Keiran muere agotado por una vida de traición y dolor, solo para despertar en el mundo del libro que su único amigo le regaló, un universo omegaverse donde comparte nombre y destino con el personaje secundario: un omega marginado, traicionado por su esposo con su hermana, igual que él fue engañado por su esposa con su hermano.
Pero esta vez, Keiran no será una víctima. Decidido a romper con el sufrimiento, tomará el control de su vida, enfrentará a quienes lo despreciaron y buscará venganza en nombre del dueño original del cuerpo. Esta vez, vivirá como siempre quiso: libre y sin miedo.
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📌 Historia BL (chico × chico) si no te gusta, no entres a leer.
📌 Omegaverse
📌 Transmigración
📌 Embarazo masculino.
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Capítulo 11. Juego mortal.
La puerta de la oficina se cerró de golpe, y el sonido resonó como un eco cargado de tensión. Margaret giró bruscamente hacia Gabriel, sus ojos verdes clavándose en los castaños de él con una intensidad que parecía atravesarlo.
—¿Qué carajo significa eso? —preguntó, cruzando los brazos mientras su voz, cargada de irritación, llenaba la habitación—. ¡Te vas! Así de simple. Tenemos un maldito trato, Gabriel. No puedes hacer esa estupidez sin consultarnos.
El alfa permaneció inmóvil por un momento, intentando mantener la compostura bajo la mirada acusadora de Margaret.
—Lo sé, pero...
—¡No hay pero que valga! —Margaret golpeó la madera del escritorio detrás de ella con ambas manos, sus movimientos tensos y cargados de frustración—. ¿Te vas a llevar al mudo? ¿Y qué?
—Sí, Gabriel. ¿Así cómo podré atormentar a ese maldito bastardo? —interrumpió Shelby, quien se colocó al lado de su madre. Sus ojos brillaban con rabia y sus mejillas estaban enrojecidas, reflejando la intensidad de su enojo.
Gabriel suspiró y desvió la mirada hacia Shelby, quien esperaba su respuesta con impaciencia.
—Lo lamento, pero Keiran necesita salir de aquí —dijo, avanzando un paso hacia Shelby. Tomó su mano y la besó con cuidado, tratando de calmarla—. Últimamente está desconfiando de mí. Quiero demostrarle que sigo siendo el mismo y que es él el único que me interesa.
Margaret resopló, claramente exasperada. Se llevó una mano a la sien, masajeándola con movimientos circulares mientras sentía una leve punzada de dolor.
—Aun así, debiste decirnos antes. Sabes que esto no solamente te afecta a ti —replicó con un tono más controlado, aunque la rabia seguía presente en cada palabra. Sus labios se curvaron en una mueca amarga antes de continuar—. ¿Y por qué demonios tienes que mudarte a un lugar tan caro? Ni siquiera mi hijo gasta tanto en una renta.
El comentario cayó como una sentencia en la habitación. Gabriel tragó saliva antes de responder.
—Es para mostrarle mi buena intención a su esposo —dijo con firmeza, aunque evitó el contacto visual directo con Margaret.
Shelby, que hasta entonces había estado alimentando su enojo, de repente dejó que una sonrisa dulce se apoderara de su rostro. Cambió su actitud con la facilidad de quien domina el arte de la manipulación.
—Cariño... —murmuró mientras se colgaba del cuello de Gabriel, sus dedos acariciando suavemente la nuca del alfa. Este, sin dudarlo, la sostuvo por la cintura, como si el calor de su cuerpo pudiera disipar las tensiones en el aire—. ¿Cuándo nos veremos entonces? Aquí podemos hacerlo siempre que queramos, pero cuando te vayas...
Gabriel sintió cómo las emociones de Shelby oscilaban entre la ira y el deseo de controlarlo. Con suavidad, la acercó más a él, sus labios curvándose en una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
—Tranquila, nena. Estaremos en contacto —dijo antes de besarla, sus labios atrapando los de ella con la familiaridad de alguien que había repetido ese gesto muchas veces.
Mientras tanto, su mente calculaba las posibles complicaciones que surgirían al estar bajo el escrutinio constante de Keiran. Tendría que ser más astuto que nunca para seguir viéndose con Shelby sin levantar sospechas.
Margaret, que observaba la escena, no dijo nada más. Se limitó a observar al alfa con una mezcla de desdén y desconfianza, sus pensamientos girando en torno a cómo este movimiento podría afectar sus propios planes.
Gabriel sabía que estaba jugando un juego peligroso, atrapado entre las expectativas de Margaret, los caprichos de Shelby y la mirada fría de Keiran. Pero si algo había aprendido en la vida era que, en un tablero lleno de piezas hostiles, el único camino hacia la victoria era no dejar que nadie adivinara tu siguiente jugada.
—Ya, fue suficiente —dijo Margaret, interrumpiendo el beso de su hija con el alfa. Su tono cortante hizo que Shelby frunciera el ceño, pero obedeció. Margaret, como siempre, era la que controlaba la dinámica en la habitación—. ¿Cuándo van a mudarse?
—Mañana —respondió Gabriel mientras se sentaba en un sillón, llevando a Shelby sobre su regazo. La omega, feliz con el gesto, sonrió y depositó un beso en la mejilla del alfa. Sin embargo, su expresión cambió al escuchar la respuesta. Su sonrisa se desvaneció, y un puchero se formó en sus labios—. Es necesario que él vea mi disposición —añadió Gabriel, justificándose.
—Ese imbécil —murmuró Shelby con rabia contenida—. ¿Por qué no simplemente lo drogamos y lo mandamos a un psiquiatra? Estará mejor en ese lugar y dejará de hacernos la vida imposible.
