Teodoro es hijo de un magnate, el es un joven malcriado que vive sin preocupaciónes pero todo se acaba cuando su padre para darle una lección le da el puesto de ejecutivo a su Rival de la escuela Melanie el debera trabajar para ella y no será nada fácil porque es perfeccionista y poco flexible a diferencia de Teodoro,
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capitulo 14
Era una tarde gris en la oficina cuando Teo recibió el mensaje de Melanie. Estaba sentado en su escritorio, mirando el teléfono con esa mezcla de indiferencia y curiosidad que siempre le provocaban los mensajes de ella. Sin embargo, cuando vio su nombre en la pantalla, no pudo evitar sentir un pequeño nudo en el estómago. Últimamente, algo en la dinámica entre ellos había cambiado, y aunque no lo admitiría, la idea de Melanie invadiendo su espacio personal de manera tan directa comenzaba a parecer... cómoda.
El mensaje de Melanie era directo, sin adornos, pero con ese tono desafiante que siempre le había gustado (y le molestaba):
"Teo, ven a mi oficina, tenemos que hablar. Y no, no es una broma, por favor, date prisa."
Teo resopló, guardó su teléfono y se levantó de la silla con una mezcla de desdén y curiosidad. No sabía qué esperar de Melanie, pero, como siempre, su vida no sería tan aburrida sin ella. Caminó hacia su oficina y tocó la puerta, algo reticente, pero también intrigado.
—¿Qué pasa ahora, Melanie? —preguntó con esa voz burlona que siempre usaba.
Melanie levantó la vista de su computadora y, sin decir una palabra, le hizo un gesto para que entrara. Teo cerró la puerta detrás de él y caminó hacia el escritorio.
Ella lo miraba con una mezcla de frustración y preocupación. Algo en sus ojos le hizo sentir que, por primera vez, ella no estaba fingiendo que todo estaba bajo control.
—Teo, necesito tu ayuda —dijo Melanie sin rodeos, casi como si estuviera pidiendo un favor que nunca había imaginado.
Teo arqueó una ceja, desconcertado.
—¿Ayuda? ¿Con qué exactamente? ¿No puedes llamar a alguno de tus muchos amigos para eso? —preguntó, sabiendo que le gustaba hacerla sentir incómoda.
Melanie suspiró, pasando una mano por su cabello, visiblemente más tensa que de costumbre. Finalmente, habló, bajando la voz con algo de incomodidad.
—Es sobre un evento de trabajo esta noche... —comenzó, pero antes de continuar, se detuvo, como si estuviera decidiendo cuánto decirle. —Tengo que asistir, y mi familia estará allí. Lo que pasa es que… —Melanie no pudo terminar la frase, su rostro se oscureció un poco.
Teo observó cada movimiento de Melanie, sin entender de inmediato por qué eso le estaba afectando tanto.
—¿Y eso es un problema para ti? —preguntó, cruzándose de brazos. Algo en su tono sonaba ligeramente más serio, y Melanie pareció notar el cambio.
Ella no le respondió de inmediato, pero Teo pudo ver cómo su mirada se tornaba más distante, como si estuviera recordando algo desagradable. Finalmente, suspiró y se levantó de su silla, acercándose a la ventana.
—Mi familia… No lo entiendes, Teo —dijo, con la voz cargada de una tristeza contenida—. Mi familia no es como la tuya. Mi padre no tiene respeto por lo que hago. Mis hermanos solo me ven como una fuente de ingresos. Y mi madre... —la voz de Melanie se quebró un poco, pero rápidamente la reprimió—. Siempre fui la que tuvo que cargar con todo, desde que era una niña. Y ahora que estoy en una posición más estable, no puedo dejar de sentir que todos esperan que siga siendo su salvavidas. No puedo más.
