Regresar Para Enmendar

Las puertas del instituto se abrieron, dejando escapar una oleada de estudiantes con rostros de alivio y alegría. El examen, ese gigante que nos había mantenido en vilo durante semanas, finalmente había sido vencido. El camino hacia mi casa se convirtió en un desfile de risas y conversaciones animadas, la tensión del examen se esfumaba con cada paso.

Al llegar, la sorpresa nos esperaba. Mis padres y los padres de Rin estaban reunidos en la sala de estar, sus sonrisas de bienvenida iluminaban el ambiente. Era domingo, un día libre para todos, y habían decidido esperar juntos en mi casa. La calidez del hogar se mezclaba con la emoción de la espera.

En cuanto nos vieron entrar, una lluvia de preguntas nos inundó. "¿Cómo te fue?", "¿Te pareció difícil?", "¿Qué tal te sentiste?". La preocupación y el cariño se respiraban en el aire, y aunque me causó gracia la avalancha de interrogantes, también me conmovió la emoción genuina de todos por saber de nuestra experiencia.

Rin y yo nos miramos, sonriendo, y comenzamos a contarles sobre nuestro día. La tensión del examen se desvaneció, reemplazada por la calidez del hogar y la compañía de seres queridos. Era un domingo perfecto, lleno de amor y compañía, y la espera, aunque emocionante, se sentía menos pesada con la compañía de todos.

Y así, el día transcurrió entre conversaciones animadas y risas contagiosas. Compartimos el almuerzo y la cena, disfrutando de la compañía mutua y del calor familiar. Mis padres y los de Rin se llevaron bien, compartiendo historias y experiencias, mientras que Rin y yo nos sentimos cómodos y relajados en presencia de nuestros seres queridos.

Pero, como todos los días, la noche inevitablemente llegó, trayendo consigo un ambiente más tranquilo y reflexivo. La luz del sol dio paso a la suave iluminación de las lámparas, y la energía de la journée se calmó, dejando espacio para la serenidad y la calma.

En ese momento, nos dimos cuenta de que el día había pasado volando, lleno de momentos felices y memorias que atesoraríamos para siempre. Y aunque la noche nos separaba, sabíamos que el recuerdo de ese día especial nos acompañaría siempre.

Después de una cálida despedida, Rin y sus padres se retiraron a su hogar, dejándonos con una sensación de gratitud y felicidad. Me quedé pensando en lo bien que había sido el día, y cómo había sido un momento perfecto para compartir con las personas que más me importaban.

"Espero que mañana los resultados sean buenos", dije, expresando mi ansiedad por saber cómo había ido en el examen.

Mi madre sonrió y me dijo: "Yo sé que ingresarás, tienes todo el potencial para lograrlo".

Mi padre, que había estado escuchando la conversación, asintió con la cabeza, mostrando su acuerdo y confianza en mí. Su gesto me llenó de tranquilidad y me hizo sentir que, sin importar lo que pasara, siempre tendría el apoyo de mi familia.

Con un suspiro de satisfacción, me despedí de mis padres. "Voy a mi habitación, buenas noches mamá, buenas noches papá", dije, sintiendo la calidez de su amor en sus "Buenas noches hijo" y "Que descanses". Subí las escaleras con pasos cansados, pero con el corazón ligero.

Al entrar en mi cuarto, lo primero que hice fue encender mi celular. El examen había prohibido su uso, y ahora, con la libertad de la noche, ansiaba saber qué noticias me esperaba. Una sonrisa se dibujó en mi rostro al ver el mensaje de Rin.

..."Buenas noches, mañana te espero para ir a ver los resultados. ¡Te quiero mucho!"....

Quería saltar, gritar, expresar la alegría que me inundaba. Pero mi cuerpo cansado, víctima de la jornada y la emoción, me lo impidió. Me dejé caer sobre la cama, la sonrisa aún dibujada en mi rostro, mientras la imagen de Rin y su mensaje me llenaban de felicidad. La espera del resultado del examen se sentía menos pesada, sabiendo que mañana lo compartiría con ella.

Y así, el sueño me ganó, envolviéndome en un abrazo cálido y profundo. La noche pasó como una estrella fugaz, rápida y silenciosa, hasta que el gran e inquieto Sol, con sus rayos dorados, despertó al mundo. Sus rayos, como dedos de luz, se deslizaron por mi ventana, despertando a mi cuerpo y a mi mente.

Un nuevo día comenzaba, lleno de posibilidades y de la emoción de conocer el resultado del examen. La espera ya no era tan pesada, la compañía de Rin, la promesa de un nuevo día y la calidez del hogar me llenaban de energía. Me levanté de la cama, con una sonrisa en el rostro, listo para enfrentar el día y descubrir lo que el destino me tenía preparado.

El baño se convirtió en un campo de batalla contra el tiempo. Me afeitaba con rapidez, la ansiedad por conocer los resultados me impedía disfrutar de la rutina matutina. Bajé las escaleras a toda velocidad, encontrándome con el desayuno servido, un aroma delicioso que me llenó el estómago de anticipación.

Devoré cada bocado, agradeciendo a mi madre por su cariño. Ella, con una sonrisa cálida, me dijo: "Hijo, sé que lo lograste". Sus palabras fueron un bálsamo para mi alma, un alivio que me quitó un peso de encima. Mi padre, con una sonrisa cálida, añadió: "Pase lo que pase, estamos para apoyarte".

Con esas palabras de aliento, salí de casa casi corriendo. Iba a buscar a Rin, pero un mensaje llegó a mi teléfono en ese preciso instante. "Salí antes, también estoy ansiosa. Nos vemos ahí". Su mensaje me llenó de alegría, la espera se convertía en un momento compartido, en una aventura que íbamos a vivir juntos.

Tan pronto como llegué, vi a Rin corriendo hacia mí con una sonrisa radiante en su rostro. Mi corazón latía con emoción mientras ella se acercaba. Y entonces, sin previo aviso, me dio un beso apasionado en los labios. Mi sorpresa fue total, mis ojos se abrieron de par en par mientras trataba de procesar lo que estaba sucediendo.

"Lo logramos, lo logramos!", gritaba Rin casi sin aliento, su voz llena de euforia. "¡Ingresamos!", repetía una y otra vez, como si no pudiera creerlo.

Yo también me uní a su alegría, "¡Sí, amor, lo logramos!", le respondí, mi voz llena de emoción. Y en ese momento, sin importar quién nos viera, nos dimos un beso apasionado, dejando que nuestra felicidad y alivio fluieran libremente.

Pero en medio de esa euforia, noté algo que me hizo dudar por un instante. Rina me miraba con cierto recelo, una sombra de duda en sus ojos que no pude entender en ese momento. Pero no me dio tiempo a pensar en ello, porque nuestra alegría y felicidad eran demasiado grandes para que nada las empañara.