En la época medieval todo es complejo y los matrimonios forzados siempre son la cereza del pastel ¿será nuestro príncipe capaz de afrontar su amor o dejarlo ir y sufrir en un matrimonio forzado?
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Manipulación
El sol se ocultaba lentamente en el horizonte, tiñendo el cielo de un rojo intenso que presagiaba tormenta. En el jardín del palacio, Valen se movía con la gracia de un depredador acechando a su presa. Su mente estaba en ebullición, tramando un plan que le permitiría deshacerse de Aric y su relación con Kael de una vez por todas. La sombra del príncipe, que había crecido a su alrededor como un obstáculo en su camino hacia el trono, debía ser eliminada.
Desde que Aric había revelado su amor por Kael, Valen había sentido que su posición se tambaleaba. La idea de que un plebeyo pudiera eclipsar su propia nobleza lo llenaba de rabia. —No puedo permitir que esto continúe—, pensó, mientras se acomodaba la capa sobre los hombros. —Es hora de actuar—.
Se dirigió hacia el ala oeste del palacio, donde se encontraban los aposentos del rey y la reina. Sabía que tenía que jugar sus cartas con astucia; necesitaba ganarse la confianza de sus tíos y, al mismo tiempo, sembrar semillas de duda en sus corazones sobre Aric y Kael.
Al llegar a la puerta de la habitación real, Valen respiró hondo y tocó con firmeza. La voz del rey resonó al otro lado, invitándolo a entrar.
—Valen —saludó el rey con una mezcla de sorpresa y cordialidad—. ¿Qué te trae por aquí?
—Tío, he venido a hablar de un asunto de suma importancia —respondió Valen, cerrando la puerta tras de sí y acercándose al rey y la reina, quienes estaban sentados ante una mesa repleta de documentos.
La reina levantó la vista, curiosa.
—¿De qué se trata, Valen? —preguntó con interés.
Valen tomó asiento frente a ellos, adoptando una expresión grave.
—Se trata de Aric y su relación con Kael —dijo con voz baja, como si compartiera un secreto peligroso—. He escuchado rumores inquietantes entre los nobles. Muchos no ven con buenos ojos esta unión y temen que afecte nuestra estabilidad.
El rey frunció el ceño, mientras la reina lo miraba con preocupación.
—¿Qué quieres decir? —inquirió el rey.
Valen se inclinó hacia adelante, su voz cargada de preocupación genuina.
—Tío, piénsalo. Aric es el futuro rey. Si se permite que un plebeyo como Kael tenga acceso a la corte, eso podría generar resentimiento entre nuestros aliados y poner en peligro la paz que hemos logrado mantener con tanto esfuerzo. No podemos arriesgarnos a perder todo lo que hemos construido.
La reina miró a su esposo, su expresión llena de dudas.
—Pero Aric ama a Kael —dijo ella suavemente—. El amor no debería ser un obstáculo para gobernar.
Valen sonrió, pero no era una sonrisa sincera; era una sonrisa calculadora.
—El amor es hermoso, pero también puede ser destructivo si no se maneja adecuadamente. ¿No recuerdas lo que sucedió en el pasado con otros príncipes que permitieron que sus sentimientos personales interfirieran en sus deberes? La historia está llena de ejemplos trágicos.
El rey asintió lentamente, contemplando las palabras de Valen. Sabía que había algo de verdad en lo que decía, pero también sentía la resistencia en su corazón. Aric era su hijo; había criado a ese joven para ser un líder fuerte y compasivo. Sin embargo, la preocupación por la estabilidad del reino siempre pesaría más en su mente.
—¿Y qué propones? —preguntó finalmente el rey, su voz grave y reflexiva.
Valen se enderezó en su silla, sintiendo cómo la emoción comenzaba a brotar en él.
—Hablaremos con él —declaró finalmente el rey, tomando una decisión firme—. Pero quiero que quede claro: no queremos herirlo innecesariamente. Debemos encontrar una manera de hacerlo sin causar dolor.
Valen sonrió internamente; había logrado lo que quería. Con cada palabra, había tejido una red de manipulación alrededor de la familia real, y ahora estaba un paso más cerca de deshacerse de Aric y su amor por Kael.
Mientras tanto, Aric se encontraba aún en el jardín del palacio, sintiendo la brisa fresca en su rostro mientras trataba de calmarse tras el grito desgarrador que había resonado en el aire. La incertidumbre lo envolvía como una niebla espesa; no sabía qué esperar ni cómo enfrentar las decisiones que se avecinaban.
De repente, escuchó pasos detrás de él. Se giró para ver a Elara acercándose con una expresión preocupada.
—¿Estás bien? —preguntó ella al notar su semblante tenso.
Aric suspiró pesadamente.
—No estoy seguro —respondió con sinceridad—. Las cosas están complicándose cada vez más. Siento que todos están esperando que tome una decisión rápida sobre Kael y nuestra relación.
