En la Mira del Amor

Carlos no podía creer que iba camino a Brasil. Le había preguntado exactamente a dónde en ese país, pero Alberto no le reveló, solo le dijo que era una sorpresa.

Entraron al jet privado y Carlos quedó admirado por el lujo, pensando en lo rico que debía ser Alberto. Despegaron y Alberto estaba trabajando en su computadora portátil, mientras Carlos lo observaba, pensando que de alguna manera, Alberto no era como la mayoría de los mafiosos, o al menos no como Carlos se imaginaba a un mafioso.

"¿Qué pasa?" Carlos salió de sus pensamientos y vio que Alberto solo le dio una mirada y volvió a enfocarse en su computadora.

"¿Qué?" Carlos preguntó, fingiendo no haber entendido.

"Me estás mirando con una expresión que parece que quieres preguntar algo o tratar de descubrir algo, así que simplemente pregunta, prometo responder si puedo."

Carlos consideró por un momento antes de hablar. "No es realmente una pregunta, solo estaba pensando en que no eres como yo imaginaba a un mafioso."

Alberto levantó una ceja, encontrando divertido lo que Carlos dijo. Cerró la computadora portátil y miró fijamente a Carlos.

"Entonces, ¿cómo te imaginabas a un mafioso?"

Carlos se dio cuenta de que Alberto se estaba divirtiendo con la situación, pero continuó.

"Bueno, un hombre frío, que no le importa nada ni nadie, posesivo, celoso, que mata sin piedad, que toma vírgenes de sus familias como castigo por sus traiciones y..."

Alberto no pudo contener la risa, interrumpiendo a Carlos. "¿Vírgenes de sus familias? Eres increíble, cariño."

Carlos se dio cuenta de que Alberto no se había dado cuenta de que lo había llamado cariño, y sonrió sintiéndose bien con eso.

Alberto dejó de reír, apartó la computadora y se inclinó hacia adelante. Estaban sentados uno frente al otro y la expresión de Alberto ahora era seria. "Soy frío con aquellos que lo merecen, no me importa nada ni nadie, en cuanto a ser posesivo, sí, soy extremadamente celoso, mato a quienes lo merecen y en cuanto a lo de las vírgenes, eso lo dejo para otros mafiosos, eso no me interesa. Someter a una mujer en mi cama no es señal de ser fuerte o poderoso, sino de ser un idiota".

Carlos escuchaba atentamente y sonrió con la última parte, sintiéndose aliviado de saber que Alberto no violaba a las mujeres.

"Pero la mayoría es como lo describiste, crecí en este ambiente y solo no me convertí en un animal gracias a mi madre. Mientras mi padre me enseñaba a matar y a ser un gran líder, mi madre me enseñaba que debía proteger a las personas que amo, no tratar mal a quienes se dedican a cuidar de mí y nunca golpear o someter a una mujer".

Alberto suspiró ligeramente al hablar de eso, pero continuó. "He visto a mi padre golpearla, he visto a mi padre con otras mujeres e incluso traerlas a nuestra casa y ella no podía decir nada, después de todo, él era el gran capo. Pero yo no quería convertirme en ese tipo de hombre, así que me convertí en un mafioso temido por mis enemigos y buen amigo para aquellos que están a mi lado".

Carlos escuchaba atentamente y lo admiraba aún más ahora que sabía un poco más sobre él.

"Siempre supe que me gustaban los hombres, pero en este ambiente no está bien visto a menos que sea para violar y humillar a otro hombre. Cuando mi padre me descubrió con otro chico cuando era adolescente, casi me mata, me golpeó y torturó hasta que juré que no me involucraría con un hombre nuevamente. Él me llevó a burdeles y me obligó a acostarme con mujeres, solo volví a estar con un hombre después de que él murió".

Carlos se sintió mal por Alberto, saber que fue torturado y golpeado por su padre le rompió el corazón. Los pensamientos de Carlos fueron interrumpidos por una chica rubia que le llevaba un whisky a Alberto. La azafata miró sonriente a Carlos y le preguntó si también quería un trago. Carlos negó y pidió un jugo. Ella sonrió de nuevo y se fue. Alberto entrecerró los ojos antes de decir.

