Rindiendome A Tu Piel

Isabel gemía y jadeaba por falta de aire mientras Itzel encendía y apagaba el aparato. Cuando sintió que iba a acabar, Itzel apartó el objeto y se retiró un momento, dejando a Isabel frustrada, porque quería alcanzar el orgasmo deseado.

Itzel volvió a encender el aparato e Isabel cerró los ojos. Itzel agarró el látigo de siete puntas que se encontraba en la mesa.

Soltó el primer latigazo mientras tenía la mano puesta en el vibrador que tenía Isabel puesto en su parte íntima. Isabel, al sentir el golpe, abrió los ojos y gimió.

Estaba aturdida, era imposible que el dolor que sintió la excitara más de lo que ya estaba.

Sentía el dolor, el picor de la carne, después un ardor placentero. Itzel sonrió.

Le soltó otro latigazo, donde Isabel gimió fuerte y gritó por más placer tras cada latigazo dado por su ama del momento.

Le dio diez latigazos en distintas partes del cuerpo.

Itzel soltó el látigo, que cayó al suelo haciendo un ruido que entre su letargo, Isabel brincó. Itzel, agarrándola desprevenida, la jalo del cabello y puso su rostro en el cuello.

—La excitación te hace olvidar el dolor.

Susurró Itzel.

A Isabel le volvieron a fallar las piernas a causa de todas las sensaciones por el placer recibido. Itzel la acercó más a ella para que no se fuese a hacer daño.

—Debes proteger a tu sumiso, ofrecer placer no es lastimar, es llevar el placer a otro límite, demostrando que no solo las caricias pueden dominar tu cuerpo.

Diciendo eso cerca de Isabel, se alejó un poco y apagó el aparato.

Fue a la mesa, agarró un arnés doble, se subió la falda, por encima de la pequeña tanga que tenía se colocó el arnés. Regresó donde Isabel, que solo la miraba con los ojos nublados de placer, nunca pensó que otra mujer le diera tanto placer, ya que a ella no le gustaban las mujeres.

—Tranquila es la muestra de que cuando tu cuerpo está al límite es fácil recibir placer.

Explicó Itzel.

Itzel tomó un vibrador llegó a ella y empezó a pasar el vibrador por sus puntos rosados, Isabel gritaba de placer.

Sentía su cuerpo estallar, nunca pensó que tener su cuerpo atado y que otra persona jugará con sus puntos sensibles fuera tan gratificante, era una sensación grandiosa. En medio del desespero no aguantó más y dijo.

—No aguantó más, ¡me vengo!.

Itzel se apartó, se levantó, le agarró las piernas para sujetarla y dijo.

—La palabra exacta es: * No aguantó más mi ama* dilo.

Isabel sentía enloquecer y sintiendo que su cuerpo colapsaría en cualquier momento lo dijo.

—No aguanto más, mi ama.

Itzel sonrió con satisfacción y la penetró de golpe. Isabel gritó mientras Itzel se sentía en la gloria, debido a que esta niña era lo máximo para recibir placer, sería una estupenda ama.

Empezó a bombear dentro de ella duro y rápido, cuando Isabel se estremeció, Itzel dijo. —Vente para tu ama.

Sin pensar, el cuerpo de Isabel obedeció y se vino pidiendo más. Itzel siguió bombeando hasta que le sacó el segundo orgasmo. ¡Isabel estaba agotada!, Itzel la soltó por completo cayendo a la suave y cálida alfombra que adornaba la oficina.

Cuando Isabel se recuperó del orgasmo, Itzel ya estaba vestida y sentada en la silla individual, tomando un trago y observándola.

Isabel se levantó y se acomodó en el mueble grande, para terminar de recuperarse, sentía sus piernas temblar, había tenido mucho sexo, pero nunca se habia sentido de esa manera.

Itzel cortó el silencio y dijo.

—Buena chica, tienes potencial, el que sabe recibir placer, sabe darlo de igual manera.

