Valeria pensaba que la universidad sería simple, estudiar, hacer nuevos amigos y empezar de cero. Pero el primer día en la residencia estudiantil lo cambia todo.
Entre exámenes, fiestas y noches sin dormir, aparece Gael, misterioso, intenso, con esa forma de mirarla que desarma hasta a la chica más segura. Y también está Iker, encantador, divertido, capaz de hacerla reír incluso en sus peores días.
Dos chicos, dos caminos opuestos y un corazón que late demasiado fuerte.
Valeria tendrá que aprender que crecer también significa arriesgarse, equivocarse y elegir, incluso cuando la elección duela.
La universidad prometía ser el comienzo de todo.
No imaginaba que también sería el inicio del amor, los secretos y las decisiones que pueden cambiarlo todo.
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16. Fiesta y dos chicos
Había llegado para los estudiantes la “fiesta de mitad de semestre con excusa social”. Lucía, por supuesto, la consideró obligatoria.
- “No puedes pasar toda la carrera siendo leyenda urbana, Val”, le dijo Lucía, con medio cuerpo metido en el clóset de su amiga. “Hoy vas a socializar, bailar y fingir que te gusta la música fuerte”.
- “No prometo fingir”, replicó Valeria, cruzada de brazos. “Pero puedo intentar no escapar a los diez minutos”.
- “Eso ya es progreso”, rió Lucía, lanzándole una chaqueta. “Ponte esto. Si vas a sufrir, al menos que sea con estilo”.
Valeria rodó los ojos, pero se dejó convencer. Una parte de ella, la más agotada por tanto examen, admitía que no le haría mal distraerse. Jimena, la compañera de cuarto de Valeria solo sonrió y siguió maquillándose.
Cuando llegaron, Lucía desapareció en cuestión de segundos (“¡Voy a buscar hielo, no te muevas!”). Valeria, resignada, se quedó junto a la barra, girando el vaso entre las manos.
Desde ahí lo vio. Gael estaba concentrado en la cabina de sonido, con los auriculares en el cuello y esa expresión que mezclaba cansancio y encanto despreocupado.
Y, unos metros más allá, Iker, riendo con su grupo del equipo de fútbol, camiseta blanca, mirada relajada, el tipo de sonrisa que siempre parecía prometer algo.
Valeria suspiró, se perdió en sus pensamientos, en aquellos que jamás había tenido antes de ingresar a la universidad.
- “¿Y si me voy antes del desastre?”, murmuró, más para sí que para nadie.
- “¿Y perderte mi debut como DJ suplente? Sería una ofensa personal”, dijo una voz junto a ella.
Gael se apoyó en la barra, medio inclinado, con esa mirada profunda suya que parecía salir de una revista.
- “No sabía que también manejabas música”, dijo Valeria, intentando sonar casual.
- “Solo cuando quiero impresionar”, respondió Gael, y la sonrisa se le torció apenas. “¿Y tú? ¿Planeas quedarte con cara de tesis toda la noche?”
- “Planeo sobrevivir a esta bulla”, replicó ella, sin perder el tono irónico.
- “Difícil”, dijo Gael acercándose a la mesa de sonido, para luego hacer sonar una canción más movida que empezó a subir de ritmo. “Pero si te quedas, prometo poner algo que no te traumatice”.
- “Veré si confío en tu criterio”, dijo Valeria, y sus labios se curvaron apenas, como si no quisiera admitir que se estaba divirtiendo.
Antes de que pudiera decir algo más, Lucía apareció con vasos y un grupo de desconocidos.
- “¡Val! ¡Ven, jugaremos “Verdad o reto universitario”!”, exclamó Lucía.
- “¿Eso existe?”, preguntó Valeria, alzando una ceja, pero ya la estaban arrastrando hacia el círculo.
Los primeros turnos fueron inofensivos. Risas, bromas, tragos.
Hasta que alguien dijo: “Verdad para Valeria, ¿quién te parece más interesante de la facultad?”
El grupo estalló en un “uhhh” colectivo. Valeria arqueó una ceja y cruzó las piernas con parsimonia.
- “Depende. ¿En qué sentido de “interesante”?”, inquirió Valeria.
- “El que todos entendemos”, dijo Lucía, con una sonrisa maliciosa.
Podía decir cualquier nombre al azar. Pero no lo hizo.
- “Diré que me parecen interesantes los que saben guardar un secreto”, contestó Valeria, mirando al grupo sin fijarse en nadie.
Hubo risas, chiflidos, pero tanto Gael como Iker la observaron un segundo más de lo normal, desde sus posiciones. Y Valeria sintió que ese segundo le duró más de lo debido.
Más tarde, Valeria escapó al balcón en busca de aire. Se quitó los zapatos, dejando que sus pies descansaran, y cerró los ojos un momento.
- “También huyendo del ruido”, dijo una voz suave detrás.
Iker apareció con dos vasos.
- “Refresco, lo juro. Sin alcohol”, expresó Iker.
- “Eso mejora mi noche”, respondió Valeria, aceptando uno.
Él se apoyó junto a la baranda, el brazo rozándole apenas.
- “Te vi en el juego de verdad o reto”, dijo Iker.
- “¿Y sobreviviste al escándalo?”, bromeó Valeria.
- “Por poco”, comentó él sonriendo. “Aunque no respondiste en serio”.
- “Tal vez sí lo hice”, manifestó Valeria.
- “Entonces debo ser terrible guardando secretos”, le dijo, guiñándole un ojo.
Rieron los dos. Y por un instante, el ruido del interior desapareció.
Iker bajó la mirada a su vaso, luego a ella.
- “Nunca pensé que fueras a venir a la fiesta”, dijo Iker.
- “Ni yo”, admitió ella. “Pero Lucía tiene poderes de manipulación emocional”.
- “Debería agradecerle, entonces”, comentó Iker.
Antes de que Valeria pudiera responder, la puerta del balcón se abrió.
- “Torres”, dijo Gael apareciendo con el auricular colgando y una botella de agua en la mano. “La DJ oficial me robó el puesto, así que vine a reclamar compensación”.
- “¿Compensación?”, preguntó ella, sin moverse.
- “Una canción dedicada”, dijo Gael, sin perder la seriedad, aunque en los ojos le brillaba una burla. “La próxima va para ti”.
Iker soltó una leve risa.
- “Entonces que sea buena. No queremos dejar mal al equipo”, expresó Iker.
- “Tranquilo, Terranova, el gusto musical no se debate”, replicó Gael, sosteniéndole la mirada.
Valeria sintió cómo el aire se tensaba apenas, y ella no sabía en ese momento porque estar entre ambos le resultaba extraño y la dejaba sin saber cómo actuar.
- “Bueno, si me van a pelear las canciones, me rindo”, dijo Valeria al fin, con una sonrisa nerviosa. “Voy adentro”.
Gael dio un paso atrás para dejarla pasar; Iker le sostuvo la puerta con un gesto cortés.
Adentro, Lucía la vio volver y la interceptó de inmediato.
- “¿Qué me perdí?”, preguntó Lucía.
- “Nada”, respondió Valeria, intentando sonar natural.
- “¿Segura?”, insistió Lucía, sonriendo con malicia.
Valeria bebió el último sorbo del vaso y miró hacia donde estaban los dos chicos, separados pero pendientes de ella.
- “Absolutamente nada”, mintió Valeria.
Pero mientras la música volvía a llenarlo todo, supo que era justo al revés. Algo había cambiado esa noche. Y lo más desconcertante era que no sabía si quería que volviera a ser igual, aunque no pudiera descifrar sus propios sentimientos.