El clan de brujas Lanira suele vivir en la clandestinidad, las reglas de su clan son claras, no busques más de lo que necesitas o puedes llamar la atención de un dragón.
Aisha miembro de este clan estaba por terminar su año en solitario y sus practicas profesionales cuando desapareció del radar, el clan ha implorado saber, pero hay un poder muy grande que la retiene y la oculta de su familia.
Dos años después ella regresa herida y sin memoria de lo que le ocurrió durante su ausencia y con la cría de un dragón creciendo dentro de ella...
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Taranis Lugus
Antes de que Fafner colgara el teléfono Nidhogg ya estaba camino a la Antigua Provincia, el trayecto no era largo, pero sabía que un dragón en un estado emocional tan inestable como el de su hijo, podía ser muy peligroso, y cada segundo contaba. En el fondo él podía comprender la desesperación y el dolor de su hijo, ya que eran un reflejo del propio. Durante siete años había visto, al que antes fue su hijo más gentil y apasionado, convertirse en un completo extraño que se encolerizaba fácilmente y mostraba apego hacia nada ni nadie, y a diferencia de los gemelos que habían llegado cuando Ragnar y Fafner ya eran adultos, ellos dos habían crecido juntos, acompañándose en todo y siendo cómplices el uno del otro. Su corazón estaba cargado de culpa, pues al estar sumido en su propio dolor y perdida por Ragnar, ignoró el dolor y perdida de Fafner, dejando completamente sólo a su hijo, y era por eso que debía detenerlo, antes de que él mismo se hiciera daño.
Durante el trayecto se comunicó con Ejder, no deseaba que sus hijos más jóvenes se involucraran en éste asunto. Ante sus ojos aún eran unos niños, y como tal, había preferido mantenerlos en la ignorancia del dolor por el que atravesaba su familia, sin embargo, necesitaba saber qué era lo que estaba pasando y en caso de ser necesario que pudiera detener por un momento a Fafner.
Sin dudarlo, Ejder le contó sobre el comportamiento errático que había tenido su hermano durante el día, y la tensión que había visto durante la cena, y sin pedir explicación alguna aceptó seguir a Fafner a una distancia prudente e ir reportando sus movimientos y ubicación hasta que llegara su padre. Esto último le sorprendió a Nidhogg ya que sabía que Ejder era muy capaz, pero también muy apático, como si el entusiasmo por la vida que le correspondía a su mellizo lo hubiera robado Melly, el hecho de que Ejder se hubiera percatado de que las cosas no iban bien, sin la ayuda de su hermana, era algo nuevo.
Al cabo de un par de horas Nidhogg recibió el reporte de que Fafner se había reunido con algunos hombres de su escuadrón, en palabras de Ejder parecía que se preparaban para algún tipo de misión, Nidhogg le recordó a su hijo mantenerse a distancia y no intervenir con su hermano, ya que en ese estado podía perder el control fácilmente. En seguida le pidió al chófer que fuera lo más rápido posible sin importar los limites de velocidad, él tenía un mal presentimiento.
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Estaba a unos minutos de la ciudad cuando Ejder le reportó la última ubicación del vehículo de su hermano, era evidente que habían dejado ahí las camionetas para avanzar a pie, pero había una presencia siniestra en el lugar, algo que nunca antes había percibido, y cuando estaba a punto de internarse en el bosque para seguirlos, cayó sobre el lugar una extraña oscuridad que no le permitió avanzar. Cuando Nidhogg escuchó la explicación de su hijo, supo que Fafner había incomodado a alguien muy peligroso, y sólo esperaba poder llegar a tiempo, porque si era quien pensaba, sería complicado sacar a su hijo vivo de ahí.
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Al llegar a la ubicación que le dio Ejder, pudo confirmar sus peores temores, así que dejó atrás cualquier precaución o encubrimiento y uso todas sus fuerzas para atravesar el escudo, al instante una sensación de opresión lo frenó, parecía que el aire se había vuelto pesado y en cada paso tuvo que luchar contra su propio instinto de supervivencia, que le exigía salir de aquel lugar —Esto es malo, esto es muy malo— Repetía en su cabeza al tiempo que comenzaba a correr desesperado hacia el origen de esa oscuridad.
Al salir del bosque lo que encontró le heló la sangre, ya había un cadáver en el suelo y su hijo era la presa de una criatura demoníaca; el semblante de Fafner ya era pálido y podía notar que a esas alturas ya no tenía fuerza, pues la criatura lo tenía agarrado contra su propio cuerpo. Su hijo estaba siendo devorado y esa era una de las peores formas de morir. Entonces Nidhogg rogó a sus ancestros que el demonio estuviera sólo y se dispuso a desplegar toda su fuerza para tratar de negociar la vida de su hijo.
—¡Es suficiente!— Nidhogg hizo resonar su voz de dragón con toda la autoridad y poder que le permitían sus 200 años de vida y ser el líder de su clan —¡Suelta a mi hijo o pensaré que ahora te has convertido en un súcubo!— si recordaba bien a ese monstruo, odiaba ese termino, por la connotación que los humanos le daban, necesitaba desviar su atención de Fafner, hacer que se centrara en otro objetivo, por lo que se atrevió a llamarlo por su nombre —¡**Taranis Lugus!**...
—mmm... ¿y si no quiero?— contestó retador, mientras apretaba un poco más su agarre, la Cabeza de Fafner ya colgaba de lado y sus ojos entreabiertos mostraban más que miedo, resignación.
—Los demonios y dragones hemos convivido en paz por siglos— respondió lo más tranquilo que pudo, a pesar de que su corazón marchaba a toda velocidad por la desesperación, sabía que su hijo ya estaba a merced de Lugus y que entre más tiempo pasara, mayor era la probabilidad de sufrir algún daño permanente —No es necesario romper ese acuerdo— expresó conciliador, el hecho de que le contestara sin antes atacarlo significaba que quizás aún lo recordaba.
—¿Es tu cachorro?— preguntó, mirando a Nidhogg por primera vez desde que había llegado, era la misma imagen que aun venia a sus pesadillas o quizás más aterrador, pero el hecho de que estuviera hablando con él, que aún no hubiera aniquilado a los hombres de su hijo le daba la esperanza de poder negociar —Él entró en mi territorio primero, y amenazó a los míos— Entonces, con la garra que sostenía su cuello, tomó la mandíbula de Fafner para levantar su cabeza, y mirarlo a los ojos desde arriba, en el instante en el que él vio las brazas encendidas que reflejaban la profundidad del infierno, rodaron lagrimas por sus mejillas —Estoy en mi derecho, ¿no crees?— los labios pálidos de Fafner trataron de articular algo pero no había sonido. Nidhogg sintió el impulso de atacar, su hijo estaba sufriendo un castigo infernal, pero sabía perfectamente que antes de que pudiera llegar a él, Fafner estaría muerto y por más que lo pensaba no encontraba una salida a una situación tan desesperada...
