En una sociedad machista nuestra protagonista, Johanna Mendieta deberá elegir entre el amor y cumplir las expectativas de la sociedad. Conocerá a un hombre que le demostrará qué para el amor no hay edad.
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Capítulo 24
Mis padres llegan este fin de semana, hoy le voy a comentar a Johanna qué quiero que la conozcan, les he hablado tanto de ella que están ansiosos, en especial mi mamá que desde hace mucho me presiona para que tenga una pareja.
Entre semana es difícil vernos porque sus hijos están con ella, me parece que hoy les toca comer con el papá y tengo la esperanza de que ella acepte salir a comer conmigo.
Por la mañana la sorprendí en la cafetería cuando llegaba a abrir y pudimos tener un momento a solas, pero no iba a perder el tiempo hablando de mis padres.
📩 Bonita, me gustaría invitarte a comer hoy. ¿Qué dices?
Tarda unos minutos en responder, seguro debe de haber mucho trabajo en la cafetería.
📩 Me parece bien, amor. ¿Dónde nos vemos?
📩 Paso por ti a las dos.
📩 Perfecto, te espero.
Daniela ingresa en mi oficina con unos documentos que debemos revisar. Una vez que terminamos, la conversación gira en torno a Johanna.
- ¿Y cómo van las cosas con mi amiga?
- Muy bien, con excepción de su ex qué es una piedra en el zapato.
- Lo supuse, es un tonto.
- Este fin de semana vienen mis padres y quiero presentarles a Johanna.
- Wow, esto va más en serio de lo que imagine.
- Sí, hoy la invité a comer y voy a contarle sobre la visita de sus suegros.
- Uy, conociéndola se va a poner muy nerviosa.
- Ayúdame a tranquilizarla, quiero que se conozcan.
- Cuenta conmigo.
Termino algunos pendientes y salgo rumbo a la cafetería, hay un restaurante cercano y es ahí donde iremos a comer.
Al entrar la veo sonriente detrás el mostrador y me quedo embelesado observandola. Cuando nota mi presencia le dice algunas palabras a Romina y sale a mi encuentro.
- Hola, amor- me sorprende con un beso en los labios.
- Hola, bonita. ¿Nos vamos?
- Sí.
La tomo de la mano y caminamos por el centro de la ciudad rumbo al restaurante. Me gusta que ya no quiera esconder nuestra relación.
Mientras comemos hablamos de varias cosas y aprovecho para contarle sobre mis padres.
- Bonita, este fin de semana llegan mis padres y me gustaría que los conozcas.
- Amor, ¿no te parece que es muy rápido?
- Para nada, les he hablado de ti y quieren conocerte.
- Amor, no lo sé. Lo nuestro es muy reciente y el asunto de mi edad puede ser un problema para ellos.
- Si no es un problema para mí, ellos no tienen porque opinar al respecto.
- Solo quiero que estés seguro de que es el momento adecuado.
- Lo es, amor. Van a estar tan fascinados como lo estoy yo contigo.
- Eso espero, amor. ¿Qué día tienes planeado qué sea la cena?
- El sábado, bonita. Llegan el viernes.
- Muy bien, voy a estar muy nerviosa.
- No tienes por qué, te aseguro que les vas a encantar.
Le cuento un poco más sobre mis padres para que tenga una idea de como son sus personalidades y se sienta menos nerviosa.
Regresamos a la cafetería, nos despedimos y vuelvo a la oficina.
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Hoy conoceré a los padres de Antonio, Daniela vino a darme apoyo moral y ayudarme a elegir mi atuendo.
- No tengo idea de que usar. Estoy muy nerviosa.
- Tranquila, amiga. Estoy segura de que te ganarás a tus suegros.
- Me preocupa lo que opinen acerca de mi edad y del hecho de que tengo dos hijos. Por lo que Antonio me ha comentado, su mamá quiere que le dé nietos y no sé si yo pueda darle hijos.
- Es algo apresurado hablar de hijos y es un tema que solo les concierne a Antonio y a ti.
- Tú sabes que la opinión de los padres siempre es importante y llega a pesar en una relación.
- Conociendo a Antonio no creo que la opinión de sus padres interfiera en su relación contigo. Ahora deja de preocuparte y busquemos un lindo vestido para ti.
Después de un rato tenemos el vestido ideal para la velada. Antonio no tarda en llegar por mí.
