Bella

Isabella no le dio importancia a lo sucedido ese día, pues estaba clara que Ignacio no la quería, los días seguían pasando y la relación entre Isabella e Ignacio seguía creciendo y sin que ellos se dieran cuenta, un sentimiento empezó a nacer, a Ignacio ya gustaba de Isabella desde hace mucho tiempo, pero ella nunca se interesó en él de esa manera, al menos eso pensaba ella.

— Buenos días, mamá. — dijo Isabella sonriente.

— Buenos días, hija, veo que amaneciste de buen humor. — respondió Miranda al saludo de su hija.

— Así es mamá, es increíble cómo pasa el tiempo, ya tenemos casi un año desde que llegamos a este país. — acotó Isabella.

— Así es mi amor, y lo que más me emociona de todo es verte en la gran profesional en la que te has convertido, me siento orgullosa de ti. — Miranda estaba feliz del cambio que había dado su hija, ya no era más la niña tímida e insegura de antes y el puesto que tenía en la empresa de Ignacio se lo había ganado ella a pulso, ya que Ignacio no daba nada sino que veía el esfuerzo de sus empleados y para él Isabella en la empresa era una empleada que debía ganarse las cosas con empeño y dedicación.

— Buenos días, hermosas mujeres. — saludo Ignacio entrando al comedor.

— Buenos días. — contestaron las mujeres al mismo tiempo.

— Cómo pasaste la noche?. — pregunto Isabella espontáneamente.

— Bien y tú, como dormiste?. — respondió Ignacio sirviéndose un poco de café.

— Muy bien, dormí como un bebé. — respondió Isabella con una sonrisa.

— Y usted suegra, qué tal amaneció el día de hoy?. — pregunto Ignacio integrando a Miranda a la conversación.

— Bueno, hijo ya sabes qué cuando uno llega a cierta edad los achaques no te dejan dormir.

Isabella e Ignacio no pudieron aguantar la risa, Miranda era una mujer joven a penas de unos cuarenta y tres años y ya hablaba como una anciana, entonces Isabella cayó en cuenta de que su mamá nunca tuvo ni siquiera un novio en todo este tiempo, ella se preguntó el por qué?, su mamá era una mujer hermosa e inteligente, además tenía un carisma único, ella no entendía la razón de Miranda para estar sola.

— En que piensas Bella?. — pregunto Ignacio al ver a Isabella tan distante.

— Nada importante. — dijo Isabella pensativa.

Una ve terminaron de desayunar, Isabella e Ignacio se fueron a trabajar dejando a Miranda sola en la casa, mientras Miranda recorría el jardín recibió un mensaje, al abrirlo y leerlo una sonrisa apareció en su rostro.

— "Veámonos donde siempre".

— "Dime la hora".

— "En una hora".

Esa fue toda la interacción que tuvo con aquel desconocido, una vez termino de hablar por mensajes, la mujer subió a su habitación y cambio su ropa, se puso algo de maquillaje y salió de la casa, ya la estaba esperando un taxi quien la llevo a su destino, el cual era un edificio residencial a las afueras de la ciudad, el lugar perfecto para tener una aventura.

— Como siempre tan puntual. — dijo el hombre que le abrió la puerta.

— No me gusta hacer esperar. — respondió Miranda seductora.

El hombre se adueñó de los labios de la mujer haciéndola entrar al apartamento en medio de un apasionado momento.

Por otro lado, Isabella se encontraba sumergida en una pila de papeles.

— Isabella es hora de irnos a almorzar. — dijo Ignacio acercándose a ella.

— Ok, solo recojo estos documentos y salgo. — respondió Isabella.

— Solo no demores, muero de hambre. — contesto Ignacio sonriente.

— Siempre tienes hambre, no sé cómo le haces para mantener ese cuerpo si comes tanto. — comento Isabella.

— Cuando quieras te puedo enseñar lo que hago. — respondió Ignacio coqueto.

— No cambias verdad, mejor salgamos que se nos hace tarde.

Los dos salieron a almorzar a un restaurante, ese día verían a un cliente muy importante y como los dos eran adictos al trabajo no perdieron el tiempo e invitaron al sujeto al restaurante.

Una vez llegaron, un camarero los condujo hasta su mesa, la cual estaba en una habitación privada.

Al llegar se encontraron con dos hombres esperándolos en el lugar.

— Buenas tardes, lamento haberlos hecho esperar. — dijo Ignacio disculpándose.

— No se preocupe señor Hernández, también acabamos de llegar. — respondió el hombre de mayor edad.

Ignacio asintió con la cabeza y procedieron a sentarse.

— Ella es Isabella Del Castillo, mi prometida y mano derecha en la empresa.— dijo Ignacio presentando a Isabella.

— Un gusto conocerla señorita y felicitaciones por el compromiso. — dijo el señor Roberto Leal. — Les presento a mi hijo Andrés Leal. — continuo Roberto.

Andrés era un hombre de la edad de Ignacio, solo que su apariencia era menos sería, aquel hombre se sintió atraído por la belleza de Isabella, así que no podía apartar la vista de la chica, esa fue la razón por la que Ignacio aclaro que ella era su prometida.

— Un gusto conocerlos, espero que nuestra cooperación siga siendo de las mejores. — respondió Andrés sin quitar la vista de Isabella.

Por otro lado, Isabella se sentía incómoda por la mirada penetrante de Andrés, ella no estaba acostumbrada a que la mirarán tanto y menos en presencia de Ignacio.

— Qué deseas comer amor?. — le pregunto Ignacio a Isabella en un susurro lo suficientemente alto para que los presentes escucharán.

— Ya sabes lo que me gusta cariño. — contesto Isabella rozando las manos de Ignacio con suavidad.

— Está bien, pediré eso para los dos.

La escena fue muy romántica, y claro ellos se trataban como verdaderos enamorados, el que los viera no dudaría ni un momento de su relación.

El almuerzo empezó en un ambiente animado, los presentes hablaron de negocios y una vez terminaron ese asunto empezaron a hablar de sus vidas y experiencias, Isabella estaba fascinada con las anécdotas de Roberto, se veía que el hombre había conocido el mundo, también era muy letrado y conocía de muchos temas, cosa que a Isabella le gustaba se las personas, una vez terminado el almuerzo Roberto invito los invito a pasar el fin de semana en un retiro donde irían para relajarse y olvidar un poco el estrés del día a día, a lo que ellos aceptaron gustosos.