Margaret soltó un suspiro pesado, con el cansancio de quien se siente rodeada de incompetentes.
—Es bueno que Dios te haya bendecido con belleza, hija —dijo con un tono cargado de ironía—, porque eres una estúpida pensando en soluciones.
—¡Mamá! —gritó Shelby, ofendida. Su voz temblaba por la mezcla de enojo y humillación. Odiaba que su madre la tratara como una tonta, especialmente frente a Gabriel.
—¿Qué quieres que te diga cuando propones tremendas tonterías? —replicó Margaret mientras rodeaba el escritorio con elegancia estudiada. Sacó una cajetilla de cigarrillos y encendió uno, dejando que el humo llenara el ambiente antes de mirar fijamente a su hija—. Enviar a Keiran no es el problema, el problema es tu tonto padre que lo ama solo por ser hijo de esa perra sucia.
El comentario cayó como un balde de agua fría. Shelby bajó la mirada, su rabia momentáneamente eclipsada por la vergüenza y la frustración.
—Es verdad —murmuró después de un momento de silencio. Levantó la vista hacia su madre, sus ojos brillando con una mezcla de resignación y amargura—. Papá nunca permitiría que Keiran fuera encerrado con esos locos.
Margaret esbozó una sonrisa sarcástica.
—¿Ves? No es tan difícil usar tu cerebro, Shelby —replicó, dejando escapar una calada más de su cigarro antes de continuar—. Rowan jamás permitirá que ese bastardo esté encerrado. Pero eso no significa que no podamos encontrar otra manera de quitarlo del camino. Solo necesitamos asegurarnos de que todo quede bajo nuestro control antes de actuar.
Shelby asintió, aunque sus labios permanecían tensos. Gabriel, por su parte, mantuvo una expresión neutral mientras observaba el intercambio entre madre e hija. Sin embargo, sus pensamientos iban en una dirección completamente distinta.
Margaret dio otra calada al cigarro y soltó el humo lentamente, como si estuviera saboreando la imagen de su plan finalmente concretado.
—Todo debe hacerse con precisión —insistió Margaret, con su tono frío y autoritario—. Keiran debe salir del camino, cueste lo que cueste. Gabriel, tienes que quebrarlo. Mientras estén en ese lugar, hazle saber la basura humana que es. Rompe sus esperanzas, humíllalo, quítale las ganas de vivir. Asegúrate de que entienda que, fuera de ti, ni siquiera su padre lo ama. Quiero que desee la muerte, que anhele reunirse con la puta de su madre en la otra vida.
Cada palabra estaba cargada de odio y veneno. Los ojos de Margaret brillaban con una rabia fría, calculadora, mientras exhalaba el humo de su cigarro, como si estuviera saboreando la idea de la destrucción de Keiran.
Shelby, a su lado, no ocultaba la emoción que le generaba el discurso de su madre. Sus labios esbozaron una sonrisa torcida, satisfecha. Sin embargo, Gabriel permaneció en silencio, inmóvil, aunque por dentro sentía que la presión crecía.
—Espero que no tengas inconvenientes con esto, Gabriel —añadió Margaret, mirándolo fijamente—. Si vas a estar con nosotros, debes demostrar tu lealtad.
Gabriel tragó saliva, pero su rostro no delató nada. Sabía que mostrar cualquier atisbo de duda sería peligroso con Margaret, quien siempre encontraba la forma de detectar debilidades.
—Haré lo que sea necesario —dijo con calma, aunque por dentro una tormenta se desataba en su mente.
Shelby, complacida con su respuesta, acarició su mejilla antes de depositar un beso en su mandíbula.
—Sabía que podía confiar en ti —susurró con voz dulce, pero Gabriel sintió el peso de sus palabras como cadenas que lo ataban más a ese plan que empezaba a resultarle asfixiante.
El silencio volvió a instalarse en la oficina. El único sonido era el crepitar del cigarro que Margaret sostenía con elegancia estudiada, como si su mera presencia llenara la habitación de tensión.
Mientras Shelby se recostaba cómodamente contra él, Gabriel desvió la mirada hacia la puerta cerrada. Sus pensamientos eran un remolino de dudas y certezas que no podía compartir con nadie.
«Ellas no lo saben», pensó, su mandíbula apretada. «Keiran ya no es el mismo chico indefenso que conocimos. Y esta vez, las cosas no serán tan sencillas como antes».
Era cierto. Keiran había cambiado, y Gabriel lo sabía mejor que nadie. Había algo diferente en él, algo que no se podía quebrar tan fácilmente.
Ni Margaret ni Shelby sabían que, a pesar de su aparente fragilidad, Keiran era más fuerte de lo que creían. El chico que una vez había sido un blanco fácil ahora tenía algo que ellas no entendían: determinación. Y si Gabriel había aprendido algo en los últimos días, era que Keiran estaba dispuesto a defender lo poco que le quedaba, sin importar el precio.
—Esto es solo el principio —añadió Margaret, rompiendo el silencio, mientras apagaba el cigarro en un cenicero de cristal con un gesto decidido—. Asegúrense de no cometer errores. Esta es nuestra última oportunidad para deshacernos de él.
Gabriel asintió, pero una pequeña chispa de duda seguía ardiendo en su interior. ¿Podría realmente cumplir con lo que Margaret pedía? ¿O Keiran encontraría una forma de cambiar el juego antes de que ellos pudieran destruirlo?
El silencio que siguió fue tenso, cargado de intenciones no dichas y secretos ocultos. Cada uno de ellos tenía sus propios planes, pero solo el tiempo revelaría quién realmente saldría vencedor de este juego mortal.