Dany es un adolescente nerd con una vida común. Lo único que desea en esta vida es lo que todo ser humano normal aspira y estima: paz.
Pero pareciera que nunca la tendría con Marcos dando vueltas: despiado, altivo, arrogante...
Porque Marcos era el típico macho de la escuela que jugaba fútbol. Ese tipo de chico que miraba a las personas como Dany como insectos.
No había manera de escapar de lo que se le venía encima o acaso si podría domar a la bestia.
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Cuando hasta el silencio cansa
Narra Danny
Lunes. 7:48 AM. Pasillo de la escuela
El sonido de los casilleros al cerrarse resuena como disparos. Cada paso que doy hacia mi salón es una batalla campal entre lo que debería hacer (ignorarlo) y lo que quiero hacer (mirarlo aunque sea de reojo).
Marcos está apoyado contra la pared junto a mi aula. Tiene ese aspecto de "no he dormido en tres días"que le queda demasiado bien. Cuando nuestros ojos se encuentran, algo en su mirada me clava los pies al suelo.
—López —asiente, como si fuéramos dos extraños.
—Rojas —respondo, con la voz más estable de lo que esperaba.
Pasamos uno al lado del otro sin tocarnos, pero el aire entre nosotros vibra con todo lo que no dijimos junto al río.
En un momento de debilidad al llegar al final del pasillo me volteo y noto su mirada sobre mí. Como si me poseyera lentamente con el pensamiento.
Sus labios entreabiertos. Yo trago saliva y escapo.
La clase clase que me toca dar esta mañana es Literatura.
El profesor asigna "El amor en los tiempos del cólera" como lectura. La ironía es tan densa que Vale me pasa una nota diciendo:
Si esto no es una señal del universo, yo soy el papa
Miro hacia atrás sin querer. Marcos está escribiendo, pero no en el cuaderno, sino en su brazo: un bosquejo de algo que no alcanzo a ver.
Me entretengo en observar su perfil mientras está concentrado. Sus ojos fijos en no cometer un error, mechones de su cabello resbalan por su frente dándole un aspecto jovial( cosa que es extraña). Había visto a Rojas enojado y en serio, un demonio se quedaba corto.
Cuando termina la clase mi vejiga no aguanta tanta presión. El profesor de Literatura era excelente, pero el el tiempo pegado a una silla no.
Me dirijo hacia el baño... Me lavo las manos y solo pasan unos segundos cuando lo veo entrar. Nos vemos en el espejo. De cierta forma el baño se ha convertido en un lugar de reunión para los dos.
Èl abre el grifo para lavarse las manos también imitándome: Es lindo... ¡Si! Quizás piense que imitarme me harè ceder: ¡algo tonto si me lo preguntan!
Los dos sabemos de qué queremos hablar, pero ninguno dice nada hasta el momento en el que Marcos decide ser el valiente mientras me mira de reojo.
—¿Cuánto tiempo necesitas? —pregunta de pronto, secándose las manos con lentitud deliberada.
—No lo sé — digo algo cortante y arruga el entrecejo.
—¿Días? ¿Semanas? —su voz es áspera, pero no con ira. Diría que se muestra... necesitado—Necesito un número, López.
—¿Para qué?— contra ataco otra vez con cara estoica sin ceder.
El reflejo de ambos en el espejo nos devuelve una versión de nosotros para la cual no estábamos preparados. Para el Marcos de antes rogar era inaceptable y para mí negarme a un abuso era como pedirle al Karma que no existiera.
—Para saber cuándo volver a intentarlo — dijo èl despuès de un tiempo que me pareció eterno.
El grifo sigue goteando entre nosotros. Mis labios se abren una y otra vez buscando las palabras, pero solo sale un:
—No puedo darte eso —susurro.
Él asiente, como si ya lo supiera. Cuando la puerta se cierra tras él, el baño huele a jabón barato y oportunidades perdidas.
3:00 PM. La Peña del Dragón
Lua sirve mi café sin preguntar. Vale hojea mi cuaderno de dibujos con expresión pensativa.
—¿Sabes qué es lo más curioso? —dice, señalando un boceto de Marcos que hice sin darme cuenta—que lo dibujas diferente ahora.
—¿Cómo? — pregunto yo mientras juego con una pajilla distraído.
Vale observa mi cuaderno como si fuera una revelación del día. A ella le gusta la psicología y los paradigmas humanos. Así que ya no le pregunto porque le parece tan atractiva mi atracción por mi bully. A pesar de que ella misma estè en contra de la violencia.
—Antes lo hacías como un monstruo. Ahora solo como un chico — dice ella
El café me quema la lengua, pero el dolor es bienvenido. En verdad ya no puedo dibujar a Rojas como lo que no es. Mí alma ya lo catalogó como una persona que merece redención.
Al volver a casa, ya en mi cuarto, mi teléfono vibra. Un mensaje de número desconocido:
El río sigue corriendo. Las luciérnagas también. Yo sigo aquí.
No respondo. Pero tampoco lo borro.