Fui obligada a casarme con el CEO enmascarado y discapacitado por culpa de mi padre, quien en una apuesta me perdió.
NovelToon tiene autorización de Luna Azul para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
—2—
ELENA COEN
Desperté en un cuarto que no conocía. Me sentía mareada aún. Me dolía la cabeza, tenía el estómago revuelto. Recordé que me habían traído a la fuerza.
Me acerqué a la puerta y la golpeé tan fuerte como pude. Tenía miedo, mucho miedo. No tenía idea de dónde estaba.
— Abran la puerta. Dejénme salir. Juro que los voy a denunciar. Malditos.
Una dosis de realidad me dio fuerte en mis pensamientos, recordando las palabras de Loren. Habia sido apostada por mi padre, ¿Qué padre le hace eso a su hija? Acaso soy su hija. Empecé a llorar sin consuelo. ¿Quién soy? ¿tan mala hija he sido que me haces esto, padre?
Golpeé la puerta otra vez, y ahora con más fuerzas.
— Juro que me mataré si no abren la maldita puerta — Grité tan fuerte que mi garganta dolía.
Miré en el cuarto y esto era una locura. Era un cuarto solo con una cama, sin ventana, sin closet, sin nada. Había otra puerta, me acerqué para abrirla y está era del baño, con un papel higiénico y un simple jabón.
Mi ropa y mi celular quedaron en la maleta que nunca salió de mi casa.
Me fui a un rincón de aquel cuarto a llorar.
Mi madre que no es mi madre biológica, fue la única que en realidad me quiso, ¿Realmente me amaba? Cerré mis ojos un momento.
La puerta se abrió. Levanté mi cara para ver. Entró un señor acompañado de los dos hombres que me trajeron aquí.
— De pie — lo dijo con voz gruesa.
No obedecí, lo miré muy seria con mi entrecejo fruncido.
— Te dije que te pongas de pie— los dos hombres me pusieron de pie a la fuerza.
— Ya déjenme, suéltame.
— Da la vuelta. Quiero ver tus atributos.
— No lo haré. No solo soy carne,soy una persona. Soy menor de edad. Cuando salga de aquí todos ustedes irán a la carcel.
El señor me dió en la cara con unos guantes negros. Me callé. Realmente estaba asustada, la mejilla me dolía.
— Tú estás aquí para complacer a mi hijo. No hagas nada loco porque la vida de tu padre y de tu hermana están en mis manos. Ahora obedece.
Uno de los hombres me dio media vuelta.
— Creo que serás una buena incubadora para los hijos que le darás a mi hijo.
— ¿Incubadora? Yo no soy incubadora de nadie.
A cómo pude me solté de aquellos gorilas y salí corriendo del cuarto. Lo que me detuvo fue ver qué fuera del cuarto estaba un hombre que tenía casi toda la cara tapada con una máscara y estaba en sillas de ruedas. Ese hombre miró a un lado tratando que no lo viera más. Me dio miedo. Tenía una mirada gélida.
Me tomaron por los brazos los dos hombres.
— No, no , no, nunca seré la incubadora de nadie, menos de ese monstruo. Suéltenme. No quiero estar aquí.
Me encerraron de nuevo en aquel cuarto. Mis piernas me temblaban del miedo. Era cierto lo que había dicho Loren. El hijo de este señor es un monstruo, que usa máscara y está inválido.
¿Por qué me ofrecieron a mí? ¿Por qué tengo que sacrificarme por sus tontas decisiones?
Ese día grité tanto que lo único que quería era que me escucharán y me salvarán. Los siguientes días fueron igual, solo que me sentía sin fuerzas y sin voz. No había probado alimento durante una semana. Nadie venía a verme, sabían que está viva por mis berrinches.
Me sentí perdida, sola, sin ganas de pelear. Ahí entendí que mi vida ya no tenía valor. Me desnudé y me metí al baño. Dejé que el agua cayera en mi cuerpo por horas, quería morir, Pero no había nada con que quitarme la vida.
Me senté en el piso del baño. Una tristeza me invadió. Era como si mi espíritu hubiera perdido su voluntad de lucha. Cerré mis ojos.
— ¿Cuántas horas debió estar debajo del chorro del agua fría? — era la voz de una mujer.
No tenía ni fuerza para abrir los ojos. Solo sentí que me pusieron en la cama y que algo caliente me cubría. Mi cuerpo tiritaba cada vez menos. Mis lágrimas salían. Yo solo quería morir.
— Señorita tomé esto— Solo giré mi cara en sentido contrario de donde venía la voz— por favor señorita, usted está muy mal.
Me giré dándole la espalda. Entré metiendo mi cara en la almohada.
— Le voy a dejar el chocolate caliente. Está a un lado de la cama. Tómelo y hay una muda de ropa, póngaselo — solo escuché que la puerta se abría y se cerraba. Ella había salido del cuarto.
Me quedé en esa posición, en medio de la oscuridad del cuarto.
Un sonido erizó mi piel del miedo. Era como un chirrido suave que se acercaba a la cama. En mi mente recé el padre nuestro varias veces. Apreté mis ojos con mucha fuerza. La puerta se abrió y alguien salió. No supe quién era la tercera la persona. Tal vez era ese hombre de la máscara.
Elena Coen, 17 años.
Gracias Luna por una novela corta pero excelente te felicito que Dios te bendiga siempre 🫂😘🙏🇻🇪💐