A veces, la vida nos juega una mala pasada. Nos hace probar el dulce néctar del amor, para luego arrebatárnoslo como si fuera una burla. Ésta historia le pertenece a ellos, aquéllas dos almas condenadas a amarse eternamente, Ace e Isabella.
—¿Seguirás amándome en la mañana?.
—Toda la vida, mi amor...
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Capítulo 20
Papá llegó recién en la noche.
—Isabella, estoy en casa. –Habló désde la puerta principal–.
Por mí parte, estaba en la sala, viendo una serie.
Al escuchar la voz de mí padre, giro en su dirección, observándolo.
—Bienvenido papá. –Respondí de forma monótona–.
Creo que la sequedad en mí voz lo tomó por sorpresa, porque se detuvo tan pronto como me escuchó hablar.
Pero, como siempre, se recompuso en cuestión de segundos.
—Es tarde, deberías ir a dormir. –Ordenó–.
—Mis amigos me invitaron al cine éste fin de semana. –Solté y mis ojos se posaron los suyos–. ¿Puedo ir?
—No. El fin de semana tengo un viaje de negocios, así que te iras con tu abuelo a pasar el día. –Me informó sin dejar lugar a ningún tipo de queja–.
Pero, aún así me quejé.
—¡Por favor, papá! ¡Te prometo que me portaré bien, seré muy buena el resto del año, sólo déjame ir al cine! –Prácticamente supliqué–.
Mí padre me observó con sus ojos azules fríos, estaba molesto.
Él odiaba cada vez que le hacía una escena.
—Ya dije lo que tenía que decir, Isabella. –Habló con voz fría, haciéndome estremecer–.
Soy una mujer en el cuerpo de una niña.
Pero, no puedo evitar que mí cuerpo reaccione cuando mí padre me habla feo.
Supongo que son reflejos, no estoy segura.
Sin decir nada más, me fui a mí cuarto.
Y, a la mañana siguiente, fui a la escuela.
—Mi papá no me dió permiso de acompañarlos. –Comenté casualmente en el almuerzo–.
—¡Pero, Isabella! ¡No es justo! –Se quejó Angélica–.
—Sé que no es justo pero es lo que mí papá dijo. –Musité, encogiéndome de hombros–.
—¿Y si hablamos con tu papá? Quizás si le digo a mí padre que le hable al tuyo, te deje ir. –Habló Jake y yo negué–.
—No, así está bien. —Verbalicé–.
—Entonces, si no vienes con nosotros, ¿Que harás todo el fin de semana? –Ace intervino con curiosidad–.
—Tengo que irme al pueblo de mí abuelo paterno, me quedaré ahí hasta el lunes, así que no me extrañes demasiado. –Bromeé, desordenado su cabello, haciéndolo reír–.
—¡Para! –Exclamó riendo– Estás loca, mujer, nunca te extrañaría. –Se burló–.
—¡Estoy molesta! –Expresó Angélica–. Se suponía que debías venir, Isabella. –Se cruzó de brazos, frunciendo el ceño–.
—Lo sé, lo sé... Pero, nos veremos de vuelta el lunes, no es para tanto. Prometo llamarlos todo el tiempo. –Sonreí–.
El fin de semana llegó y, cómo mí padre había dicho, me llevó al puedo dónde mí abuelo vivía.
—Vendrás a buscarme el domingo a las 8 AM como siempre, ¿Verdad, papá? –Lo observé, pero él se mantuvo en silencio unos segundos–.
—Sí, el domingo a las 8 AM, aquí estaré. –Fue todo lo que dijo antes de irse–.
Tal y como prometí, me pasé todo el fin de semana hablando por llamada con Ace, Angélica y Jake.
La pasé bien, mí abuelo es un tipo genial.
Cuándo el domingo finalmente llegó, me paré como siempre en el umbral de la puerta, a esperar a mí padre.
Pero, las horas pasaban y papá no volvía.
Llamé su teléfono incontables de veces, pero daba apagado.
Me preocupé, casi llamé a la policía.
Hasta que noté algo.
Mí abuelo estaba muy calmado.
Eso me hizo sospechar.
—Abuelo... ¿Dónde está papá? –Pregunté, mis ojos intentaron buscar los suyos pero, él hizo todo lo posible por evitar mí mirada–.
—Tu padre está de viaje por negocios, cariño. ¿Recuerdas? –Habló con calma, pero con un dejo de nerviosismo en su voz–.
No soy estúpida.
Uní los cabos sueltos muy rápidamente.
Porque de éste mismo modo actuaron el día que mí madre se fue.
—Abuelo... Papá no va a volver por mi, ¿Verdad? –Aún que quise parecer despreocupada, mí voz me delató–.
Finalmente mí abuelo me miró, y en sus ojos pude ver tristeza, culpa, y preocupación.
—Escucha cariño... Tu padre no lo ha estado pasado bien desde el divorcio con tu madre. –Intenta explicar–.
—Han pasado once años, abuelo. ¿Estás diciéndome que en once años no pudo superar a una mujer infiel? –Dije interrumpiendolo–.
Él miró hacía otro lado y suspiró.
—No se puede olvidar a alguien cuando su viva imagen vive contigo. –Reveló–. Tu padre no puede verte, porque eres idéntica a tu madre.
—Entonces, ¿Qué? ¿Ahora es mí culpa? –Mis puños se apretaron–. ¡Yo no le dije a mí madre que fuera una puta y se acostara con mí tío! –Grité–. ¡Y tampoco quise que mí padre la viera a ella atraves de mí! –Se formó un nudo en mí garganta–. ¡¿Y ahora resulta que sus acciones y sufrimiento son mí culpa?! –Mi vista se volvió borrosa por las lágrimas–.
—No, Isabella, no es así.
Mí abuelo se acercó a mí, intentando consolarme pero, retrocedí.
—Y si no es así entonces, ¿Por qué ambos me han abandonado?
Fue lo último que dije antes de comenzar a llorar.
No quería llorar, pero la angustia en mí corazón era tan grande que no pude evitarlo.
Siempre supe que a mis padres no les preocupaba.
Pero, ¿En serio? ¿Abandonarme como a un maldito perro?
Desgraciados.