El Sacrificio De Meskhenet

Mientras avanzo lentamente hacia el salón en donde me aplicaran el examen del día, arrastrada por la marea de estudiantes que se dirigen a sus correspondientes lugares, me sumerjo en una ensoñación. En ella camino entre una multitud que me arrastra, cómo si yo fuera una hoja sobre la corriente de un río, imágenes de distintos tiempos y lugares me asaltan, infinidad de personas que se vuelven siluetas desdibujadas se arremolinan a mi alrededor avanzando empujándome a que me mueva con ellas sin que yo sea verdaderamente uno de ellos, entonces, como en aquellos tiempos, deseo regresar con los míos, a mi hogar, y antes de ser arrastrada a un vortice infinito de sombras sin rostro, la voz de Vlad resuena en mi corazón, susurrando promesas que no entiendo, pero que se que cumplirá... Ahora creo saber a donde puedo volver. Es entonces que mi paso se vuelve más firme y el miedo que amenazaba con paralizarme se disipa.

Una vez en el umbral del salón, las ensoñaciones se desvanecen. Lleno mis pulmones de aire y me decido a entrar; por primera vez las miradas de mis compañeras, los cuchicheos y las risitas burlonas no me interesan, ya no espero lograr ser aceptada por ellas, de alguna forma, por fin he logrado aceptar que yo no soy una de ellas... y he logrado entender y aceptar su rechazo, cómo algo inherente a mi verdadera naturaleza, la cual seguramente, de forma instintiva, ellas también presienten... Yo no soy como ellos...

.

.

.

A pesar de que ya dominaba todos los temas, tardé más de lo esperado en el examen; no me podía concentrar. Mi mente rebota entre un sin número de conjeturas extrañas, que me llevaban constantemente a callejones sin salida. En éste punto no sabía lo que pasaba, me sentía usada, como un objeto; el que yo creía mi primer beso, fué regalado por mi mejor amiga al hombre de sus sueños. También pensaba constantemente en el sacrificio que se había mencionado cuando llegamos por primera vez al salón de tatuajes y que me inquietaba en mis ensoñaciones. Y luego estaban las inexplicables acciones de Meskhenet; <>

Al salir del examen Meskhenet fingió chocar conmigo, a diferencia de la mañana, su actitud parecía haber regresado a la de las últimas semanas, alejándose de mi de inmediato, sin embargo sentí cómo colocó una pequeña nota en mi mano:

“Salgo de inmediato a tu casa. Aún tengo la llave de repuesto. He llamado a tu tía y la he convencido de salir a cenar, necesito hablar a solas contigo. No dudes que te quiero y que todo ésto es necesario... Tendrás tus respuestas después de que tomes una decisión.”

Una vez más hablaban de esa famosa “decisión”. Una sensación de urgencia atenazó mi corazón, debí alcanzar a mi amiga, necesitaba saber. Salí corriendo del colegio, pero ya no la alcancé, en cambio, ahí, en la acera de enfrente me esperaba, recargado en su motocicleta, Vlad... Y por primera vez lo observé en toda su magnificencia, tenía una hermosura peligrosa y magnética que me había esforzado en ignorar, pero después de lo ocurrido, ya no estaba segura de poderlo seguir haciendo. Además, él tenía algo en su semblante, su gesto, que habitualmente era severo, ahora parecía compasivo, lo que me causó preocupación y una oleada de peligro me invadió.

Por un instante pensé en ignorarlo, no cruzar la calle y continuar con mi vida justo donde estaba antes de conocerlo; entonces nuestras miradas se encontraron y supe que no podría regresar a mi vida anterior, de alguna forma ya no me sentia la misma. Él me observo cómo si pudiera traspasar todas mis frivolidades y verme sólo a mí: mi verdadero yo, con todos mis miedos, manías y desatinos, de alguna forma, él podía ver mi alma. En ese instante todas los miedos y dudas desaparecieron, y a pesar de que en realidad yo no sabía nada de Vlad, yo quería saber; costara lo que costara, debía resolver el enigma del hombre que apareció en los sueños de Meskhenet y que había comenzado a afectar los míos.

.

.

.

Llegamos a mi casa al atardecer, ya que a pesar de mi urgencia por llegar, Vlad debía pasar al museo donde todo inició, para recoger un libro antiguo, igual al que me provocó la alucinación... La casa me pareció tan aterradora y oscura como ningún otro lugar. Bajé de la motocicleta y me dispuse a despedirme de Vlad, pero él no me lo permitió, me tomó por la cintura y me dijo al oído

–Es mejor que entre contigo, ya ha llegado el momento– yo no encontré la forma de negarme, algo en mi interior estaba de acuerdo con él.

Me hizo pasar delante de él y me indicó subir las escaleras, traté de encender las luces; él no me dejó hacerlo, la única luz que había era la que se colaba de la puerta que aún permanecía abierta. De repente sentí miedo, llamé a Meskhenet y no recibí respuesta; recordé que cuando perdí la conciencia había escuchado que ella seguía en contacto con Vlad a través de Messalina, fuese lo que fuese que ocurriera, los dos estaban de acuerdo en todo: ellos lo habían planeado...

Cuando llegamos a la planta superior él me indicó con una mano que fuera a la habitación al final del corredor. Mi casa era algo vieja y grande, y esa era una de las recamaras que no se usaban, había sido de mis padres, tenía entendido que era la más grande y silenciosa, por ser la más apartada. Había una luz tenue en el interior de la recamara, se podía ver por debajo de la puerta. Yo no quería abrir, tenía miedo, ya no estábamos jugando, y no estaba lista para enfrentar la realidad, fuera cual fuera.

Traté de dar la vuelta y escapar; Vlad me bloqueó el paso, él estaba ahí de pie, inmutable ante mi temor, aún llevaba el bozal y debajo alcance a ver una sonrisa torcida. Me negué a continuar y el tomó mis brazos por las muñecas, me giró, haciéndome quedar una vez más frente a la puerta, él me abrazaba, de repente él se inclinó dejándome sentir su aliento en mi nuca:

–Es demasiado tarde para escapar.