La Generala Del General

Alteza, usted fue envenenada. Hay que actuar rápido para salvarla a usted y a su bebé. - concluyó el sanador muy serio mientras miraba a Artemis.

- Está bien. Rápido, por favor. - pidió Artemis con angustia.

Entonces la llevaron a sus aposentos. Y allí comenzaron el tratamiento mágico para limpiar su cuerpo del veneno e intentar salvar a su hijo nonato.

Mientras tanto, el capitán de su escuadrón ya tenía órdenes de capturar a la sirvienta, de nombre Camila, y llevarla a los calabozos del Archiducado. Allí sería interrogada por el comandante del ejército del territorio y el capitán. A la espera de que la Archiduquesa Artemis pudiera interrogarla personalmente.

Al asistente de Artemis, se le dió la orden de enviar un ave mensajera al general Gabriel e informarle de lo sucedido. Así como avisarle que se hacía todo lo posible por salvar a los dos.

Luego de algunas horas, dónde Artemis cayó en la inconsciencia debido al dolor, el sanador mágico pudo salvar la vida del bebé y estabilizar a la madre. Ahora dependía del médico darle los remedios necesarios para que ella se recuperará por completo y despertará.

Y así pasaron tres días. Artemis estuvo inconsciente durante ese tiempo. Mientras era cuidada por sus doncellas Karina y Karla, así como el médico y el sanador que la visitaban con regularidad para estar al tanto de su estado.

Mientras tanto, Gabriel recorría la distancia entre Rubí y Greenwich, cruzando el reino de Jade rápidamente. Tratando de llegar lo más rápido posible al lado de su familia. Si, el ya consideraba a Artemis y a su hijo no nacido como su familia. Para ello, casi no descansaban, y cambiaban los caballos cansados donde se detenían. Eso significa un desgaste mayor, ya que tampoco se alimentaban bien, o a veces olvidaba comer y era su capitán quien se lo recordaba.

Gabriel sabía que ya la atendían, y que probablemente ya habían capturado a quien le había dado el veneno, y solo rogaba porque ambos estuvieran bien.

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Artemis despertaba. Primero sentía confusión, mientras miraba a su alrededor.

"¿Dónde estoy?" pensó, dándose cuenta que era la habitación que ocupaba desde que se había instalado en el archiducado.

Se incorporo, llevándose la mano a la frente y luego recordó el dolor en su vientre y bajo ambas manos a su abdomen, y veía que allí estaba su barriguita. Apenas se notaba. Se sentó a la orilla de la cama, respirando profundamente.

Entonces entro una de sus doncellas.

- Mi señora, despertó. Gracias a Dios. - iré por el médico.

Artemis la miro con una sonrisa y asintió.

A los pocos minutos llegaron el médico y el sanador mágico. Y la revisaron.

- Alteza, el bebé está bien y estable, así como usted. Debe seguir las indicaciones que le di, y vendré cada día a revisarla. - dijo el sanador mágico.

- Alteza, Ambos están bien. Seguiremos con el tratamiento de tés vitamínicos y la revisaré con regularidad. Debería descansar un poco más. - concluyó también el médico serio.

Artemis los miró a ambos.

- Gracias a los dos. Seguiré sus indicaciones, pero en este momento debo interrogar a una rata. - dijo ella con una sonrisa sombría, mientras se levantaba y pedía a sus doncellas que le prepararan el baño.

Debía interrogar a la sirvienta que llevó el té envenenado.

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Artemis ya estaba en su despacho pensando en lo que logro saber a través de la sirvienta Camila. Alguien en la capital sabía de su embarazo, y al saber que a ella le habían entregado el archiducado del sur, habían enviado a Camila a buscar trabajo allí, mucho antes de que llegará la Princesa, para así matar a un posible heredero de Artemis. Si la princesa moría en el proceso mucho mejor.

Quien planeo esto fue muy tonto. O no sabe que dañar a un miembro de la familia real, aún cuando no haya nacido, es penado con la muerte.

"Van a conocer a la Archiduquesa Artemis" pensó la Generala, ya vestida con su uniforme militar, y dirigiéndose a los calabozos del Archiducado. Seguida por sus escoltas y el capitán del ejército real, junto al comandante del ejército del territorio.

Al acercarse a la celda, allí estaba la sirvienta Camila, "Cami" como solían decirle las otras doncellas.

