¿EL PECADO ES EL ÚNICO CAMINO? UN AMOR PROHIBIDO NACIDO DE UNA MALDICIÓN...
Aiden, un hombre al borde de los cuarenta, huye con su sobrina y se convierte en el "conserje" de la mafia, limpiando escenas del crimen. Ambos esconden un oscuro secreto: son Shadowborn, seres mitad vivos y mitad muertos, destinados a procrear con sus propios sobrinos-tíos y así perpetuar una ancestral maldición. Aiden lucha contra el amor prohibido que su sobrina, de manera enfermiza, le profesa. Sin embargo, una amenaza los arrastra al "otro lado," un lugar donde un macabro juego podría otorgarles la libertad, pero a un precio que desafiará todos sus límites. ¿Será capaz Aiden acabar con la maldición? ¿Podrá liberar a su sobrina de aquel amor maldito entre ambos? ¿O vagarán en la oscuridad por toda la eternidad?
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CAPÍTULO 2
Pero para Aiden, hijo ilegítimo de aquella familia, que si bien no tenía su apellido, pero que en sus venas corría aquella sangre maldita, la verdad era mucho peor y el tan solo pensar que todo lo que ellos tenían era fruto de su propio esfuerzo, era casi igual que creer que los unicornios existían: algo absurdo.
Había hecho todo lo posible para escapar de ellos, incluso el cambiarse su nombre para buscar un futuro distinto al que le deparaba si seguía bajo el yugo de los Valentine.
Aun si tenía que trabajar en lo más profundo del bajo mundo, con tal de tener el dinero para sobrevivir, todo era mejor que vivir con la familia de su padre biológico.
Pero, cuando se cumplirían los cinco años de su escape, la llamada de la única persona que realmente le había importado su insignificante existencia, lo había dejado sorprendido.
No podía creer que, su medio hermano, quien lo trató como su igual, lo hubiera llamado para comunicarle que él, su esposa y sobrina recién nacida, también huirían del patriarca.
No obstante, lo que debía haber sido un reencuentro alegre, terminaría por ser una triste despedida al ver a su hermano al borde de la muerte, en una cabaña deshabitada en el medio del bosque.
Según lo que había entendido, su esposa no había logrado salir viva, y él, en su huida, terminaría por ser baleado varias veces en la espalda.
—Toma—dijo su hermano—no es mucho, pero te ayudará un año con ella. Si al final decides darla a un orfanato, es mejor que sea adoptada o huérfana, que encontrada de nuevo por ellos.
Aiden suspiró con amargura, mientras en un brazo colgaba un bolso con algunos billetes y en el otro tenía a su sobrina recién nacida. Sabía que debía huir, pero no quería dejar a Alan solo.
—¡Vamos!—suplicó de nuevo—¡Aún puedes caminar! ¡¿Cómo quieres que yo me quede solo con ella?! ¡¿Sabes realmente la maldición que hay entre ambos?!
—Si eso llegara a pasar—respondió con su último aliento—es incluso hasta mejor.
Sin entender lo último que había dicho, Aiden observó como su hermano daba su último suspiro, antes que sus ojos llorosos, que observaban a la bebé, se oscurecieran por completo. Comprendiendo que ya no había vuelta atrás, se marchó obligándose a correr todo lo que podía.
Le bastó solo media hora caminar hasta llegar a su camioneta, en un lote abandonado, casi en la frontera del pueblo y por ende de los dominios de los Valentine.
Temiendo que alguien los hubiera seguido, suplicaba al cielo que los amuletos en su parabrisas fueran aún fuertes como para camuflarse.
Con solo una mano maniobraba el volante, y con la otra cargaba a su sobrina, mientras intentaba tranquilizarse. Pronto marcaría su reloj las tres de la mañana, la hora de las brujas, y por ende el poder de los Valentine se haría grande. Así que debía acelerar todo lo que podía antes de quedar atrapado en el pueblo.
Justo cuando el reloj marcó 1 minuto, observó como de la tierra emergían espectros oscuros, antepasados de su familia, obligados a la servidumbre y que, al detectar la presencia de su sobrina, estaban intentando detener su auto.
Aunque estos espectros podían verlo, sintió que su alma volvía a su cuerpo, ya que estos no podían tocar su camioneta gracias a sus amuletos.
Y así, antes de que el segundero marcara finalmente las tres de la mañana, aceleró a fondo para finalmente salir del límite del pueblo.
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FIN FLASHBACK - PRESENTE
El sonido de su celular lo despertó de golpe, asustado sin saber cuándo había caído dormido. Tomando su celular, notó que era el domiciliario.
—Sí, perdón—expresó en un susurro—bajo en un momento.
Tomando sus pantuflas, salió casi corriendo de su apartamento para recibir al domiciliario, siendo casi las seis de la mañana.
Una vez obtuvo lo que había comprado, subió de inmediato y comenzó a preparar un desayuno sencillo, pero cuyo sabor ayudaría bastante.
Así, una vez listo el chocolate tibio, esperó a que enfriara lo suficiente para disolver dos pastillas anticonceptivas en este.
—Lo siento, Rosemary—expresó batiendo el chocolate que le daría—es esto o el infierno que se avecina.
Su sobrina, una bella joven rubia con ojos rosas, se despertó al escuchar el sonido de los platos, siendo acomodados por su tío. Con sueño, intentó reponerse, sintiendo un leve dolor en su entrepierna.
Así, con sus mejillas rojas y un poco avergonzada, observó una mancha roja en las sábanas, recordando lo que había ocurrido entre ella y su tío, el hombre que amaba y que le había hecho su mujer tantas veces en solo una noche.
Sabía que era malo, su tío le había recordado muchas veces que aquel sentimiento era prohibido, pero ya fuera el destino o la supuesta maldición que ella no entendía de dónde había salido, su alma se sentía tan feliz al saber que había sido tomada por el hombre que amaba.
—¿Aiden?—preguntó en un susurro.
Su tío se detuvo un momento, observándola desde la mesa, anonadado al ver su cuerpo desnudo, solo cubierto por la fina tela de una de sus playeras blancas. Carraspeando, desvió su mirada mientras cortaba un pedazo de pan.
—Soy tu tío, no me tutees—espetó con frialdad—recuerda que debes respetarme como tal.
—Sí...señor—respondió nerviosa—perdón.
—Siéntate—le ordenó—habláremos después de desayunar.
Un poco incómoda, Rosemary se sentó y se dispuso a comer, sin sospechar lo que había dentro de su taza de chocolate. Aiden en silencio la observó, detestaba hablarle así, ver su cara al borde del llanto, pero debía tratarla así para evitar que sus esperanzas crecieran.
—Ya he cancelado tu primer año de colegiatura, es tu regalo de cumpleaños—dijo una vez terminó su chocolate—podrás irte esta semana a Irlanda.
—¡¿En serio?!—preguntó emocionada—¿Usted irá conmigo?
—No—respondió seco—este es mi regalo de cumpleaños, el resto del dinero que necesitas hasta que consigas trabajo se te dará por un fideicomiso de un dinero que mi hermano me dio para ti. He decidido casarme con Anna, así que lo correcto es que ya no dependas más de mí y hagas tu vida por aparte.
—¡¿Qué?!—preguntó enojada—¡¿Te casarás con ella?!
Rosemary estaba enojada, tanto que se levantó de golpe y cambió su tono. No le importaba que su tío se molestara si empezaba a hablarle de manera autoritaria, él era suyo, no permitiría que una suripanta se quedara con él.