- Luces hermosa, amiga. Bajemos a esperar a tu galán y roguemos porque a ninguno de tus hijos se les ocurra hacer de las suyas el día de hoy, especialmente a tu adolescente rebelde.
- Por favor ni lo menciones, no quiero problemas esta noche.
- Bueno, yo me voy antes de que llegue tu galán. Mañana me cuentas como te fue.
- Gracias, amiga.
Daniela se va y falta poco para que llegue Antonio, no dejo de caminar de un lado a otro del pasillo, estoy sumamente nerviosa.
Tocan el timbre y sé que es él. Camino lentamente a la puerta, respiro profundamente en un intento de calmar mis nervios. Mi corazón late a mil por hora.
- Amor. ¡Estás espectacular!- expresa al verme- Ya estoy pensando en dejar plantados a mis padres y tenerte únicamente para mí.
- No podemos hacer eso, mejor vámonos qué muero de nervios.
- Tranquila, mis padres son muy relajados. Seguro les vas a agradar- me besa con ternura y me toma de la mano para guiarme al auto.
Llegamos demasiado rápido, frente a la puerta del apartamento, antes de entrar hago algunas respiraciones más.
Sus padres nos esperan en la sala de estar y al vernos entrar ambos se ponen de pie.
- Mamá, papá, les presento a Johanna Mendieta, mi novia. Amor, ellos son mis padres Marcela y Carlo Bianchi.
- Mucho gusto, señores Bianchi- extiendo mi mano para estrechar la de ellos.
- El gusto es nuestro Johanna, Antonio nos ha hablado mucho de ti- responde Carlo mientras estrecha mi mano.
- Un placer, Johanna- saluda su mamá.
- Pasemos al comedor antes de que se enfríe la cena- solicita Antonio.
- ¿Te ayudo a servir, amor?
- No, bonita. Toma asiento, yo me encargo- caballero como siempre retira la silla para mí.
En cuanto la cena y el vino están servidos se une a nosotros y comienza una charla trivial a fin de aliviar la tensión.
- Nos cuenta Antonio qué tienes dos hijos- menciona Marcela.
- Así es, una hija de 16 años y un niño de 10.
- Disculpa la pregunta, ¿qué edad tienes?
- ¡Mamá!- protesta Antonio, pongo mi mano en su antebrazo en señal de que no me molesta la pregunta.
- Tengo 38 años, señora Marcela.
- Pues sí quieren tener hijos deberán apurarse.
- Mi amor, creo que ese tema no nos corresponde- le dice su esposo.
- Papá tiene razón, Johanna y yo aún no hemos tratado esos temas y además, no tenemos prisa.
- Pues deberían hablarlo, a mayor edad es más difícil concebir y es un tema importante que después puede traerles problemas.
- Mamá, creo que te estás extralimitando. Cambiemos de tema, por favor.
Las preguntas de la mamá de Antonio me han hecho sentirme incómoda, no quiero demostrarlo y me disculpo con ellos para ir al tocador.
Las dudas se hacen presentes, la señora Marcela tiene razón. Nuestra relación recién comienza y quizá formalicemos dentro de un año, para cuando tengamos una relación seria yo estaré entrando en los cuarenta años y quien sabe si para entonces pueda quedar embarazada.
Además, están mis hijos, no sé como tomarían el hecho de que yo volviera a casarme y que tuviera un hijo. Todos mis temores se hacen presentes.
Unos golpecitos en la puerta me devuelven a la realidad.
- Amor, ¿estás bien? Abre por favor.
La voz de Antonio muestra preocupación. Antes de abrir me miro al espejo y me esfuerzo por cambiar mi expresión y parecer tranquila.
- Estoy bien, amor.
- Disculpa a mi madre, no sé qué le sucede. Jamás se había comportado de esa forma.
- Porque nunca le habías presentado a una mujer mayor que tú.
- Eso no justifica su actitud. Las decisiones en nuestra relación nos corresponden solo a ti y a mí y ella no tiene derecho a cuestionarnos.
- Es tu madre, amor. Es normal que se preocupe.
- No la justifiques, por favor.
- No lo hago. También soy madre y la comprendo. Estoy bien, de verdad. Regresemos al comedor.
Pongo mi mejor cara y nos reunimos con sus padres nuevamente. El resto de la cena transcurre sin preguntas incómodas; sin embargo, me queda claro que no soy del agrado de su mamá.