CECIL EL FINAL DE LA VILLANA

Capítulo 20.

Cuando Adrien llegó a casa, la figura de Cecil esperándolo en la puerta hizo que el peso en su pecho disminuyera. Su sonrisa iluminaba todo, y por un momento, él se permitió simplemente mirarla, agradecido por la luz que ella había traído a su vida.

—¿Cómo te fue? —preguntó Cecil, abrazándolo con fuerza.

Adrien la estrechó entre sus brazos, cerrando los ojos mientras buscaba las palabras adecuadas.

—Fue complicado —admitió, acariciándole el cabello—. Pero necesario.

No le mencionó que había visitado el cementerio donde descansaban su primera esposa y los hijos que perdió en un trágico accidente años atrás. La herida aún dolía, pero ese acto le había permitido dejar atrás parte de la culpa que lo había perseguido durante tanto tiempo. Mientras estaba frente a esas tumbas, había hablado con ellos, explicándoles que por fin estaba listo para seguir adelante.

—¿Quieres hablar de eso? —preguntó Cecil, con dulzura, pero sin presionarlo.

Adrien tomó sus manos, sintiendo la calidez de su piel como un ancla a la realidad. Se sentaron juntos en el sofá, y él se preparó para revelar lo que hasta ahora había mantenido en secreto.

—Cecil, hay algo que debo contarte —comenzó, su voz seria pero tranquila—. Si vamos a casarnos, no quiero que haya secretos entre nosotros.

Ella lo miró con atención, percibiendo el peso de sus palabras. Adrien respiró hondo antes de continuar.

—Hay una parte de mi vida que no te he contado. No porque no confíe en ti, sino porque ha sido difícil para mí hablar de ello. Antes de conocerte, fui esposo… y padre, Eso ya lo sabes, pero hay algo que no te dije.

Cecil parpadeó, sorprendida. Adrien apretó ligeramente sus manos, buscando fuerzas en ese contacto.

Adrien hizo una pausa, sus ojos buscando los de Cecil.

—Provengo de una familia aristocrática, una de las más influyentes del país. Heredé una gran fortuna, pero después de perderlos, nada de eso tenía sentido. Mi madre quiso que me casara por conveniencia poco tiempo después, y eso fue la gota que me empujó a irme. Decidí empezar de nuevo, lejos de ese mundo, y vivir una vida sencilla.

Cecil lo miró, procesando la magnitud de lo que le estaba revelando.

—¿Por qué no me lo habías contado antes?

Adrien sostuvo su mirada, sincero.

—Porque temía que cambiaras la forma en que me ves. No quiero que pienses en mí como alguien definido por su apellido o su fortuna. Quiero que me ames por quien soy ahora, no por lo que fui o lo que tengo.

Cecil guardó silencio por un momento, pero sus ojos brillaban con comprensión.

—Adrien, te amo por quién eres, no por lo que tienes o lo que fuiste. Estoy aquí porque quiero compartir mi vida contigo, y nada de lo que me has contado cambia eso.

Adrien sintió un alivio inmenso, como si una montaña hubiera sido retirada de sus hombros.

—Gracias, Cecil. De verdad, gracias.

Ella sonrió, acariciándole la mejilla.

—Ahora que lo sé todo, podemos seguir adelante sin secretos. Y créeme, estoy dispuesta a enfrentar cualquier obstáculo contigo.

Adrien la abrazó nuevamente, prometiéndose a sí mismo que haría todo lo posible por construir un futuro feliz con ella. Sabía que la vida no sería fácil, especialmente con los posibles problemas que podrían surgir con sus padres, pero con Cecil a su lado, sentía que podían superar cualquier cosa juntos. Por otro lado en el majestuoso despacho de la mansión de la familia de Adrien, la madre, Isabelle, sostenía en sus manos un informe detallado que acababa de recibir. Cada página era una daga para sus expectativas. El nombre de Cecil brillaba en el encabezado, y el contenido del informe la había dejado sin aliento.

—¿Esto es una broma? —espetó, dejando caer las hojas sobre el escritorio de caoba—. ¡Adrien no puede estar planeando casarse con esta… esta mujer!

Su esposo, Jean-Pierre, que hasta ese momento había permanecido leyendo tranquilamente un periódico, levantó la vista con una expresión severa.

—Isabelle, cálmate. Déjame ver qué dice.

Isabelle se levantó, cruzando los brazos mientras Jean-Pierre tomaba el informe y lo leía en silencio. Las palabras "exconvicta", "venganza" y "escándalo público" parecían gritarle desde las páginas. Aunque él tenía un carácter más reservado que su esposa, incluso Jean-Pierre frunció el ceño al terminar de leer.

—Esto es inaceptable —dijo finalmente, colocando el informe sobre la mesa con cuidado, pero firmeza—. ¿Cómo es posible que Adrien haya elegido casarse con una mujer con semejante pasado?

Isabelle chasqueó la lengua y comenzó a pasearse por la habitación, su elegancia intacta pese a su evidente enojo.

—¡No lo permitiré! Es obvio que esta mujer lo está manipulando. Una exconvicta… ¿Cómo puede siquiera pensar en traer a alguien así a nuestra familia?

Jean-Pierre se puso de pie, asintiendo con seriedad.

—Hablaremos con él. Y con ella. Esto tiene que terminar antes de que sea demasiado tarde.

Isabelle sonrió, pero no era una sonrisa amable. Era la expresión de una mujer acostumbrada a salirse con la suya.

—No solo hablaremos. Tomaremos un avión esta misma noche. Si Adrien no entiende la magnitud de su error, entonces nosotros lo haremos entrar en razón.

HOLA MIS QUERIDAS, ES TODO POR HOY, ESPERO QUE DISFRUTEN LA MARATON Y ME DIGAN COMO LE A PARECIDO LA NOVELA HASTA AHORA, POR FAVOR DEJEN SUS COMENTARIOS......