Melanie Harper quiere disfrutar de unas merecidas vacaciones antes de enfrentar su dura realidad y tomar una decisión que afectará, sin duda, el resto de su vida, sin embargo, no contaba con que Conor Sullivan apareciera en su vida, y la hiciera vivir todas las aventuras que alguna vez soñó con experimentar.
Conor Sullivan guarda un secreto, es el Capo de la mafia Irlandesa, pero no dejará que Mel se aleje de él por su trabajo, antes peleará con la misma muerte de ser necesario.
Porque si encuentras a la persona que te hace feliz tienes el derecho a hacer lo que sea para conservarla a tu lado, incluso si aquello implica que sangres.
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Paciencia
Conor
–Estás siendo muy irresponsable, Conor, incluso para tus estándares –dice Mauro mientras ambos miramos hacia el vestidor donde Mel se está probando los vestidos–. Olvídate de Ming y Renji, Nowak cortará tus bolas si se entera que estás filtrando a una periodista a su odiosa reunión.
–No tiene cómo saberlo –devuelvo con firmeza–. No soy un novato, sé lo que hago.
–¿Y sabes que estás haciendo con ella? –pregunta serio–. Es una periodista y no cualquier periodista –sisea en un susurro–. Es una mujer que ha basado su carrera en denunciar corrupciones y organizaciones criminales. Si se entera qué es lo que de verdad hacemos para ganarnos la vida, nos destruirá. Destruirá a nuestros amigos, a Mía y a Leo Saviano, el puto presidente de los Estados Unidos.
Las palabras de Mauro caen como un saco de plomo sobre mi cabeza. Tiene toda la razón, pero aún así… No, no puedo alejarme.
–Ella no hará nada –digo con poca convicción.
Mauro ríe. –Estás como una cabra si crees eso.
Mel sale del probador viéndose tan hermosa que es físicamente doloroso. Lleva un vestido rojo pegado a su cuerpo, con un escote en forma de corazón, y que deja sus hombros desnudos. El vestido cae por su cuerpo hasta el suelo, pero en su pierna derecha tiene una abertura, que muestra prácticamente toda su pierna.
Mauro silba despacio a mi lado.
–Aunque creo que ahora te entiendo.
Lo miro y lo fulmino con la mirada. –Si no te vas ahora mismo te cortaré la polla.
–Al menos yo la uso –molesta antes de levantarse.
Camina hacia Mel y tengo que contar hasta diez para no lanzarme contra mi amigo de toda la vida.
–Te ves preciosa, bella mía –le dice tomando su mano entre las suyas.
–Farina –mascullo furioso.
–Tengo una llamada que hacer –se disculpa con una boquiabierta Mel.
Suspiro agradecido cuando desaparece, y no dejo que el mohín que hace Mel, al verlo desaparecer, arruine este momento.
–Te ves preciosa –digo cuando estoy a su lado. Tomo su mano y la hago girar en trescientos sesenta grados, como si estuviéramos bailando–. Este vestido fue hecho para ti.
–No lo sé –murmura mirando el escote y la apertura en la pierna–. No me importaría si fuéramos a otro lado, pero estaré delante de hombres que…–Hace una mueca de asco–. Sé lo que hacen y creo que vomitaría si me miran de la forma incorrecta.
Tomo su barbilla en mi mano. –Nadie te mirará porque eres mía y eso los alejará.
–¿Tuya? –pregunta confundida.
–Irás como mi pareja, Mel, y eso te protegerá. Y si te hacen sentir incomoda los mataré con mis propias manos –mascullo al imaginar que otros hombres puedan mirar a Mel como yo lo estoy haciendo ahora, con deseo.
Mel ríe y golpea mi pecho con su mano. –Claro, como lo hiciste con los turcos –molesta–. Todos saben que eso no es verdad. Eres un gigante amable, Conor, y eres un buen hombre.
Sonrío ante sus palabras, pero está equivocada. Yo maté a esos turcos y podría hacer lo mismo con todos esos imbéciles. Sobre todo, si la pervierten con su mirada asquerosa.
–Estarás a salvo conmigo –juro mientras acaricio su mejilla–. Eres una aparición envuelta en raso rojo.
–Creo que es seda –dice girándose para tratar de ver la etiqueta. Maldita sea se ve adorable–. ¡Diez mil dólares! –exclama ofendida al ver el precio–. Es más de lo que cuesta mi auto.
–Es lo que mereces, Mel. Una mujer como tú debería siempre vestir así.
Arruga su ceño. –Es lindo, pero… No lo sé.
