Alejandro es un político cuya carrera va en ascenso, candidato a gobernador. Guapo, sexi, y también bastante recto y malhumorado.
Charlotte, la joven asistente de un afamado estilista, es auténtica, hermosa y sin pelos en la lengua.
Sus caminos se cruzaran por casualidad, y a partir de ese momento nada volverá a ser igual en sus vidas.
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La imagen del candidato
capítulo 12: La imagen del candidato
El martes comenzó con la misma intensidad que cualquier otro día en el centro de campaña de Alejandro Montalbán. La luz de la mañana entraba a raudales por los ventanales del tercer piso, iluminando el amplio salón de reuniones donde se acumulaban carpetas, tazas de café a medio terminar y los dispositivos electrónicos que parecían multiplicarse solos. Charlotte Rossi llegó temprano, como era su costumbre cada vez que la citaban allí, con su maletín en la mano y la mente preparada para su primer debate televisivo oficial.
—Buenos días, señorita Rossi —saludó la recepcionista, apenas levantando la vista de la pantalla—. El señor Montalbán la espera en su oficina.
Charlie asintió con una sonrisa, pensando que “esperar” en realidad significaba pasar por un pequeño interrogatorio sobre colores, telas y corbata, donde el defendería cada centímetro de su rigidez. Caminó hacia el despacho del candidato con paso decidido, intentando que su nerviosismo no se notara.
Alejandro estaba de pie junto a la gran mesa de su oficina, revisando unos papeles. Su traje gris oscuro estaba impecable, la corbata azul marino perfectamente ajustada. La postura, la mirada, la forma de ajustar la manga de la camisa… todo indicaba que incluso en los momentos más cotidianos mantenía un estándar que la mayoría de las personas ni siquiera percibía conscientemente.
Era la armadura de un hombre que controlaba su mundo, y Charlotte lo vio como un reto.
—Señorita Rossi —dijo Alejandro sin levantar la cabeza del documento—. Buenos días. Estaba por revisar el atuendo de hoy.
—Buenos días, señor Montalbán. —Charlie apoyó el maletín sobre una silla, como si su sola presencia fuese un acto de autoridad—. Revisé algunas combinaciones que podrían resultar más accesibles para los votantes. La Misión es desintoxicarlo de tanta seriedad.
Él alzó la vista y la miró con su típica seriedad medida, sus ojos grises clavándose en los de ella.
—¿Accesibles? —repitió, arqueando una ceja—. Creí que el objetivo era proyectar seriedad, es una entrevista, no una tertulia de café.
—Seriedad, sí —respondió ella, cruzando los brazos y mordiendo ligeramente el labio en un gesto que era a la vez juguetón y firme—. Pero accesibilidad no está reñida con autoridad. Mire, si quiere que los ciudadanos se sientan identificados, necesitamos que la primera impresión no sea de "Temible candidato inaccesible que usa su ropa para levantar una pared"
Alejandro la observó unos segundos, evaluando cada palabra, cada gesto. Se sentía desnudo bajo el escrutinio de la pelirroja.
—Explíquese —dijo finalmente, sin suavizar el tono.
Charlie abrió un cuaderno y desplegó algunas fotos que había preparado la noche anterior. Corbatas con tonalidades más cálidas, blazers en gris claro en lugar de oscuro, camisas que suavizaban la mirada sin restarle firmeza.
—Vea —dijo señalando—. Si entra al set con este azul profundo y la corbata gris carbón, transmite poder, sí. Pero también distancia. Grita "Soy mejor que cualquiera". Pero con tonos más cálidos, mantiene la autoridad y, al mismo tiempo, se acerca a la gente. Una percepción más humana.
Alejandro frunció el ceño, claramente contrariado.
—No necesito parecer cercano. Necesito ser creíble y coherente con mi mensaje. Mis ideas son mi prioridad, no la moda.
—Ah, pero si no parece cercano, nadie lo escucha —replicó Charlie, con un toque de mordacidad que hizo que él parpadeara—. Créame, señor Montalbán, hasta el hombre más convencido de sus ideas ignora a quien parece inalcanzable. Usted es guapo, sexi y serio. Es un desperdicio no aprovecharlo.
Hubo un silencio. Alejandro giró la corbata entre los dedos, evaluando a la joven con un gesto que mezclaba sorpresa y fastidio. No era común que alguien lo contradijera de forma tan directa, y menos que lo hiciera con argumentos medibles y ejemplos visuales. Pero la incomodidad que sentía era superada por la lógica implacable de sus argumentos.
—¿Está segura de que esto no es una preferencia personal? —preguntó, intentando mantener la compostura.
—Absolutamente —aseguró ella, alzando una ceja con desafío.— Y estoy dispuesta a mostrarle cómo funcionará en pantalla. Déme una hora, y verá la diferencia. Si el resultado no le gusta volvemos a su atuendo de burócrata.
Finalmente, Alejandro asintió, aunque con evidente resistencia.
—Muy bien —dijo—. Haremos un ajuste. Pero se lo advierto, Rossi, no acepto experimentos que me hagan parecer menos profesional. Estoy poniendo mi reputación en sus manos.
—No se preocupe —respondió ella con una sonrisa, divertida por su reacción—. Solo profesionalidad con un poco más de cercanía. Vamos a mostrarles lo que se han estado perdiendo.