Dijo Itzel tomando un trago de whisky.

Isabel se quedó callada y al rato después preguntó.

—¿Qué más tengo que hacer?

—¡Espera un momento! Por partes, tu cuerpo ahora está débil, vamos a ponerlo fuerte para lo que nos espera.

Le explica Itzel.

¿Está segura que no le gustan las mujeres?.

Preguntó Isabel indecisa, por la manera en que la tomó.

—No niña, a mi me gusta tener el control, me gusta que mi sumiso me tome como a mi me de la gana, que me haga todo lo que mi cuerpo quiere, no me gusta que sea como él diga, tiene que ser como yo se lo ordené.

Explicó

—Entiendo.

Fue todo lo que dijo Isabel.

En el aire se creó un silencio cómodo, pero a la vez la tensión daba golpes en los pensamientos de Isabel, decidió no quedar con la duda miró a la mujer.

—¿Tiene mucho tiempo de estar con Jhordan?...¿ Cuál es su real relación?

Itzel sonrió entendiendo que ese obediente chico era el detonante para que este diamante saliera a la luz.

—Tiene 3 años de ser mi sumiso, no tiene ninguna relación conmigo, hubo un contrato, le pago muy bien, le terminé de pagar sus estudios, no tengo relación seria con nadie, no soy casada, soy una mujer exitosa, tengo mucho dinero, poder, ¿para que enredarme en una relación? la vida de soltero es muy rica, es para personas inteligentes.

Dijo la mujer observando la hora en su reloj de oro que brillaba en su muñeca.

Isabel, no emitió sonido, solo escuchó la fecha habla por si sola, ella solo lleva seis meses con Jhordan, no lo conoce bada.

La volvió a mirar y a preguntar.

—¿Cuando haga esa segunda prueba que pasará?.

—¡Nada! yo sigo con mi perfecta vida, el contrato queda anulado, tu amor va ser solo tuyo, yo tengo más sumisos.

Contestó Itzel tranquilamente.

—¿El amor en que parte entra en su vida?

Preguntó Isabel para terminar de descifrar a la mujer.

¡En ninguna! es un sentimiento para débiles.

Respondió y se puso de pie.

En ese momento escuchan que la puerta es tocada, Itzel levanta la voz y dice.

—Adelante.

—¡Señora, traje lo que le pidió a Will!

Dijo Vannesa entrando a la oficina.

—¡Gracias, Vannesa! Tu siempre tan eficiente, ponlo en la mesita del centro porfa y dile a Will que necesito dar un espectáculo, que necesito vestuario y escenario, pero en las mazmorras.

Dijo Itzel con satisfacción.

—¡Cómo ordene!, ya le hago llegar su razón.

Vannesa abrió sus ojos, Isabel estaba desnuda acostada en el mueble sin pudor alguno, sin decir más, Vannesa se retiró.

Itzel le dijo a Isabel.

—Ven aquí

La chica se paró nerviosa y se acercó a Itzel.

Puso un cojín a sus pies y la hizo sentar con las piernas cruzadas, jaló la bandeja antes traída por Vannesa y empezó a darle de comer de su mano. Mientras con la otra acariciaba su cabello, como si de un animalito se tratase.

—De esta manera tratas a un sumiso que obtienes para absoluto dominio.

Cuando estaba explicando la puerta fue tocada nuevamente.

Isabel se tensó, ya que se encontraba completamente desnuda en tal posición.

Itzel, como si nada pasara, le acarició la cabeza transmitiendo tranquilidad.

—Aquí no se siente la vergüenza, aquí nadie ve tu cuerpo, para todos en este lugar esto es arte, nadie juzga, todos admiran.

Dijo la mujer e Isabel se tranquilizó.

—¡Adelanté!

Dijo Itzel con voz demandante.

Will entró y se quedó observando la escena, pero volteó la mirada hacia Itzel, que lo miraba fijo y con seguridad en su rostro