En un remoto pueblo donde la niebla nunca se disipa, se encuentran vestigios de un antiguo secreto que atormenta a sus habitantes. Cuando Clara, una joven periodista, llega en busca de respuestas sobre la misteriosa desaparición de su hermana, descubre que cada residente guarda un oscuro pasado.
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Capítulo 23: La Advertencia de la Niebla
Las semanas pasaron en una tranquilidad que parecía irreal, como si San Everardo hubiera encontrado finalmente el equilibrio que tanto buscaba. Los aldeanos recuperaron su vida cotidiana, mientras Clara, Samuel y Tomás continuaban perfeccionando sus habilidades como guardianes. La piedra blanca en el centro de la plaza era ahora un símbolo de esperanza y protección, un recordatorio constante de la alianza que habían formado.
Sin embargo, una mañana, algo cambió en el aire. Una niebla densa, gris y fría comenzó a invadir el pueblo, una niebla tan espesa que ni siquiera los rayos del sol lograban atravesarla. Los aldeanos, al notar este fenómeno inusual, sintieron cómo el miedo se apoderaba de sus corazones, recordándoles los tiempos oscuros antes de la alianza.
Clara, Samuel y Tomás se reunieron en el centro de la plaza, junto a la piedra, observando la niebla con preocupación. No era una niebla común; parecía tener vida propia, moviéndose en espirales y formando figuras que se disolvían rápidamente. A medida que avanzaba, las figuras parecían susurrar palabras apenas audibles, llenas de promesas y amenazas.
—¿Qué es esta niebla? —preguntó Samuel, con el ceño fruncido.
—No lo sé, pero puedo sentir que trae consigo algo antiguo… y peligroso —respondió Clara, su voz teñida de inquietud.
Tomás, con su vínculo particular con la sombra, dio un paso adelante y extendió una mano hacia la niebla, como si quisiera sentirla. En cuanto lo hizo, una figura oscura y espectral emergió frente a ellos. Parecía un reflejo distorsionado de Tomás, como si la sombra hubiera cobrado forma humana.
—Tú… —susurró la figura, con una voz helada—. Te crees fuerte, guardián de la sombra, pero aún te falta mucho para comprender el poder que llevas dentro.
Clara y Samuel se colocaron junto a Tomás, sintiendo el peligro en cada palabra de la entidad. Sin embargo, Tomás no retrocedió. En lugar de eso, alzó la voz con firmeza.
—Acepto mi oscuridad, pero no te temo. San Everardo está protegido, y no te permitiremos cruzar nuestros límites.
La figura esbozó una sonrisa siniestra, un destello de burla en sus ojos.
—Esta niebla es solo un presagio. Un recordatorio de que la sombra no puede ser contenida por siempre. Llegará el día en que susurraremos en tus sueños, en que creceremos en tus miedos, y entonces el equilibrio se romperá —dijo la sombra, desvaneciéndose lentamente, como si se hubiera convertido en humo.
Cuando la figura se desvaneció, la niebla comenzó a retroceder, dejando a los tres guardianes y a los aldeanos con una sensación de desasosiego.
—¿Qué significaba eso? —preguntó Samuel, mirando a Clara y Tomás.
—No lo sé exactamente, pero creo que esta es una advertencia —respondió Clara, todavía procesando las palabras de la sombra—. Hemos logrado un equilibrio, pero no podemos permitirnos bajar la guardia. La oscuridad sigue acechando y esperando cualquier signo de debilidad.
Tomás apretó los puños, su mirada perdida en el lugar donde la sombra había estado. Sentía que las palabras de la figura espectral iban dirigidas a él en particular, como si la sombra supiera que en su interior aún existían temores no resueltos. Pero decidió no permitir que el miedo lo dominara.
—No permitiré que se rompa el equilibrio. Aunque la oscuridad intente tentarme, tengo una alianza con vosotros y con este pueblo. Haré todo lo posible para mantenerla —dijo Tomás, con una resolución que sorprendió a Clara y Samuel.
Al escuchar esto, Clara puso una mano en el hombro de Tomás, una muestra de apoyo que le dio a él la fuerza que necesitaba.
—Estamos juntos en esto, Tomás. No tienes que enfrentarlo solo —dijo ella.
Samuel asintió, mirándolos a ambos.
—Sí. Y cada uno de nosotros debe vigilar que la niebla no encuentre una grieta en nuestra alianza. No solo estamos luchando contra la oscuridad externa, sino también contra cualquier sombra que surja en nosotros mismos.
Esa noche, cuando la niebla se disipó por completo, el pueblo recuperó la calma, pero los guardianes sabían que la amenaza seguía presente, acechando en los rincones más oscuros de sus propias almas. La advertencia de la sombra había sido clara: mientras el equilibrio era posible, también era frágil.
Cada día, Clara, Samuel y Tomás se recordaban mutuamente la importancia de mantenerse unidos, de vigilar sus corazones y de no ceder al miedo. Sabían que, aunque hubieran vencido una batalla, la guerra contra la oscuridad y la tentación de la sombra era una lucha continua, una que exigía valor, lealtad y, sobre todo, confianza en la luz y la sombra que coexistían en cada uno de ellos.
San Everardo, a partir de esa noche, dormía en paz, pero con un ojo siempre abierto, consciente de que en el equilibrio entre la luz y la sombra residía no solo su protección, sino también su verdadero desafío.