Mientras Charlie terminaba de preparar los detalles finales, escuchó un susurro proveniente del pasillo. Giulia y Paola, se encontraban cerca de la cafetera y comentaban algo en voz baja, claramente dirigido a Charlotte.
—Verá, eso de que la pongan a jugar con la imagen del candidato… —susurró Giulia, sin percatarse de que Alejandro estaba parcialmente detrás de la puerta del despacho, escuchando—. Espero que no arruine la percepción de autoridad que tanto nos ha costado construir. Parece que solo quiere desvestirlo.
—Sí, y encima parece que le gusta contradecirlo en todo —murmuró Paola, con un dejo de desaprobación—. Muy audaz para ser nueva. Espero que no sea contraproducente para la imagen de Alejandro.
Alejandro escuchó, pero no dijo nada. Aunque en su interior algo se removió.
Solo dejó que Charlotte continuara su trabajo mientras evaluaba la situación mentalmente. La forma en que la joven se movía, la manera en que su presencia no intimidaba pero imponía respeto, le resultaba… interesante, aunque no lo reconocería en voz alta.
—Listo, señor Montalbán —anunció Charlie, levantando el blazer en gris claro y la camisa—. Creo que esto será más efectivo. Ahora, a conquistar la pantalla.
—Veremos —respondió él, guardando silencio mientras se colocaba la nueva combinación.
Media hora después, ambos llegaron al canal de televisión. El set estaba preparado. El productor les dio la bienvenida y los guió hacia la sala de maquillaje y vestuario, donde Charlie tuvo su primer rol activo: revisar la corbata, el color de la camisa y los ajustes finales del blazer de Alejandro.
—Señor Montalbán, un pequeño detalle —dijo, ajustando ligeramente la solapa del blazer y luego la corbata. Sus dedos rozaron su cuello por un instante,un contacto casi eléctrico para ambos. — Mire, la línea de la manga resalta más su postura si la deja así. Además, los votantes perciben confianza incluso en los gestos más sutiles.
—Confianza, sí —respondió él, entre dientes, sintiendo como un leve escalofrío le recorría el cuello—. Que no se vuelva exceso de teatralidad.
Charlie sonrió por dentro. Sabía que lo había incomodado un poco, pero también sabía que estaba cumpliendo su función: suavizar la imagen sin sacrificar autoridad.
Durante la entrevista, Alejandro respondió con firmeza las preguntas del periodista, mientras Charlie, desde un lateral, supervisaba la iluminación, la posición de las cámaras y los gestos de Alejandro. Cada vez que él se inclinaba demasiado hacia adelante o gesticulaba con rigidez, ella le indicaba con un gesto discreto cómo corregirlo.
—Perfecto —susurró Charlie, al ver que la cámara captaba la naturalidad del candidato—. Ahora parece más humano.
El equipo presente intercambiaba miradas. Giulia levantó ligeramente la ceja, sorprendida por la eficacia de Charlotte, mientras Paola permanecía en silencio, evaluando la escena con evidente respeto. Nadie comentaba abiertamente, pero la impresión era unánime: la joven tenía talento.
Había logrado que Alejandro no pareciera tan "Montalbán"
Tras la salida del set, mientras caminaban hacia el estacionamiento, Alejandro mantuvo la compostura habitual, aunque algo más relajada. Charlie iba a su lado, disfrutando del aire fresco, mientras pensaba en voz alta:
—No sé si es mi imaginación, pero las luces de los estudios tienen ese olor a café recalentado que hace que la gente parezca más interesante.
Alejandro alzó la mirada hacia ella, intentando no sonreír ante su comentario, pero el leve brillo en sus ojos delataba que lo había hecho.
—Si insiste en sus observaciones mordaces, podría terminar enseñándome a hablar con más naturalidad —dijo él, con la voz firme pero dejando entrever cierta ironía.
—Ah, ¿y eso sería un problema? —replicó Charlie con una sonrisa pícara—. No creo que nadie pueda resistirse a un candidato más accesible. Piense en las encuestas, el descaro vende.
Llegaron al estacionamiento y ella detuvo sus pasos, observando su coche a lo lejos.
—No necesito que me lleve a casa —dijo—. Prefiero seguir evitando rumores innecesarios.
Él asintió, pero no pudo evitar hacer un comentario que reflejaba lo que había escuchado de Giulia y Paola:
—Si hay comentarios sobre usted, señorita Rossi, estoy seguro de que sabrá cómo manejarlos. —Su tono era firme, sin juicio, pero con un dejo de confianza implícita.
Charlie se giró hacia él, con esa sonrisa que podía ser tanto divertida como desafiante.
—Oh, señor Montalbán —dijo—. Escuché que alguien comentaba sobre mi “atrevimiento”. Y el temor de que eso afecte "la imagen del candidato"
Él no respondió de inmediato, solo la observó mientras abría la puerta del auto. El sol de la tarde jugaba sobre el cabello de la muchacha, Alejandro esbozó una sonrisa leve.
—No se preocupe por los dichos, señorita Rossi. Esas cosas suelen pasar. En cuanto a mi imagen, podemos manejarlo, ¿verdad?
Ella sonrió mientras lo veía subirse a su automóvil.
—Parece que después de todo el candidato no es tan inaccesible....