En mi vida pasada, mi nombre era sinónimo de vanidad y egoísmo. Fui un error para la corona, una arrogante que se ganó el odio de cada habitante de mi reino.
A los quince años, mi destino se selló con un compromiso político: la promesa de un matrimonio con el Príncipe Esteban del reino vecino, un pacto forzado para unir tierras y coronas. Él, sin embargo, ya había entregado su corazón a una joven del pueblo, una relación que sus padres se negaron a aceptar, condenándolo a un enlace conmigo.
Viví cinco años más bajo la sombra de ese odio. Cinco años hasta que mi vida llegó a su brutal final.
Fui sentenciada, y cuando me enviaron "al otro mundo", resultó ser una descripción terriblemente literal.
Ahora, mi alma ha sido transplantada. Desperté en el cuerpo de una tonta incapaz de defenderse de los maltratos de su propia familia. No tengo fácil este nuevo comienzo, pero hay una cosa que sí tengo clara: no importa el cuerpo ni la vida que me haya tocado, conseguiré que todos me odien.
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La neutralización de Clarisa
Punto de vista de Katerine
Me senté frente a la mesa, obligando a mi mente a centrarse. Mi primer objetivo era neutralizar a Clarisa.
—¿Qué sabes de la clínica psiquiátrica que Clarisa mencionó? —pregunté, mi voz tan fría como el cristal de la mansión.
Dante se sentó frente a mí, ya con su mente de vuelta en la guerra.
—Es una clínica de élite en Suiza, manejada por los Petrov. Se especializa en rehabilitación discreta para los hijos problemáticos de la mafia. Es el lugar perfecto. Una vez dentro, nadie la sacará a menos que la Abuela la necesite para un acuerdo matrimonial.
—Y la Abuela no la necesitará si cree que yo puedo darle un heredero —concluí.
—Exacto. Mis hombres ya están en movimiento. Con los contratos de gestión firmados por Henry, tenemos autoridad legal para solicitar una "evaluación psiquiátrica urgente" basada en su comportamiento errático y su amenaza de asesinato.
—Bien. La única manera de garantizar su silencio es asegurarnos de que el exilio parezca una iniciativa familiar, no nuestra. Quiero que se filtre a la prensa que Clarisa ha tenido una crisis nerviosa por la presión del linaje y la pérdida de la mansión. Que parezca su culpa, no nuestra venganza.
Dante sonrió, una sonrisa de depredador.
—Te encanta el juego sucio, Katerine. Mañana, tu hermana estará en un avión. Ahora, hablemos de lo que nos queda por destruir. Accede a los archivos de gestión de la Abuela. Quiero ver la lista de sus inversores. Es hora de que se sientan inseguros.
La orden de Dante se ejecutó con la precisión de un bisturí. Antes de que el sol saliera sobre la ciudad, un jet privado, cortesía de Viteri, esperaba en una pista de aterrizaje privada.
Clarisa no iba atada, pero estaba custodiada por dos de los hombres más imponentes de Dante, actuando con la falsa cortesía de enfermeros de alto nivel. La Abuela, destrozada por haber cedido el control y por el escándalo, se había negado a asistir. Solo Henry estaba allí, luciendo diez años más viejo, un manojo de nervios.
Henry se acercó a Clarisa, con las manos temblándole.
—Clarisa, por favor, solo coopera. Es lo mejor para ti. Cuando te cures, podrás...
Clarisa lo miró con un desprecio tan intenso que Henry se encogió.
—¿Curarme? ¿Crees que esto es una crisis nerviosa, papá? Es la traición de la que siempre fuiste incapaz.
Seguía observando desde la distancia, pero escuchando todo de cerca, ya que los hombres que estaban custodiando a Clarisa llevaban microfonos, decidí que era hora de entrar en acción apareciendo en la pista, vestida con un traje de pantalón impecable, observando la escena desde una distancia segura. No me molesté en acercarme, disfrutando el papel de verdugo silencioso.
Clarisa me vio. El color regresó a sus mejillas, reemplazando la palidez por un rojo furioso. Sus ojos inyectados de sangre eran la viva imagen del odio inextinguible. Se liberó de la mano de Henry, que no se atrevió a detenerla.
—¡Tú! —gritó Clarisa, la palabra llevada por el viento—. ¡Asesina y usurpadora! Crees que ganaste con un papel y el apellido de ese matón. Pero yo sé la verdad. Yo te maté una vez, y te aseguro que la próxima vez, ese veneno no será tan lento. ¡No importa la clínica de lujo en la que me encierren, Katerine! ¡Saldré y te quitaré todo, empezando por el aire que respiras!
Clarisa no estaba fingiendo locura; estaba confesando su crimen y gritando su promesa de venganza ante el único público que importaba.
Por mi parte simplemente sonreí. Fue una sonrisa corta, fría y puramente estratégica.
—Disfruta de tu "descanso", hermana. Yo me encargaré de tu herencia mientras tanto.
Los hombres de Dante la tomaron firmemente por los brazos y la condujeron al jet, sin darle tiempo a responder. Henry solo pudo ver cómo su hija favorita era exiliada, mientras Katerine, la recién ascendida, se quedaba con todo lo que quedaba de su vida.
Cuando el jet despegó, dejando solo un rastro de humo en el cielo, me giré hacia Henry, que seguía paralizado.
—Papá —dije, usando la palabra por primera vez con una frialdad absoluta—. Ahora que Clarisa está fuera de escena, volvamos a la oficina de la Abuela. Tenemos que empezar a liquidar los activos antes de que se dé cuenta de que su imperio ya no es un imperio.
El juego había cambiado. Clarisa se había ido, pero yo sabía que la verdadera guerra acababa de comenzar.