Sinopsis:
"El Caballero y el Rebelde" es una historia de amor y autodescubrimiento que sigue a Hugo, un joven adinerado, y Roberto, un artista callejero. A pesar de sus diferencias, se sienten atraídos y exploran un mundo más allá de sus realidades. Deben enfrentar obstáculos y aprender a aceptarse mutuamente en este viaje emocionante y conmovedor.
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Capítulo 15: Un Encuentro Imprevisto
El cielo de la ciudad se había oscurecido, y las primeras gotas de lluvia comenzaron a caer. Matilde, elegante como siempre, viajaba en su automóvil junto a su chofer. El semáforo se puso en rojo, y mientras esperaban, sus ojos se posaron en una figura que se apresuraba por la acera: una mujer de mediana edad, empapada por la lluvia, que llevaba consigo varias bolsas del mercado callejero.
Impulsada por un gesto de compasión, Matilde le hizo una seña a su chofer para que detuviera el auto. Bajó la ventanilla y le ofreció un aventón a la desconocida.
"Perdone las molestias", dijo Matilde, con una sonrisa amable. "El clima está terrible y veo que está usted bastante empapada".
La mujer, a quien más tarde conocería como María, dudó un momento antes de aceptar la oferta. "Muchas gracias", respondió, subiendo al automóvil.
El interior del lujoso auto era un contraste marcado con la tormenta que azotaba la ciudad. Mientras el chofer conducía, Matilde y María entablaron una conversación casual. Hablaron del clima, de los precios en el mercado, de sus vidas. María era una mujer sencilla, con una calidez que invitaba a la confianza. Matilde se sintió atraída por su sinceridad.
"Vivo en la mansión de los Velázquez", comentó Matilde, cambiando de tema. "Si no le molesta, podría llevarla hasta su casa".
María se sorprendió. "Los Velázquez... ¡qué familia tan importante!" exclamó. "Yo solía vivir cerca de ahí cuando era joven."
"En ese caso, es un placer llevarla", respondió Matilde.
Al llegar a la mansión, los empleados, acostumbrados a la elegancia y el protocolo, no pudieron evitar lanzar miradas de sorpresa a María. Sus ropas, mojadas y sencillas, contrastaban con el lujo del lugar. "¿Quién es esa señora?", susurró una de las camareras a otra. "Nunca la había visto por aquí." "Debe ser una amiga de la señora Matilde", respondió la otra con una sonrisa irónica.
En la mansión, mientras disfrutaban de una deliciosa infusión, las dos mujeres continuaron conversando. Descubrieron que tenían muchas cosas en común: sus amores por la jardinería, su pasión por la lectura, y sobre todo, su amor por sus hijos.
"Tengo un hijo", dijo María con una sonrisa. "Se llama Roberto. Es un chico muy especial. Le encanta la pintura, la música... un poco rebelde, la verdad."
"Roberto...", repitió Matilde, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. "Mi hijo, Hugo, solía hablarme de un amigo llamado Roberto. Eran inseparables."
María se sorprendió. "¿En serio? ¡Qué curioso! Mi Roberto siempre hablaba de un chico llamado Hugo. Decía que era muy inteligente y amable."
Ambas mujeres se quedaron atónitas al escuchar los nombres de sus hijos. No podían creer la coincidencia. ¡Cómo era posible que se hubieran cruzado con las madres de sus hijos sin saberlo!
Matilde interrumpió a María. "Roberto, ¿dice que es un poco rebelde?" preguntó, frunciendo el ceño. "Mi hijo siempre me ha hablado de él como un chico muy tranquilo y estudioso."
María se rió. "Bueno, cada quien tiene su propia versión de la historia. Mi Roberto es un artista, y los artistas suelen ser un poco... diferentes."
A medida que la noche avanzaba, Matilde y María se dieron cuenta de que habían encontrado una conexión especial. Sin embargo, también se dieron cuenta de que había muchas más cosas que desconocían sobre la vida de sus hijos.
Al quedarse sola, Matilde no podía dejar de pensar en su encuentro con María. Había algo en esa mujer que la había tocado profundamente. No sabía por qué, pero sentía que la conocía de toda la vida.
Ignoraban ambas que sus vidas estaban entrelazadas de una manera que nunca habrían imaginado. El destino las había reunido en un momento inesperado, y ese encuentro marcaría un antes y un después en sus vidas.