–¿Lo va a llevar? –pregunta una de las dependientas cargando una docena de vestidos–. Estos son todos los vestidos que le han gustado hasta ahora.
Mel se acerca rápidamente a ella y comienza a ver las etiquetas y retrocede asustada.
–Llevamos todo –digo de inmediato.
–¿Estás loco?
–¿Ya eligió el calzado? –le pregunta la dependienta apuntando a la docena de distintos zapatos.
–Los llevará todos –digo–. Nos queremos ir pronto –agrego y la dependienta toma todos los zapatos.
–Por favor, deje el vestido rojo en el probador, ya vendré por el –le pide a Mel antes de irse.
–Maldita sea, Conor –me regaña–. No quiero que gastes dinero en mí. Ya estás haciendo más que suficiente. Cuando venda la historia de Nowak te pagaré cada centavo –jura antes de volver al probador.
Sonrío y camino hacia la caja registradora para pagar, quiero sacarla de aquí cuanto antes.
******
Mel niega con su cabeza mientras guarda toda la ropa en el pequeño closet.
–Todo esto es un despropósito, pero es la ropa más linda que he usado en mi vida.
–Es solo ropa –le aseguro–. Lo que hace la diferencia eres tú, Mel. Eres una mujer hermosa.
Su rostro se sonroja y luego mira la cama.
–Supongo que ya tenemos que dormir, ¿no? –pregunta mordiéndose el dedo pulgar–. Iré a… –calla y toma un bolso pequeño y corre hacia el baño.
Sonrío mientras me saco la ropa. Nunca uso ropa de dormir porque prefiero dormir desnudo, pero por Mel me dejaré el bóxer puesto.
Me acuesto en la cama y me obligo a revisar mi teléfono.
¿Estás loco?
Es el primer mensaje que leo de Ming, seguido por otro de Renji.
Juro que te mataré. Ni siquiera Alek podrá defenderte esta vez.
Mauro y su gran bocota. Por supuesto que les fue con el cuento a mis amigos.
Llámame.
Es el mensaje de Alek y sé que tendré que hacerlo tarde o temprano.
Estoy arriesgando mucho por una mujer. Pero no es cualquier mujer, es Melanie Harper y sé que no me arrepentiré de esto.
Mel sale del baño envuelta en un camisón negro tan corto, que cuando se gira puedo ver sus muslos desnudos. Trago un gruñido cuando puedo distinguir la forma de su precioso trasero bajo la delgada tela.
–¿Vas a dormir así? –pregunta cuando voltea a verme.
–Es esto o desnudo, tú prefieres –devuelvo con una sonrisa.
Niega con su cabeza y luego coloca una enorme almohada a mi lado antes de acostarse.
Me inclino para mirarla por sobre la almohada.
–Si sabes que esto no ayudará, ¿verdad?
Su rostro se sonroja.
–No es por eso. Me gusta abrazar algo cuando duermo. ¿Lo ves? –pregunta abrazando la enorme almohada.
–Siempre podrías abrazarme a mí.
Mel me mira y luego su mirada baja por mi estomago hasta mi bóxer, pero sube la mirada rápidamente a mi rostro.
–No creo que sea una buena idea, Conor –susurra y puedo escuchar como la añoranza y el miedo se mezclan en su voz.
Enredo mi mano en su cabello y la acerco a mí.
–Buenas noches, Mel –digo y beso sus labios por tan solo un par de segundos, sorprendiéndola tanto, que lo único que hace es asentir.
Sonrío mientras me giro y apago la luz de la lámpara.
La habitación se sume en una oscuridad tranquilizadora y trato de dormir, pero saber que Mel está a mi lado hace que todo sea más complicado.
La deseo. La deseo tanto que daría toda mi fortuna por tan solo tener una noche con ella. Una noche que sé, nunca olvidaría, y ella tampoco lo haría. No soy un amante muy generoso porque nunca me ha importado el placer de mi acompañante, pero con Mel es distinto. Sé que su placer es más importante que el mío, y sé que verla satisfecha me empujará más allá de cualquier borde por el que haya saltado antes.
¿Qué me está haciendo esta mujer?
Siento que estoy bajo un poderoso hechizo, pero tengo la certeza de que si alguien me ofreciera el antídoto no lo querría.
Quiero sentirme así siempre.
Escondo mis manos bajo mi cabeza cuando siento la tentación de lanzar lejos esa almohada y tomar lo que quiero. Sé que Mel lo quiere, pero no quiero tenerla con dudas en su cabeza. No quiero ser sexo de venganza para ella, y tampoco quiero ser un ligue de una noche.
Quiero más y para eso imagino que deberé tener paciencia.
Por ella la tendré.