En el lujoso mundo de los negocios, donde el poder y la codicia son la regla, surge una historia de amor llena de traiciones, celos y secretos ocultos. "Sombras de Pasión" narra la vida de Sofía Valente, una joven mujer independiente y decidida, que lucha por cumplir sus sueños en un mundo controlado por hombres de hierro. A lo largo de la novela, su vida se entrelazará con la de Gabriel Ríos, un empresario frío, calculador y exitoso, cuya única pasión parece ser el dinero y el control.
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Capítulo 14: Entre Risas y Sombras
Las luces de la ciudad titilaban a lo lejos mientras Sofía y Gabriel salían del restaurante. La noche era cálida, y un leve viento acariciaba su piel. Mientras caminaban hacia la salida, Sofía no pudo evitar sentirse extrañamente ligera. Algo en la cena había cambiado el tono entre ellos. Habían cruzado una línea invisible, pero ella no estaba segura de qué significaba realmente.
—Te llevaste la última palabra —dijo Gabriel, rompiendo el silencio.
Sofía lo miró de reojo, esbozando una pequeña sonrisa.
—No me acostumbro a dejar que otros lo hagan —replicó, divertida—. Pero si quieres revancha, estoy disponible... cuando quieras.
Gabriel sonrió de vuelta, una sonrisa genuina, no la típica mueca calculadora que solía llevar. Su tono era más relajado de lo normal, y sus pasos parecían menos medidos.
—Tendré que considerar esa oferta con cuidado. —Se inclinó ligeramente hacia ella mientras caminaban, el leve toque de su brazo contra el suyo enviando un pequeño escalofrío por la espalda de Sofía—. No querría arriesgarme a perder nuevamente.
—Te convendría —dijo Sofía con una risa contenida—. La derrota no te sienta bien.
Ambos llegaron al auto de Gabriel, estacionado justo al lado del restaurante. Antes de que Sofía pudiera abrir la boca para despedirse, él hizo algo inesperado: abrió la puerta del copiloto.
—¿Esto es parte del trato? —preguntó ella, arqueando una ceja.
—Considera que es una revancha anticipada —respondió Gabriel, con esa sonrisa juguetona que comenzaba a desarmarla—. Pensé que tal vez querrías ver la ciudad de noche. No todo es trabajo, Sofía.
—¿Y quién dice que no? —contestó ella, aceptando la invitación sin mucha resistencia.
La verdad era que estaba disfrutando la sensación de incertidumbre con Gabriel. Sabía que debía mantener la guardia, pero había algo en la forma en que la miraba esa noche que la hacía sentir más curiosa que cautelosa. Quizá, pensó, podía permitirse bajar la guardia… solo un poco.
Mientras el auto avanzaba por las calles iluminadas, Sofía se sorprendió de lo fácil que era hablar con Gabriel cuando las barreras del negocio desaparecían, aunque fuera por un rato. Lo vio como algo más que el empresario implacable que dominaba las reuniones y manejaba situaciones complicadas con fría precisión. Aquí, en este espacio privado, Gabriel tenía sentido del humor. Un humor seco, afilado, pero que lograba sacarle una carcajada genuina.
—Así que —dijo Gabriel mientras manejaba—, ¿en qué piensas cuando no estás dirigiendo un imperio? No me digas que eres de esas que se relajan viendo documentales financieros.
Sofía se rió, sorprendida por la imagen.
—¿Documentales financieros? Claro, me encanta saber cómo crecieron las economías de países que ya no existen.
—Lo imaginaba —respondió él, con una sonrisa cómplice—. Y además, probablemente estás suscrita a alguna revista de análisis de mercado… por diversión.
—Wow, Gabriel, estás comenzando a asustarme con lo bien que me conoces —bromeó Sofía, con una mirada juguetona—. Pero no, tengo mis secretos. No todo en mi vida es tan cuadrado.
