Una joven es arrojada a las vías de un tren y su existencia se extingue en un instante. Cuando vuelve a abrir los ojos, no encuentra descanso ni luz, sino el cuerpo de la villana secundaria de la novela que siempre odió. La rabia que arrastraba en su antigua vida despierta ahí, más fría y afilada que nunca.
En ese mundo donde la “santa” es intocable y los héroes juegan a ser salvadores, ella decide convertirse en la sombra que los devore. No quiere redención. No quiere justicia. Solo quiere verlos caer.
¿Podrá quebrar la historia que otros escribieron?
¿Quién detiene a alguien que dejó de creer en la misericordia?
¿Y qué ocurre cuando la oscuridad obtiene un nuevo nombre… y un nuevo rostro?
NovelToon tiene autorización de Mayerli Gutiérrez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
intento de escape
Ember alcanzó a llegar al salón justo a tiempo. Se sostuvo del marco de la puerta, tomó aire y fue directo a su asiento. Detrás de ella entró Lily, todavía confundida por lo que había pasado.
Cinco minutos antes, cuando Ember se disculpó y salió corriendo, Lily se quedó sentada en el suelo, con cara de “¿esto en qué universo pasó?”.
—¿La señorita Ember… pidió perdón? —murmuró, incrédula.
Mientras caminaba por el pasillo, alcanzó a escuchar a dos chicas conversando:
—¿Supiste el rumor? Dicen que la señorita Ember dejó de seguir al príncipe y ahora lo ignora completamente.
—Sí, y que cambió un montón. Actúa superfría con él —agregó la otra.
Ember armó una montaña de libros en la mesa: teorías mágicas, bestiarios, tratados antiguos… el combo perfecto para morir de aburrimiento. Se sentó, lista para estudiar, cuando Isha saltó sobre la mesa como si fuera su escenario personal.
—¿En serio esto planeas hacer? —dijo la zorrita, bostezando sin pudor—. Podríamos estar cazando monstruos, ganando puntos, subiendo estadísticas… pero no, tú decides leer. Leer.
Isha empezó a rascarse una oreja con la pata como si quisiera darle un toque dramático.
—¿Y ya se te pegaron las pulgas o qué? —disparó Ember sin levantar la vista.
—No tengo pulgas, desvergonzada —bufó Isha—. Y aunque las tuviera, gastarían su vida mejor que tú ahora mismo.
—Ajá. Y aun así no podemos salir hasta el fin de semana —respondió Ember pasando de página—. Si me ven fuera del campus me mandan directo al castigo mágico y no pienso morir por idiota tan pronto.
Isha rodó los ojos.
—Una pequeña salida no mata a nadie. A menos que tú salgas. Tú sí tienes esa energía de “moriría en un tutorial”.
Ember suspiró, cerró el libro con un golpe seco y por primera vez consideró seriamente la propuesta.
—Odio que tengas razón.
Las clases empezaron, pero Ember estaba más desconectada que un celular con 1% de batería. El profesor hablaba y hablaba, y ella ya estaba buscando maneras de no morirse del aburrimiento. Así que, con la madurez emocional de una gremlin con magia, arrancó un pedazo de hoja, lo hizo bolita y le metió un toque de poder para darle más impulso.
Apuntó. Lanzó.
Impacto perfecto en la cabeza del príncipe Alan.
Ember fingió poner atención, con cara de estudiante ejemplar, mientras se mordía la lengua para no reírse. El príncipe giró furioso, buscando al culpable, pero todos seguían escribiendo como si fueran santos en entrenamiento.
Ember, por supuesto, no podía dejarlo ahí. No. Su caos interior exigía secuela.
Hizo varias bolitas más, las cargó con un poquito de magia y las lanzó todas juntas como si fuera un festival de papel.
El príncipe se levantó furioso, casi echando humo por las orejas, pero el profesor le clavó una mirada y lo mandó a sentarse. Alan tuvo que obedecer, temblando de rabia.
Ember intentó aguantar la risa… intentó… pero no duró ni tres segundos y una carcajada silenciosa salio. Daniel, desde el otro lado, solo la miraba divertido, como si estuviera viendo su comedia favorita en vivo y a todo color.pi
Después del pequeño circo que había montado en clase, Ember finalmente se resignó a tomar apuntes como cualquier mortal. Así terminó su primer día oficial en la nueva escuela, con caos, papelazos mágicos y risas ahogadas, una combinación bastante típica para su vida ahora.