Teo no sabía cómo reaccionar. Lo que ella acababa de decir no encajaba con la imagen de Melanie que él había construido durante todos estos años. No podía ser la mujer fuerte y exitosa de la oficina que no necesitaba a nadie. ¿Cómo podía ser esa persona y, al mismo tiempo, tener que lidiar con una familia que la aplastaba constantemente?
Teo se quedó en silencio por unos segundos, buscando las palabras correctas. Aunque nunca lo admitiría, ver a Melanie vulnerable de esa manera le daba una sensación extraña en el estómago, como si el mundo en el que vivía estuviera cambiando en algo que no podía comprender del todo.
—Lo siento, Melanie… —dijo finalmente, sin saber si estaba dando la respuesta correcta. Pero el tono de su voz había cambiado, sonaba genuino—. No sabía… lo siento.
Melanie se giró hacia él, sonriendo con ironía, como si no pudiera creer que él había sido tan directo.
—No te preocupes, Teo. Nadie lo sabe. Nadie lo entiende. Pero necesito que vengas conmigo al evento esta noche. Mi padre se va a hacer una idea equivocada si voy sola, y no quiero lidiar con eso. Quiero que me acompañes para que no tengan excusa para atacarme.
Teo la miró, ahora con una ligera incomodidad. Nunca había imaginado que una invitación como esa tendría tanto peso.
—¿Yo? —Teo hizo un gesto exagerado con las manos—. ¿Acompañarte en un evento familiar de esas magnitudes? ¿Y qué, te haré de guardaespaldas?
Melanie le lanzó una mirada mordaz.
—No es exactamente eso, pero algo así. Solo quiero que esté alguien conmigo, Teo. Alguien que me proteja un poco de ellos.
Teo sintió una presión en el pecho que no sabía de dónde venía, pero asintió lentamente, entendiendo que, por una vez, la situación era más importante que sus propios deseos de evitar problemas.
—Está bien. Iré contigo. Pero, ¿qué gano yo con esto? —dijo, bromeando para aliviar la tensión.
Melanie lo miró, sin sonreír esta vez.
—Ganas el derecho a no tener que escucharme quejarme todo el tiempo. ¿Te parece?
Teo sonrió levemente, sabiendo que, aunque no lo dijera en voz alta, ese gesto de Melanie era mucho más que un simple acuerdo. Era una señal de confianza.
La noche del evento llegó más rápido de lo que Teo esperaba. Al llegar, el lugar estaba lleno de gente importante, de trajes caros y sonrisas forzadas. Pero Teo no pudo evitar notar el cambio en la actitud de Melanie. Ella estaba tensa, como si llevara todo el peso del mundo sobre sus hombros, pero se mantenía firme, como siempre. Sin embargo, cuando vio a su padre entrar en la sala, su rostro se desmoronó un poco.
Teo observó cómo la tensión de Melanie aumentaba con cada palabra que su padre le dirigía, cómo su familia parecía ignorarla o, peor aún, ridiculizarla en público. Era como si todo lo que había logrado no significara nada para ellos. Y, por más que él intentaba no involucrarse, no podía evitar notar el dolor en su mirada.
Melanie, sin embargo, mantenía una fachada, una sonrisa que nunca llegaba a los ojos, pero que era suficiente para que todos se creyeran la farsa.
Teo se acercó a ella y, sin pensarlo, tomó su brazo, sintiendo cómo ella lo miraba, sorprendida.
—No tienes que hacer esto sola —dijo en voz baja.
Ella lo miró, sorprendida, y por un momento, en su rostro apareció una expresión de gratitud, algo que no se veía tan a menudo.
—Gracias, Teo —dijo con suavidad, antes de girarse para enfrentar a su familia con una determinación renovada.
Teo la observó, dándose cuenta de que, tal vez, todo lo que él pensaba que sabía sobre ella había sido solo una capa superficial. Y mientras veía cómo enfrentaba a su familia, pensó que, de alguna manera, se sentía más cercano a ella de lo que había imaginado.