—¿Ah, sí? —Él le echó una mirada de reojo, claramente interesado—. ¿Qué clase de secretos?
—Eso no te lo voy a decir ahora. No voy a hacer que sea tan fácil para ti. —Sofía lo miró directamente a los ojos, disfrutando del juego—. Tendrás que ganártelo.
El ambiente entre ellos cambió ligeramente con esas palabras. La ligera tensión que habían estado jugando se intensificó, pero esta vez, de manera más sensual. La ciudad seguía pasando por las ventanas, pero dentro del auto, la energía parecía concentrarse en esa conversación cargada de insinuaciones.
—Acepto el desafío —dijo Gabriel, su tono más grave ahora—. Aunque no estoy seguro de que puedas mantener esos secretos por mucho tiempo.
Sofía no pudo evitar sentir cómo su corazón latía más rápido. Había algo irresistible en la seguridad de Gabriel, pero también en cómo parecía desafiarla a cada paso, como si supiera que podía provocar en ella una reacción que ni siquiera ella comprendía completamente.
Finalmente, Gabriel estacionó en un lugar que ofrecía una vista panorámica de la ciudad, justo en un mirador que parecía poco concurrido. Las luces de los edificios brillaban como estrellas, y el sonido distante del tráfico era casi hipnótico. Sofía se quedó mirando el paisaje por un momento, disfrutando de la tranquilidad.
—Es hermoso aquí —dijo en voz baja, sin girarse hacia Gabriel.
—Lo es —respondió él, pero su mirada no estaba en la ciudad. Estaba en ella.
Sofía lo sintió. Esa mirada penetrante que hacía que cada parte de su cuerpo se volviera consciente de la proximidad entre ellos. Se mordió el labio inferior, dándose cuenta de que ese momento estaba tomando un giro más personal, más íntimo. Y aunque sabía que era peligroso, no podía apartarse.
—¿Ves? —dijo Gabriel suavemente—. No todo es negocios, Sofía. A veces... también podemos disfrutar del momento.
Ella finalmente lo miró, sintiendo una mezcla de emoción y temor ante lo que estaba ocurriendo. La distancia entre ellos era mínima, y ese pequeño espacio parecía cargado de una electricidad que ninguno de los dos estaba dispuesto a ignorar.
—¿Siempre eres así? —preguntó Sofía, su voz apenas un susurro—. ¿Tan seguro de ti mismo?
Gabriel sonrió, pero esta vez fue una sonrisa más suave, más genuina.
—No siempre. Pero contigo... es diferente.
Sofía sintió que el suelo bajo sus pies se deslizaba lentamente. Sabía que lo que estaba ocurriendo entre ellos podía ser una complicación enorme, pero no podía negarlo más: había algo entre ellos que la atraía como un imán.
Y entonces, sin previo aviso, Gabriel hizo lo que ella había sentido venir desde que lo vio entrar en su oficina esa mañana. Se inclinó hacia ella, acercándose lentamente, dándole tiempo de detenerlo si quisiera. Pero Sofía no se movió. Ni siquiera respiró. Solo esperó.
El roce de sus labios fue suave al principio, apenas una caricia, como si Gabriel estuviera probando hasta dónde podía llegar. Pero cuando sintió que Sofía no se apartaba, su beso se volvió más firme, más decidido. Sofía respondió con la misma intensidad, dejándose llevar por la sensación de estar perdiendo el control, pero de la mejor manera posible.
Cuando finalmente se separaron, ambos respiraban con dificultad, el aire cargado de algo más que palabras no dichas.
—¿Esto también es parte del negocio? —preguntó Sofía, con una sonrisa traviesa.
Gabriel rió suavemente, su frente apoyada contra la de ella.
—No. Esto es... algo completamente diferente.
Sofía lo miró a los ojos, sabiendo que había cruzado una línea. Pero no le importaba. Porque, por primera vez en mucho tiempo, sentía que estaba exactamente donde quería estar.