Cuando sonó la campana, salió del salón y caminó por los pasillos con una calma sospechosa, repasando mentalmente todo lo que había pasado. Un zorro 99 inútil, un príncipe indignado, rumores raros… vaya día.
Justo cuando estaba empezando a relajarse, una descarga le recorrió el cuerpo como si alguien hubiera conectado sus nervios a un enchufe. No dolió mucho, pero sí lo suficiente para que soltará un gritito que negaría hasta la muerte.
El sistema apareció frente a ella, brillante y entrometido como siempre.
Notificación:
Actualización de estadísticas
Ember abrió los ojos como platos y prácticamente salió disparada al baño. Entró al primer cubículo libre y cerró la puerta con una velocidad digna de récord mundial.
Al terminar de cargar la actualización, Ember revisó sus estadísticas… y casi se sintió insultada por el universo. Apenas habían subido. Cerrar el panel le dolió más que la magia. Salió del baño con la dignidad rota y se fue a su dormitorio.
Apenas abrió la puerta, vio a Isha saltando en la cama como si estuviera celebrando la victoria del siglo.
—¿Qué se supone que haces? Lily puede entrar y encontrarte brincando como una mascota sin neuronas —soltó Ember, cruzándose de brazos.
—Iba a seguir saltando, pero tu llegada me cortó la inspiración —contestó Isha con un brillo molesto en los ojos—. En fin, mira lo que descubrí.
La zorrita posó como una diva cósmica y empezó a brillar. Brillar de verdad. Como si fuera una lámpara mágica tratando de presumir.
Ember la miró con fastidio puro.
—Fascinante. Eres una linterna con ego.
—Lámpara celestial —corrigió Isha indignada—. Pero está bien, tu falta de gusto no es mi culpa.
—Tienes razón. Culpa deben tener mis estadísticas basura —bufó Ember, abriendo su maleta vacía—. Entra. Vamos a la biblioteca.
—Un día de estos me voy a vengar. Con estilo —gruñó Isha mientras acomodaba su pelaje antes de meterse.
—Mientras no lo hagas antes de que suban mis estadísticas, adelante —respondió Ember, cerrando la maleta sin piedad.
Isha chilló un “¡mi cola!” desde dentro, pero Ember ya caminaba por el pasillo con la calma resignada de alguien que sabe que su vida es una tragicomedia…
Ember armó una montaña de libros en la mesa: teorías mágicas, bestiarios, tratados antiguos… el combo perfecto para morir de aburrimiento. Se sentó, lista para estudiar, cuando Isha saltó sobre la mesa como si fuera su escenario personal.
—¿En serio esto planeas hacer? —dijo la zorrita, bostezando sin pudor—. Podríamos estar cazando monstruos, ganando puntos, subiendo estadísticas… pero no, tú decides leer. Leer.
Isha empezó a rascarse una oreja con la pata como si quisiera darle un toque dramático.
—¿Y ya se te pegaron las pulgas? —disparó Ember sin levantar la vista.
—No tengo pulgas, desvergonzada —bufó Isha—. Y aunque las tuviera, gastarían su vida mejor que tú ahora mismo.
—Ajá. Y aun así no podemos salir hasta el fin de semana —respondió Ember pasando de página—. Si me ven fuera del campus me mandan directo al castigo y no pienso morir por idiota tan pronto.
Isha rodó los ojos.
—Una pequeña salida no mata a nadie.
Ember suspiró, cerró el libro con un golpe seco.
—Puede que tengas razón, pero hay algo que no estás considerando—Ember habló con una calma casi irritante.
—Llevo un día en este mundo y la genia que vivía en este cuerpo antes que yo no dejó ni un solo hechizo útil. Solo magia de seducción… completamente inútil. Mi ‘gran arsenal’ no sirve ni para espantar una mosca. Así que sí, voy a estudiar. Voy a aprender hechizos que realmente funcionen, porque, con el nivel que tengo ahora, ni una hormiga me tomaría en serio—
Isha intentó protestar, pero Ember ya había abierto otro libro, bloqueando cualquier argumento a pura concentración. Se hundió en los textos sin apartar la vista ni un segundo, pasando página tras página mientras Isha se retorcía de aburrimiento.
La tarde desapareció entre montones de teoría y diagramas mágicos. Cuando por fin cerró el último libro, la biblioteca estaba casi vacía y las luces comenzaban a atenuarse. Ember guardó sus cosas con movimientos lentos pero satisfechos, dejó que Isha se metiera en la maleta y salió rumbo al dormitorio, agotada pero orgullosa de haber exprimido cada minuto del día.