" Que tonta fui de confiarme de su apariencia dulce" pensó Artemis con ira.

Aún cuando se había investigado a todos en la mansión, a Camila no le habían puesto mucha atención. Ni siquiera porque había sido contratada unos días antes de llegar la Archiduquesa.

Artemis se la quedó mirando. Camila había pasado cuatro días en el calabozo, tenía el vestido sucio y roto. Estaba despeinada, pero aún conservaba el cabello en una coleta mal atada. Las uñas rotas y el rostro y brazos sucios. Había rastros de lágrimas en sus mejillas.

Cuando Camila levanto el rostro y se dió cuenta que Artemis estaba allí, observandola, con expresión seria y fría, comenzó a llorar y a implorar perdón, mientras se sostenía de las barandas de la reja, y estaba semi acostada en el suelo, levantando su pequeño rostro, mirando a Artemis, mientras imploraba perdón.

- Perdóneme, Excelencia. No sabía que él té tenía veneno. Solo me lo dieron en la cocina y me dijeron que era para usted. perdóneme, por favor. - suplicaba la joven mujer mientras lloraba. Sabía que sus días estaban contados.

Artemis hizo una seña a sus guardias y estos abrieron la puerta de la celda, y sacaron cargando a Camila de la misma, llevándola a otro cuarto.

- Nooo, ¿a dónde me llevan? - preguntaba y miraba a los lados. Cuando entraron al lugar y la sentaron en una silla, mientras la ataban con correas a la misma. Fue entonces que Camila se dió cuenta que harían con ella.

- No, no, mi señora. Perdóneme, por favor. Yo no lo sabía. Piedad, por favor, ... - suplicaba la joven mientras aterrorizada pedía piedad.

- ¿Acaso pensaste que pasaría si me dabas ese té? ¿Acaso te preguntaste si era correcto? ¿Por qué tendría yo que tenerte piedad? - preguntó Artemis mirando de forma fría y sin sentimientos a Camila. Mientras una sonrisa macabra aparecía en su rostro.

Las manos de Artemis se paseaban por los instrumentos que estaban en una mesa al lado de Camila. Estos eran usados para torturar. Artemis necesitaba saber quién había enviado a la joven a envenenarla.

- Me dirás todo lo que sabes. Y espero que lo hagas antes de usar esto. - y tomó una pequeño cuchillo, muy afilado, con la que hizo un pequeño corte superficial en la piel del brazo de Camila.

La chica hizo un gesto de dolor.

- Mi señora, no lo sé. Ya le dije al capitán que no sé. Un mensajero llevo el dinero junto a una carta a mi casa. Y en ella estaban las instrucciones. El dinero lo tome para mí madre. En ese momento estaba desesperada y no lo pensé. Piedad, por favor. - explicaba la joven mientras lloraba.

Artemis volvió a hacerle otro corte. Cada vez que recordaba el dolor de ese día, y como vio la luz de su hijo no nacido apagarse lentamente. El desespero que sintió cuando pensó que lo había perdido, una ira iba creciendo de a poco en su pecho. Y eso le hacía desear hacerle daño a la joven.

- ¿Qué decían las instrucciones? - pregunto.

De repente la chica no quería seguir hablando.

- ¿Qué decían las instrucciones? - volvió a preguntar perdiendo la paciencia, enterrando la hoja afilada del cuchillo en su brazo. Haciendo que la chica gritara de dolor.

- Que debía hacer que se tomará el veneno, que debía perder el embarazo... - dijo llorando y con mucho dolor.

Artemis se quedó sorprendido por un segundo.

"¿Quién sabía de su embarazo en la capital aparte de su hermana Ana?" pensó.

- ¿Qué más decía? - Preguntó mientras le causaba más dolor a la chica.

- Aaahhhh,... Que el veneno... La volvería estéril... Aaahhhh - dijo la chica y se desmayó.

Artemis coloco el cuchillo en la mesa. Y se quedó mirando a la joven con rabia.

- Despiertenla - ordenó a sus hombres, y estos le lanzaron un balde con agua fría.

Camila despertó gritando, y respirando agitadamente.

- ¿Quién te envío a envenenarme? Y no me digas que nadie porque sabes mucho más de lo que dices - pregunto Artemis.

Pero la chica no respondió. La Archiduquesa respiro profundo, de repente sintió mucho asco de la sangre en sus manos y ropa, y del aspecto y olor a hierro que emana de Camila.