Elara asintió comprensivamente.
—Es normal sentirse así —dijo ella—. Pero recuerda que tienes derecho a amar a quien desees. No permitas que los demás te digan lo contrario.
En ese momento, un sirviente apareció corriendo hacia ellos con una expresión alarmada.
—Su Alteza —dijo el sirviente con voz entrecortada—. El rey y la reina desean hablar contigo ahora mismo.
Aric sintió cómo un escalofrío recorría su columna vertebral al escuchar esas palabras. Al entrar en la habitación, notó la tensión palpable en el aire. El rey lo miraba con una seriedad inusual mientras Valen observaba desde un rincón con una sonrisa apenas disimulada.
—Aric —comenzó el rey—. Necesitamos hablar sobre tu relación con Kael.
El corazón de Aric se detuvo por un momento; sabía que este era el momento decisivo para él y para Kael.
—¿Sobre qué exactamente? —preguntó Aric con voz firme, tratando de ocultar su nerviosismo.
La reina tomó la palabra antes de que el rey pudiera continuar.
—Hijo, sabemos cuánto amas a Kael… pero hay preocupaciones entre los nobles sobre esta relación. Muchos creen que podría amenazar nuestra estabilidad como reino.
Aric sintió cómo la rabia comenzaba a burbujear dentro de él al escuchar esas palabras. —¿Cómo podían pensar eso?—, se preguntó angustiado. —Kael es leal y valiente; no es una amenaza—.
—No entiendo por qué mi felicidad debería ser motivo de preocupación para nadie —respondió Aric con voz temblorosa—. Kael es un hombre honorable; nunca haría nada para perjudicar al reino.
Valen intervino en ese instante, dejando caer sus palabras como dagas afiladas.
—Pero Aric —dijo Valen con tono melódico—, debes considerar las implicaciones políticas de tu elección. Los nobles no aceptarán fácilmente esta unión; podrías perder mucho más de lo que imaginas si decides seguir adelante con esto.
La mirada intensa del rey se centró en Aric mientras las palabras de Valen calaban hondo en sus pensamientos.
Aric sintió cómo sus emociones luchaban entre sí; por un lado estaba su amor por Kael y por otro lado la presión abrumadora de cumplir con las expectativas familiares y reales.
—¿Y qué sugieren? —preguntó finalmente Aric, sintiéndose atrapado entre dos mundos irreconciliables.
El rey intercambió miradas con la reina antes de responder:
—Queremos que pienses cuidadosamente en esto y consideres renunciar a esta relación por el bien del reino… por tu propio bien.
El corazón de Aric se hundió; esas palabras eran como un puñal atravesando su pecho. No podía aceptar esa opción; no podía renunciar a Kael ni permitir que nadie decidiera por él.
Mientras tanto, Valen sonreía internamente al ver cómo las dudas comenzaban a nublar la mente de Aric; sabía que estaba logrando lo que había planeado desde el principio: socavar la confianza entre Aric y sus padres mientras sembraba semillas de desconfianza hacia Kael.
Aric sintió cómo todo lo que había construido comenzaba a desmoronarse ante sus ojos. La lucha interna se intensificaba mientras miraba a sus padres y luego a Valen, quien parecía disfrutar cada momento de esta tormenta emocional.
Finalmente, cuando todo parecía perdido y las sombras del engaño comenzaban a envolverlo por completo, Aric tomó una profunda respiración y decidió que no iba a dejarse vencer sin luchar.
—No voy a renunciar a Kael —declaró con firmeza, sintiendo cómo cada palabra resonaba dentro de él como un mantra poderoso—. Si eso significa enfrentar las consecuencias, entonces estoy dispuesto a hacerlo.
La habitación quedó en silencio absoluto mientras todos absorbían sus palabras. El rey frunció el ceño, claramente sorprendido por la determinación de su hijo. La reina miraba entre preocupada y orgullosa; sabía lo difícil que era para Aric tomar esa decisión.
Valen sintió cómo una ola de frustración lo invadía al ver cómo sus planes comenzaban a desmoronarse ante la valentía inesperada de Aric. Pero también sabía que no podía rendirse tan fácilmente; tenía más cartas bajo la manga y estaba decidido a jugar hasta el final.
Con una sonrisa fría dibujada en sus labios, Valen decidió cambiar su enfoque; había otras formas de hacerle daño a Aric y separarlo de Kael… formas mucho más sutiles y efectivas que simplemente enfrentarlo directamente.
Mientras tanto, Aric estaba decidido a luchar por lo que amaba; sin embargo, sentía cómo las sombras del engaño comenzaban a cerrarse sobre él nuevamente… ¿Podría realmente proteger su amor o estaba destinado a perderlo todo en esta lucha por el poder?
El futuro era incierto y cada decisión contaba; pero una cosa era segura: la batalla apenas comenzaba.