"Si ella se te insinúa otra vez, la arrojo por la ventana".

Carlos miró incrédulo a Alberto, no sabía si estaba bromeando o si era capaz de jugar realmente con la chica.

"¿No estás hablando en serio, verdad?"

Alberto se enderezó en la silla y levantó una ceja." ¿Posesivo y celoso, te suena?"

Carlos frunció el ceño antes de responder." ¿Pero no es solo con lo que es tuyo?"

Alberto sonrió de lado antes de responder." Exactamente, solo que aún no te has dado cuenta."

"¿Estás diciendo que soy tuyo?"

Carlos cuestionó sin saber todavía cómo se sentía con lo que acababa de decir. Alberto dejó el whisky y tomó su mano, atrayéndolo hacia su regazo. Carlos se asustó un poco por el movimiento, pero no resistió a lo que estaba haciendo. Alberto lo colocó sentado entre sus piernas, con la espalda apoyada en su pecho, metió las manos debajo de la camisa de Carlos y acarició su pezón, haciendo que se erizara la piel.

Carlos iba a decirle a Alberto que se detuviera, cuando fue interrumpido de nuevo por la chica, pero esta vez ella se quedó sin palabras y ruborizada al ver a Carlos allí, siendo acariciado por Alberto.

Alberto dejó de hacer lo que estaba haciendo y le lanzó una mirada mortal." Déjala ahí, cierra la cortina y solo vuelve si te llaman."

La orden fue dada y ella se fue sin siquiera mirarlo de nuevo." Alberto" Carlos intentó argumentar.

"Shhh", susurró Alberto cerca de su oído.

"No sé qué has hecho conmigo, pequeño, pero ya no puedo alejarme de ti. Quiero que seas mío, déjame estar a tu lado y hacerte feliz."

Carlos sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar a Alberto decir eso en su oído. Su voz sonaba más ronca que de costumbre, los estímulos en su pezón continuaron y un gemido bajo escapó de su boca.

Alberto siguió acariciándolo, Carlos apoyó su cabeza en el hombro del mayor, sintiendo sus caricias. Alberto soltó su cinturón y desabrochó su pantalón, Carlos volvió en sí y trató de detenerlo.

"No podemos, no estamos solos."

Alberto besó su cuello." Relájate, cariño, nadie vendrá aquí sin mi autorización. La chica ya debe haber contado lo que estamos haciendo, así que nadie será tan tonto de volver aquí sin ser llamado."

Carlos tenía dudas, nunca había hecho algo así con personas tan cerca de él. Iba a decir que no, pero no resistió cuando sintió el toque de Alberto en su miembro.

"Solo no hagas ruido, no quiero que nadie escuche ese gemido delicioso que tienes."

Carlos iba a decir algo, pero se tapó la boca al sentir el movimiento que Alberto hizo. Este besaba su cuello y jugaba con su oreja mientras lo masturbaba. Carlos podía sentir la erección de Alberto en su espalda, sabía que estaba igual que él.

Alberto continuó y tomó sus labios cuando se dio cuenta de que Carlos estaba a punto de acabar, aumentó sus movimientos y sintió la presión de Carlos en su pierna, y el líquido deslizándose por su mano.

Carlos estaba jadeante y Alberto sonreía satisfecho, tomó unas servilletas para limpiarlo. Carlos seguía con la cabeza apoyada en su pecho, recuperando el aliento.

Carlos se acomodó de nuevo en su sillón y miró a Alberto, quien volvió a beber su whisky." ¿Qué pasa? ¿No te gustó?", cuestionó Alberto.

"Sabes la respuesta, la cuestión es que siempre me dejo llevar por ti."

Alberto sonrió satisfecho al escuchar lo que dijo Carlos y se aseguró de añadir." Y espero que te dejes llevar aún más."

Carlos no tenía argumentos, mirando a ese hombre hermoso y sonriente frente a él, se cuestionaba muchas cosas, especialmente por qué no podía decirle que no y por qué se sentía tan bien con Alberto. Y aunque pudiera arriesgarse a decir que estaba feliz, a pesar de ver cómo todo su control se iba por el desagüe, aún se sentía seguro y feliz junto a ese hombre.