaremos con el aterrizaje se escuchó la voz del piloto.
Ellos se miraron de manera cómplice, no sabían en qué momento habían hecho todo el recorrido, pero ya estaban llegando a destino.
Una vez fuera del avión un auto los esperaba para conducirlos al hotel.
Karla estaba un poco contrariada, parecía que Basil tenía todo perfectamente bien planeado ¿Estaba seguro de que ella aceptaría? ¿Qué es lo que realmente pretende?
El hombre, que tenía más años y un mayor conocimiento sobre los desvaríos femeninos no tardó en hablar para calmar a su muñeca.
Muñeca hermosa, no sabía si ibas a aceptarme o no, pero tenía que arriesgarme. No sería un Meyer si no me tengo algo de confianza a pesar de todo no dejaba de ser un hombre engreído y vanidoso, pero eso también le gustaba a morir de su Basil.
Ella se dejó guiar a la habitación y una vez dentro Basil le saltó encima como león a su presa.
En pocos minutos la tenía desnuda y debajo de él, disfrutando de su hermoso y pequeño cuerpo. Acariciaba con devoción toda la anatomía de la joven, buscaba brindar el mayor placer posible y también sentirlo.
Él aún tenía algunas prendas puestas, mientras que a ella solo le quedaba una diminuta tanga que no dejaba mucho a la imaginación.
Basil se apartó un poco de ella, la contempló en todo su esplendor, mientras ella lo miraba sonrojada y con la respiración agitada. Ella estaba obnubilada por la imagen que tenía frente a sí.
Basil Meyer comenzó a sacar las pocas prendas que le quedaban, lo hacía lentamente, permitiendo que ella siguiera con la mirada cada uno de sus movimientos.
Karla se mordía el labio inferior ante tal espécimen. Alto, con un cuerpo hermoso y trabajado, sus abdominales marcados, trasero duro, brazos firmes y piernas torneadas. No podía creer que lo tuviera desnudo frente a ella, era un adonis y ella lo tenía completito para poder disfrutarlo.
Una vez que quedó solo en bóxer el hombre se acercó a la cama de manera seductora. Todos sus movimientos habían sido calculados con sumo cuidado, él quería ver cada reacción de la joven, cada minúsculo movimiento de ella le permitiría darse una idea de lo que podría gustarle.
Eres preciosa, toda una belleza y ahora serás completamente mía dijo en un tono dominante y seguro.
Comenzó un camino de besos, recorriendo todo su cuerpo, desde una punta a la otra. Una vez se encontraba en el centro de la belleza que tenía en la cama se dispuso a complacerla. Él llevaba muchos años en abstinencia, pero no se había olvidado de cómo darle placer a una mujer. Sólo estaba un poco oxidado.
Mmmmm… siiii decía ella entre gemidos.
Delicioso fue la respuesta del hombre mientras seguía disfrutando de todos los sonidos que emitía su mujer envuelta en la bruma del placer.
Siguió con su trabajo hasta que ella por fin estalló en un placer sin precedentes, nunca se había sentido de esa manera, tampoco nunca nadie le había hecho eso.
Sus ojos estaban cerrados, su respiración aún estaba agitada, intentaba recobrar el aliento, aunque sin éxito ya que Basil comenzó a besarla mientras retiraba sus bóxer y dejaba salir toda su longitud para acercarla a la preciosa y sonrojada chica que tenía bajo su cuerpo.
Tomó sus piernas e hizo que lo envolviera con ellas y de un solo movimiento se introdujo en su interior que ya lo esperaba expectante.
Los movimientos se hacían cada vez más certeros, más apasionados y más fuertes. Entraba y salía de ella con absoluta maestría demostrando que sabía exactamente lo que hacía.
Más… más fuerte… mmmm Basil… es… todo lo que quisiera decir era ahogado por los jadeos y gemidos, estaba completamente fuera de sí, su cerebro no podía procesar nada de lo que estaba pasando y en un momento de locura dijo algo…
Te amo son las palabras que salieron de sus dulces labios, palabras que enloquecieron aún más a Basil.
Eres mía… completamente mía Karla, ahora eres mi mujer dijo mientras envestía con toda su pasión a la mujer que aún no lograba saber si lo había dicho o pensado.
La noche no terminó nunca. Esa habitación fue testigo de innumerables rondas donde derrocharon placer y lujuria. Basil no quería ni podía parar, él quería más cada vez, como si su cuerpo no quisiera rendirse nunca.
De esta manera los sorprendió la mañana, envueltos aún en el placer, sus cuerpos sudorosos. Se encontraban abrazados, reponiéndose de la última ronda.
Cásate conmigo dijo de repente Basil quien ya no quería seguir perdiendo el tiempo, él también la amaba y quería terminar su vida a su lado.
Karla lo miró y unas lágrimas corrieron por sus mejillas, su felicidad era absoluta.
Sí, claro que sí dijo dando muchos dulces besitos en la nuez de adán de su amor. Ella era dulce y mimosa y no se reprimía en nada frente a ese hombre que se la había comido completita durante horas.
Yo también te amo respondió Basil a las palabras dichas por ella en el momento de mayor placer. Solo quería aclarar cualquier duda que hubiera en ella.
Luego de está simple declaración se durmieron. Recién después de saber que ambos sentían lo mismo sus cuerpos se relajaron y se entregaron al sueño, dejando que sus cuerpos y almas, que hasta hace unos minutos estaban unidas, descansaran por fin.