Margaret Vitaly, le hace una inesperada propuesta al archiduque Bastian Chevalier, pese a que este le lleva muchos años de diferencia. Margaret asegura desear a ese hombre y le pide casarse con ella. Todos saben que Margaret está enamorada del conde Agustín. ¿Por qué ahora quiere casarse con aquel hombre de corazón frío? La respuesta solo lo sabe ella y es que Margaret conoce su futuro, ella ha tenido una regresión después de sufrir una muerte miserable, así que ahora está dispuesta a cambiar ese futuro lamentable y para eso, necesita de aliado al único hombre que le tendió una mano antes de su muerte, ese era el hombre al que ahora Margaret le proponía matrimonio, el archiduque Chevalier.
¿Podrá Margaret cambiar su destino?
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Mi querido Fermín, no es nada de lo que te imaginas.
— Su excelencia, no quiero ser imprudente, pero le recomendaría no mancillar el honor de la flor de la sociedad. Esa joven no es igual a las otras; si se rumorea que se ve con ella, lo obligarán a casarse. Sabe muy bien que el emperador y la emperatriz la tienen en la mira desde su debut.
— Mi querido Fermín, no es nada de lo que te imaginas. Esa intrépida señorita vino a pedirme que me casara con ella. —Fermín jadeó de asombro ante mis palabras; él tampoco se esperaba tal acontecimiento. —¿Puedes creerlo? A mí, al hombre con peor reputación entre las damas. Quiero que prepares la mejor dote que jamás haya existido, así como el anillo de mi madre, la antigua emperatriz. Ese anillo ni siquiera la difunta archiduquesa pudo portarlo, y como fue un regalo que me dio mi madre antes de morir, la emperatriz tampoco tuvo acceso a él. Será perfecto para Lady Margaret. Que todo esté listo antes del anochecer; tengo una cena a la que asistir y un suegro al cual convencer.
— Como ordene su excelencia, prepararé la mejor dote; mandaré al cochero a alistar los carruajes. Lady Margaret será una perfecta Archiduquesa. — Fermín salió saltando de felicidad; estoy seguro de que hará una caravana completa.
— No sé qué pretendes, Margaret, pero de mí no podrás escapar, y menos ahora que he probado la dulzura de tus labios. Serás mi archiduquesa, mi mujer, y quien se atreva a tocarte morirá ante mis manos.
Por su parte, Margaret se encontraba haciendo arreglos en el personal; tenía a todas sus doncellas de frente, incluyendo a aquella que fue parte de su desgracia en su anterior vida.
— Vivían, Cloy y Adani seguirán siendo mis doncellas, Lea, infelizmente ya no requiero tus servicios como una de mis doncellas principales. Aquí está tu paga por tus años de servicio. Como podrás entender, la falla que cometiste ayer fue demasiado grave. — La mujer apretaba sus manos en la falda de su vestido, aunque su rostro mostraba tristeza. Conocía muy bien su verdadera cara. Cuando llegué al ducado, recordé una falla fatal que tuvo ese día, cuando, por "accidente", manchó un vestido que era de mi difunta madre, dejándolo inservible. En el pasado, se lo perdoné, pero ahora lo utilizaré como excusa.
— Pero, mi señorita, yo necesito el trabajo. Mi madre está muy enferma; la verdad, lo necesito. No me cansaré de pedirle disculpas por mi error. — Lo recomendable sería que la mantuviera cerca, pero no me puedo arriesgar; tampoco puedo permitir que sea contratada por otra casa noble.
— El ducado está abarrotado de personal; no necesitamos ayudantes en ninguna área. Incluso en lavandería hay suficiente personal. Puedes retirarte. Guardias, acompañen a la señorita Lea hasta el pueblo. — La mujer estaba furiosa, pero no podía hacer nada. Si mis sospechas son ciertas, el conde Derby estará mañana a primera hora pidiendo verme.
Una vez solucionado lo de esa arpía, fui a ver a mi padre. Él estaba en su estudio, inmerso entre documentos. Si bien mi padre estaba enfermo años antes de mi debut en sociedad, en los últimos tres años su salud ha recaído considerablemente. Pese a su estado, ha podido seguir cumpliendo sus funciones como duque a la perfección, mientras yo cumplo con las obligaciones de la duquesa.
—Padre, no sabes cuánto te he echado de menos —me arrojé a sus brazos, estrechándolo con fuerza. Haría hasta lo imposible por mantenerlo con vida.
—Mi pequeña, nos vimos anoche en la cena. El mayordomo me reportó que saliste al pueblo por asuntos personales. ¿Tienes alguna idea para mejorar nuestros negocios? —y eso que le dije que fuera discreto.
—Padre, tenemos un invitado a cenar. Será una cena discreta; solo nos asistirá el mayordomo y mis doncellas personales.
— ¿A qué se debe tanto misterio? Espero que no sea una visita del conde ese que no me agrada. Una cosa es que hayan sido compañeros de juegos en la infancia y otra muy distinta que diga que se casará contigo, sin siquiera hacerme una propuesta decente.
— No te mortifiques con eso. No me casaría con el conde Derby ni en mil vidas; este invitado te agradará.
Después de la agradable plática, ambos siguieron con sus respectivos deberes. Margaret le dio el día libre a casi todos los empleados del ducado; solo se quedaron los más fieles. No podía permitir que se filtrara quién era el invitado.