Mientras tanto, en su acogedor apartamento, Hugo y Roberto compartían un café mientras discutían sobre el futuro. Hugo, siempre preocupado por la relación entre su madre y María, imaginaba lo peor. Temía que su madre rechazara a María, tal como había hecho en el pasado. Roberto, por su parte, estaba más tranquilo, pero no dejaba de pensar en cómo sería el reencuentro entre ambas mujeres.
Al día siguiente, Matilde decidió llamar a Hugo. Con la voz temblorosa, le contó sobre su encuentro con María. Hugo escuchó atentamente, sorprendido y emocionado a la vez. "Mamá, ¿significa esto que podremos ser una familia?" preguntó con esperanza. Matilde sonrió y le aseguró que haría todo lo posible para que así fuera.
Por su parte, María también habló con Roberto sobre su encuentro con Matilde. Roberto escuchó a su madre con atención, recordando las historias que le había contado sobre su tiempo en la universidad. "Mamá, ¿significa que podré estar con Hugo?" preguntó con curiosidad. María asintió con la cabeza y le prometió que organizarían un encuentro entre ellas.
Matilde, mientras tanto, no podía dejar de pensar en su pasado con María. Recordó vívidamente sus días de universidad, cuando ambas eran inseparables. María había sido una estudiante brillante, pero un año antes de graduarse, había decidido abandonar sus estudios. Matilde nunca supo el por qué, y siempre se había sentido culpable por no haber podido ayudarla.
María, por su parte, también recordaba aquellos días. Había quedado embarazada y, por miedo al juicio de sus padres y de la sociedad, había decidido dejar la universidad. Siempre había admirado a Matilde, quien se había graduado con honores y había construido una vida exitosa.
Al recordar el pasado, ambas mujeres se dieron cuenta de que habían perdido mucho tiempo separadas. Se prometieron a sí mismas que harían todo lo posible para recuperar el tiempo perdido y construir una nueva relación, no solo entre ellas, sino también entre sus hijos.
Unos días después, Matilde y María organizaron una cena en la mansión. Hugo y Roberto, quienes ya habían pasado por varios momentos difíciles juntos, estaban emocionados por conocer a las madres del otro. La cena transcurrió en un ambiente cálido y acogedor. Las conversaciones fluyeron con facilidad, y las risas llenaron la habitación.
Al final de la noche, mientras todos se despedían, Hugo y Roberto se miraron con complicidad. Sabían que esta era una nueva etapa en sus vidas, una etapa en la que sus familias finalmente se unirían.
Justo cuando la velada comenzaba a relajarse, la puerta principal se abrió de golpe, dejando entrar una figura imponente: Don Laurentino, el padre de Hugo y el patriarca de la familia Velázquez. Había llegado antes de lo previsto, interrumpiendo la armonía de la reunión.
Don Laurentino, con su mirada fría y penetrante, recorrió la habitación. Al ver a Hugo y a Roberto juntos, su rostro se endureció. "Hugo, ¿qué haces aquí?", espetó con voz atronadora. "Te dije claramente que no eras bienvenido en esta casa."
Hugo se quedó paralizado, recordando la última vez que había visto a su padre. Don Laurentino lo había desheredado y lo había echado de casa. Roberto, al ver la tensión en el ambiente, se puso de pie y se interpuso entre Hugo y su padre. "Respete a mi pareja, Don Laurentino", dijo con firmeza. "Aunque tenga todo el dinero del mundo, jamás podrá comprar los buenos modales y el amor de su hijo."
Matilde, al escuchar las palabras de Roberto, sintió una mezcla de orgullo y tristeza. Sintió que su Yerno había madurado mucho y que era capaz de defenderse a sí mismo. Sin embargo, también se enfureció al ver cómo su padre trataba a Hugo. Levantándose de su asiento, se acercó a Don Laurentino y le propinó una sonora bofetada.
"Cállate, Laurentino", gritó Matilde. "No permitiré que hables así de mi hijo ni de la pareja que ha elegido. Has sido un padre ausente y cruel, y ahora quieres venir a juzgar a los demás."
Don Laurentino se quedó atónito. Nunca nadie se había atrevido a hablarle así. Matilde, sin embargo, no se detuvo. "Hugo y Roberto se aman, y eso es lo único que importa. No tienen nada que probarte a ti ni a nadie más."
Hugo y Roberto se abrazaron con fuerza, sintiendo el apoyo de Matilde y María. En ese momento, se dieron cuenta de que juntos eran invencibles.
La tormenta había llegado, pero la familia Velázquez había salido fortalecida. Y aunque el camino por delante no sería fácil, sabían que juntos podrían superar cualquier obstáculo.