María Elena Collazo trata de hacer hasta lo imposible por libararse de las garras de su suegra y de su alcohólico esposo. ¿Hasta qué punto podrá soportar ese infierno? Esta historia es totalmente ficticia. Todos los personajes y vivencias fueron creados por la mente de su servidora. Cualquier semejanza con la vida real es mera coincidencia.
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¿Ese malnacido se atrevió a golpearte?
Elena, tienes que ser más paciente con mi madre debes respetarla.
¿Así como ella me respeta a mí?, replicó ella.
Amor, por favor, entiéndela ella ya es una señora mayor.
¿Eso quiere decir que tengo que aguantar todas las groserías que hace conmigo?
No, amor. Lo único que te pido es que no le hagas caso ignora todo lo que te diga.
Está bien, trataré, pero no te aseguro nada.
Como quieras, ahora déjame decirte que la casa se ha vendido. Y lo mejor, no tendrás que sacar los muebles porque se ha vendido con todo lo que había dentro.
Qué buena noticia. ¿Y dónde está el dinero?
Pues lo invertí para levantar la empresa, mi amor; habíamos quedado en eso ¿no?
Bueno, sí, pero esperaba que me dieras una parte aunque sea.
Lo siento, pero antes me faltó más dinero, pero no te preocupes, ya veré yo cómo le hago para conseguir lo que falta. Gracias por todo tu apoyo, mi amor, eres única.
Elena se daba por bien servida que su esposo la tratara tan bien por eso no renegaba de darle dinero.
Aunque había algo que la preocupaba se había dado cuenta de que Moisés tomaba mucho y muy seguido.
"Espero que no se le haga costumbre tomar", pensó Elena.
A pesar de lo que le había dicho su suegra ella siguió trabajando en su empresa.
No estaba dispuesta a dejar su trabajo que tanto le había costado mantener.
La empresa la había mantenido durante varios años. Le iba bien y ganaba lo suficiente para poder vivir tranquila y sin presiones.
Cierto día llegó del trabajo a la misma hora de siempre y encontró a su suegra discutiendo con su hijo.
Eres un bueno para nada, además de alcohólico. Deberías de amarrarte los pantalones y no dejar que se te trepe tu dizque esposa.
Ya, mamá, deja de estarme molestando.
¿Qué está pasando aquí?, no se le olvide que es mi esposo y usted ya no manda en él.
Es mi hijo, tú que te metes. Ándale, dile lo que me acabas de decir, volteó a ver a Moisés.
¿Qué se traen ustedes dos?, preguntó Elena al ver su actitud sospechosa.
Nada, que tu "esposo" se acaba de gastar el dinero de la casa.
¡Qué!, casi gritó Elena. ¿No dijiste que ya lo habías invertido?
Es que lo invertí en un negocio que me salió mal porque el tipo me robó, dijo Moisés agachando la cabeza.
Era todo mi patrimonio, ¿y ahora cómo le vas a hacer para reponer ese dinero?
¿Estás loca o qué?, ese dinero ya se perdió.
¿Y si hablamos a la policía?, tal vez atrapen al ladrón.
Jajajaj, aquí no hay más ley que la mía. Ahora tendrás que vender tu empresa para salvar la nuestra.
¿Y por qué no vende mejor su empresa y así se quitan de problemas? La mía está en su apogeo es imposible vender. Además, de que no me da la gana.
Fue entonces cuando Moisés se envalentonó y le aventó un puñetazo en la cara.
Elena cayó al suelo. Fue entonces cuando Moisés se le echó encima y la empezó a golpear sin misericordia, ante la mirada burlona de su madre quien no movió un solo dedo para defenderla.
Moisés la dejó tirada y casi muerta, entonces, salió de la casa sin rumbo fijo.
Aranza la ayudó a levantarse y la acomodó en la cama. La dejó ahí sin prestarle atención.
También salió de la casa en busca de su hijo.
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Vicky se estaba lavando los dientes cuando oyó su celular que sonaba. En la pantalla se leía, Maria Elena.
"¿Qué querrá María Elena si la acabo de ver?", se dijo.
¿Qué pasa, amiga?
Por favor, pide una ambulancia, dijo casi en un susurro, no podía hablar por los golpes recibidos.
¡Dios mío! ¿Pues qué te pasó? Enseguida salgo para allá.
Rato después, Elena era llevada al hospital, Vicky iba con ella en la ambulancia.
¿Ese malnacido se atrevió a pegarte?
Elena no contestó, le daba vergüenza aceptarlo.
En el hospital le hicieron las preguntas de rigor y a Elena no le quedó más remedio que decir la verdad.
La policía se presentó en casa de Aranza quien ya había regresado con su hijo.
Venimos buscando a Moisés de la Vega, tenemos una orden de aprehensión en su contra.
¿De qué se le acusa?, dijo Aranza en modo tapadera y alcahueta.
Agresiones en contra de Maria Elena Collazo, ¿la conoce?
Sí, es mi nuera.
Aranza no pudo evitar que se llevaran a Moisés.
No te preocupes, hijo, te sacaré de ahí te lo prometo.
Aranza se tragó su orgullo y fue a visitar a María Elena al hospital.
Por favor, Elena, retira la los cargos. Mi hijo no se encuentra bien, de acuerdo, se le pasó la mano, pero yo te prometo que no te volverá a poner una mano encima.
¿Qué dice, señora?, pero usted ni siquiera hizo nada por controlar a su hijo. Lo dejó que me golpeara hasta que se le cansó la mano.
Confieso que me quedé tiesa, pero no pude evitarlo, por favor, sácalo de ahí.
Por el momento no quiero hablar así que, por favor, déjeme sola no me siento nada bien.
Sí, me voy, pero piensa bien en lo que te he dicho; mi hijo es...
Un mal nacido y un poco hombre, Elena no la dejó terminar.
Aranza ya no dijo nada más y salió de ahí con la cola entre las patas.
Al salir se topó con Vicky.
Vicky no quiso hablar con ella y le sacó la vuelta.
Aranza tenía suficiente con la discusión con Elena y también se fue de largo sin saludar.
¿Cómo es posible que esa señora haya venido a verte?, preguntó Vicky nomás entrar al cuarto.
No la creas tan buena vino a abogar por su hijo.
Qué descaro, la verdad.
Así es, no tienen límites. De todos modos no pienso retirar los cargos.
No lo hagas, ellos merecen recibir una lección.
Ya lo sé, pero en el fondo me siento mal por mi esposo.
¿Y acaso él no se sintió mal golpeándote como salvaje?
Necesito dormir, déjame sola.
Está bien, voy a salir, pero voy a estar afuera para cualquier cosa.