Algo que pertenecia al pasado ha resurgido con fuerza como el ave Fénix. Haciendo tambalear la estabilidad de una familia bien avenida. Una llamada misteriosa, que obvio nadie se esperaba. Y menos Octavio Saldaña.
Una trama muy expectante, sin saber lo que les depara el destino.
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Continuación del flashback... 1
¡Buena idea!, aceptó la chica, allá adentro, el aire está sofocante.
Mientras bajaban despreocupados la escalinata de piedra y caminaban hacia la noche fría del otoño, se presentaron mutuamente.
Yo soy Octavio Saldaña, graduado en contabilidad, como tal vez ya hayas podido adivinar.
¿Siempre adoptas esa actitud de restarte mérito?
Solo con las chicas..., no alcancé a oír tu nombre.
Andrea, Andrea Riojas... Todavía no he decidido en qué quiero graduarme, ¿no importa?
Me parece magnífico, Andrea, revela independencia intelectual.
Ella respondió con una sonrisa.
Caminaron lentamente alrededor del patio, la banda apenas alcanzaba a oírse.
Esta universidad es preciosa, comentó Andrea. Es como entrar a otro siglo.
Eso me recuerda, repuso Octavio, soslayando la falta de relación con lo que la chica había dicho... ¿Estarás ocupada el próximo fin de semana?
Sí.
Se sintió desolado.
¡Oh!
Me refiero a los semestrales, explicó. Tengo mucho que repasar, ¿qué te parecería la semana siguiente?
¿Qué tal si yo fuera a tu casa la próxima semana y estudiáramos juntos? Hablo realmente de estudiar, Andrea, porque mi tarea es abrumadora y yo también tengo semestrales, aparte de mi negocio que apenas estoy abriendo.
Muy bien, Octavio, me gusta la idea.
¡Espléndido!, concluyó él, mientras el corazón le daba vuelcos en el pecho.
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Media hora después la acompañó a la calle donde esperaban los autobuses
Octavio se sentía perturbado. Besarla o no besarla, ese era el problema. Al fin decidió que lo mejor era la jugada segura. ¿Para qué correr el riesgo de abrumarla?
Bueno, reconoció cuando ella estaba a punto de subir el autobús, espero con ansias el próximo fin de semana. ¡Ah!, pero...te llamaré unos días antes... por ejemplo... ¿a ver?... tal vez el miércoles a las 8 y cuarto, ¿te parece?
Muy bien, aceptó ella y añadió: ¡Hasta entonces!
Se dio media vuelta y entró de prisa en el autobús.
Él la observó caminar hacia el fondo. Encontró un asiento del lado donde él estaba, lo ocupó y miró hacia afuera, buscándolo.
Era bellísima, aún a través de una ventana sucia.
Se quedó allí en éxtasis, mientras el autobús Salía del estacionamiento, entraba a la calle, y luego a la oscuridad de la noche.
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¡Saldaña!, ¿dónde diablos andabas?
Afuera, Demetrio
Te busqué por todas partes. ¿Huiste de la mezcladora?
No.
¿Entonces?
Entonces, ¿qué?
¿Qué sucedió? ¡Con un caramba! ¿Qué pasó?
Octavio esperó un poco. Al final sonrió y explicó:
Mira, Demetrio... Podríamos decir, en una palabra, que la corbata dio resultado.
El siguiente fin de semana, cuando él le dio un beso, el asunto estaba concluido. Sabía, con toda certeza, que ella sería el amor de su vida. No preguntemos cómo, el hecho es que a él no le cabía la menor duda.
En los pocos minutos que precedieron a ese abrazo de presagio, mientras caminaban desde el bar hasta el dormitorio, Octavio hizo un esfuerzo desesperado por enjugarse las palmas de las manos. Las frotó una y otra vez contra el suéter, pero no le sirvió de nada. En esas condiciones no podía tomarla de la mano. Entonces, con un movimiento espontáneo le puso el brazo derecho sobre el hombro. Este triunfo ensayado mentalmente durante toda la semana anterior, fue seguido de una acción sorprendente e inesperada: ella le abrazó la cintura con el brazo izquierdo.
¿Qué significa esto?, se preguntó Octavio.
Para cualquier observador Imparcial, no era más que una cita normal entre colegiales. Se sentaron uno frente al otro en la biblioteca y leyeron toda la tarde. Salieron de los terrenos universitarios para ir a tomar un plato de pasta en el restaurante de ahí cerca. Y volvieron a la biblioteca, donde fieles a sus propósitos, se dedicaron a estudiar, no solo sus libros, sino el uno al otro.
Surgieron los inevitables detalles biográficos. Andrea era la menor de tres hijas de un médico.
Su madre, trabajaba en una joyería, era la gerente general.
Los padres de Andrea no solo nunca se divorciaron, sino que ni siquiera llegó a pasar por su mente la posibilidad de hacerlo. Esta era probablemente, la razón por la que las dos hermanas de Andrea se habían casado tan jóvenes.
El padre de Octavio enseñó matemáticas en una escuela muy importante durante casi 40 años, en el transcurso de los cuales publicó dos libros de texto y coleccionando un gran número de chistes. ("¡Oh!, de ahí es de donde te viene el sentido del humor"). Su madre murió cuando él tenía escasos siete años, y su padre había pensado que lo mejor era enviar a su hijo a un internado. Por fortuna, el Internado estaba a menos de una hora de donde vivía. Así que podían pasar todos sus fines de semana juntos. Sin embargo, los días entre semana eran bastante deprimentes, hasta empezar el primer ciclo escolar, cuando Demetrio apareció en escena. Ya entonces era todo un caso, una enciclopedia deportiva abundante y un amigo fiel hasta el fanatismo.
Gracias a Demetrio encontré a mi futura esposa, confesó Octavio a Andrea a la hora de cenar.
¿Ah, sí?, su rostro revelaba desconcierto.
Tú, indicó Octavio.
Andrea río.
No estoy bromeando, advirtió él.
Apenas acabamos de conocernos, protestó ella con la mirada ausente.
Andrea, para la hora de su tercera cita, Romeo y Julieta ya habían muerto.
¡Estás loco!
Sí, por ti.
Todo esto se habló durante el postre y el café. Esa tarde no volvió a hablarse de matrimonio.
Octavio consideró que había dicho todo, y Andrea creyó que había estado jugándole una broma.
Pero, en realidad, a ella le gustaba Octavio. Tal vez por eso le enlazó el brazo alrededor de la cintura. A la entrada de la plaza que estaba cerca de su casa, estaba la acostumbrada multitud de parejas disfrutando a toda prisa los últimos arrumacos.