- Capitán, quiero un nombre - ordenó Artemis y salió del lugar seguida de sus escoltas.

Entro a una oficina dentro del mismo sector de los calabozos donde se aseo y se cambió la ropa por un uniforme limpio y luego salió de allí.

- Quiero al mensajero - ordenó Artemis.

Y un grupo de sus soldados inmediatamente fueron a buscar y capturar al mensajero, y otro grupo fue a corroborar la casa de la joven.

En efecto vivía con su madre y estaba muy enferma. Los doctores decían que aún con tratamiento no viviría mucho tiempo.

Al mensajero lo encontraron pero muerto en las afueras del pueblo donde vivía Camila.

Artemis ordenó reforzar la seguridad e investigar hasta el último detalle a todos los sirvientes en la mansiones del ducado. Se despidieron aquellos que habían entrado días antes de la llegada d le la Archiduquesa, en total dos chicas más que cumplían labores muy cerca de Artemis. Y se trajo personal de confianza de la capital.

Camila fue juzgada, y condenada por intento de asesinato de un miembro de la familia real en contra de la Princesa Artemis de Greenwich, con pruebas del hecho. Todos se asombraron cuando se enteraron quien era Artemis. Ahora nadie quería meterse con ella.

Aún quedaba la duda, ¿quien había enviado a matar a Artemis, o si fallaba por lo menos mataría a su futuro bebé, y ella quedaría infertil debido al veneno?

Al menos sabía que su embarazo seguía su curso, pero lo de la infertilidad, no se sabría hasta más adelante.

**********

Dos semanas después, Gabriel junto a sus hombres llegaron al Archiducado. Habían realizado el viaje en la mitad del tiempo. Pero a un costo alto

En el camino habían perdido a dos compañeros debido a una emboscada que les habían puesto. Al parecer alguien sabía que ellos iba rápido a ver a Artemis y no querían que él llegará. Así que le pusieron una emboscada. Pero no contaron con que algunos de los soldados tenían magia de agua, al igual que Gabriel, y lograron defenderse.

Mientras que los dos hombres que murieron al ser nuevos en el escuadrón, se asustaron durante el ataque, perdieron el control de su magia. Y exponiendose ante el enemigo. Debido a la explosión de agua que causaron, murieron ellos y los mercenarios restantes. Logrando poner a salvó a resto de sus compañeros y al general.

Gabriel lamentaba la pérdida de sus hombres.

Al llegar al Archiducado, presento sus credenciales como general y diplomático del reino Rubí en el reino de Greenwich, y pidió hablar con Artemis.

Lo hicieron pasar al salón de la Archiduquesa, mientras llevaban los caballos a descansar y llevaban a los soldados a descansar. Artemis aparecía con un sencillo vestido color rosa de falda larga, con un corte debajo del busto, y a partir de allí salía la falda con mucho vuelo. Con mangas largas y el cabello recogido en una cola.

Artemis entro al salón y le pidió a sus asistente y sus doncellas dejarla a solas con el general. Karina sonreía mientras era la última en salir y cerrar la puerta.

Solo entonces, cuando estuvieron solos, ambos se acercaron y se abrazaron para darse un beso con pasión. Abrazándose el uno al otro como si se fueran a desaparecer en cualquier instante.

Se separaron por falta de aire, y respiraban agitados. Mientras apoyaban la frente el uno en el otro.

- Te extrañe, mi general - dijo en un susurro Artemis, con los ojos cerrados, sintiendo la respiración y el calor del cuerpo de su amado.

- Yo también te extrañe, mi princesa. ¿Cómo estás, mi pequeña soldado? ¿cómo está nuestro hijo? - Preguntó separándose de ella y colocando su mano sobre la tela de la falda a la altura del vientre, mientras ella colocaba sus manos sobre la mano ajena, y sonreía. El bebé se movía sintiendo a su padre cerca.

- Estamos muy bien, mi general. Pero nos hiciste mucha falta. Fue muy difícil este tiempo sin tí - susurro Artemis casi llorando mientras abrazaba de nuevo a Gabriel.

Él la estrecho contra su cuerpo con la necesidad fuerte de nunca más separarse de ella.

Pero ahora debía enterarse, que fue lo que sucedió con el veneno y tomar cartas en el asunto.