Entre La Razón Y La Piel

~Liam

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—¿Quieres ver qué tan poco respeto te tengo?

¿Qué clase de pregunta era esa? ¿En qué situación me había metido esta acosadora se*ual? Ya estaba nublándome la mente con su contacto externo cuando decidió que era una buena idea aumentar el reto y meter la mano dentro de mi ropa. ¿Y yo qué hacía? Era ella la que se estaba aprovechando de mi inocencia.

Había perdido mi control, esto no era cuestión de si yo quería continuar o no. Para explicarme mejor, es como si le pidieras a un adicto que deje de beber. No tenía poder sobre mi propia voluntad, y no puede decir que no intenté resistirme, porque le pedí que se detuviera en más de una ocasión. Ese era mi subconsciente sabiendo lo que mi mente realmente quería y mi cuerpo se negaba a hacer; quitármela de encima.

No debería hacerme sentir así.

Su propósito era claro, me hacía preguntas acerca de si todavía pensaba que yo era mejor que ella. Si tenía que tenerme en esa situación para sacarme las respuestas de la boca entonces era obvia la conclusión.

Me sobresalté al sentir cómo se movía su mano contra mi piel, con fuerza, me estaba matando. Y al parecer no le preocupaba en lo más mínimo que alguien entrara y nos encontrara así –y a mí tampoco, a decir verdad, estaba ocupado pensando en otra cosa–. Me sentía abrumado por su repentino atrevimiento y el contacto me dejaba completamente sin palabras.

Usaría esto en mi contra más tarde, yo lo sé.

—Esto no va a hacer que admita... nada —le dije.

Se había acercado a mi rostro, que seguramente estaba a más de 38 grados. Intenté detenerle, de verdad que lo hice, sujeté su brazo como primer impulso, pero mi cabeza ardía por el placer, al igual que el resto de mi cuerpo, y lo único que logré fue aumentar la fuerza con la que me tocaba.

Intenté desviar mi vista, me enojaba mirarla, porque se mantenía impasible. Ella estaba completamente normal, el único afectado aquí era yo.

Cada movimiento, cada mirada y cada palabra que me dirigía eran una tremenda tortura, incluso sentí que mis piernas estaban temblando ligeramente. Mi parte lógica estaba batallando contra mi parte primitiva al enlistarme mentalmente todos los motivos por los que se supone, no debía permitir eso, pero esa parte estaba perdiendo.

Mi respiración corría de forma errática mientras intentaba oprimir los sonidos que querían desprenderse de mi garganta por el deleite que me estaba invadiendo. Todo intento de oposición se desbarató y mi fin llegó cuando me pidió que la besara porque para nada dudé en hacerlo. Mi autocontrol se desvaneció completamente, no pude detener por más el tiempo el deseo que me oprimía. Mis manos se aferraron a ella y la apreté contra mí, dejando mi orgullo a un lado.

Tenía los ojos cerrados y me estaba quedando sin aliento al sentir su mano frotar con más potencia. No quería concentrarme en nada más que en esa sensación que me estaba causando, yo mismo quería tomar su mano e intensificar la velocidad. Estaba a punto de terminar con eso hasta que, sin previo aviso, se detuvo, alejándose a la par que tenía esa imágen de mí frente a sus ojos. No tardó en formar una sonrisa burlona en su rostro.

—Maldita seas, no me hagas esto ahora.

—Ay, Liam —retrocedió para buscar su bolso y ponérselo sobre el hombro. La detestaba. Detestaba demasiado que actuara como si nada hubiera sucedido—. Deberías avergonzarte de lo manipulable que eres. Y todavía crees ser superior a mí.

La frustración reemplazó inmediatamente todo lo que tenía acumulado.

—Cierra la boca —le dije.

—Ciérramela —dijo simulando un tono provocativo, después soltó unas risas.

—Esto no es gracioso.

—Oh, pero lo es.

Prácticamente estaba divirtiéndose conmigo, era su juguete. La odié tanto por ello. Todavía me sentía débil y afectado por sus acciones, enseguida reparé en que mi rostro quemaba, y estaba despeinado. Bajé la cabeza para observar mi ropa que se me pegaba en algunas partes por el sudor, y entonces vislumbré el flash de su cámara cuando ella estaba retrocediendo.

—¿Qué estás haciendo? —pregunté enojado.

Allison acabó de tomar sus cosas y fue hasta la puerta.

—Chaito —se despidió con la mano y cerró.

No tenía los pensamientos nítidos aún como para seguirla, no iba a correr como niño detrás de ella, eso era lo que buscaba. En vez de eso, me quedé de pie con el objetivo de procesarlo todo y esperar a que el calor dejara de emanar de mi cuerpo, con el corazón aún pulsando velozmente.

Me desplomé en una silla que tenía cerca. Iba a bañarme conforme pisara la puerta de mi casa, tenía que quitar los rastros de sus manos toqueteándome entero.

Esa noche, pasé horas revolcándome en la cama y pensando en cómo quitar de mi mente a ella y a todo lo que había hecho. Me inquietaba descubrir cómo fue que caí en su jueguito.

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Al día siguiente me encontré faltando a de derecho empresarial, clase en la que la vería y no me sentía con ganas de enfrentar. Me quedé en una de las bancas de los pasillos, para no tenerla cerca.

Me enojé conmigo mismo por perder el dominio sobre mí y llegar al punto de permitirme priorizar ese tipo de problemas en lugar de concentrarme en lo que realmente importaba: en mi carrera. Estaba dejando que me afectara de sobremanera toda esta tontería.

Justo cuando me sumía en mis pensamientos autocríticos, vi a Camile llegar, y no pude evitar sentir una ligera incomodidad recorrerme.

—Ah, hola —le saludé, intentando sonar cadual—. ¿Cómo te fue en tus parciales?

Tomó asiento a mi costado.

—Aún me quedan dos, pero creo que voy bastante bien. ¿Tú no deberías estar en una clase a esta hora con Allison? —miró la hora en su teléfono.

Aparté la mirada al recordar los hechos anteriores. No quería admitir lo mucho que había repercutido en mí.

—No, hoy salí temprano. Es que no podía concentrarme en la clase —me excusé.

Camile no insistió más y eso fue un alivio, pero pude ver que hasta a ella le extraña la afirmación que acababa de hacer. ¿Yo? ¿Distraído con mis estudios? Si el verdadero propósito de esa desgraciada era bajar mi rendimiento, estaba empezando por un buen camino.

Me quedé charlando con ella acerca de otras cosas, sólo para tratar de despejar mi mente. Pero no importaba cuánto intentaba distraerme, siempre terminaba regresando a lo mismo. Allison salió de su clase más tarde y al pasar a nuestro lado –con una calma que me estaba perturbando–, Camile la llamó con un gesto alegre y sin pensarlo dos veces, para que se acercara a nosotros.

Se me revolvió el estómago.