Hace mil años, en un valle oculto de Nørhaven, se conocia una leyenda que el dragón legendario, conocido como el "Dragón Dorado", nacerá en un "receptor", el oráculo profétizo, que" una joven guerrera lo tendrá en su interior, y solo encontrando a quien su corazón anela despertara".Los clanes idearon una batalla de guerreros, fue cuando el poder de Aria despertó pero.. Su poder aun era una parte,
Aria, una hermosa Joven muy dulce, pero su gran error fue confiar en su amiga Lyra, quien astuta y ambiciosa, llena de celos al ver como los príncipes la querían, motivada por su deseo de obtener poder para sí misma y proteger sus propios intereses, comienza a planear su muerte, lleno de mentiras a los príncipes, culpando de estar aliada con el príncipe Kael, el villano , quien ni quiera la conoce, Muriendo cruelmente frente a todos.
..Pero nadie se vio venir que ese fue su final para el valle, desatando la furia de los dioses, quien dio la reencarnación de otra alma a Aria.
NovelToon tiene autorización de Milagros Perez para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Una verdadera amiga
Horas antes
—Hija… Te dije que no te fueras lejos de mí —suspiró aliviada.
—Madre… No sabes… Encontré a alguien a quien no le afecta mi maldición y es muy buena —decía con emoción mientras saltaba agarrada de su madre.
Su madre la miró con los ojos muy abiertos, sin poder creerlo. Nadie le hablaba, y verla emocionada por alguien que se había acercado a ella la intrigaba aún más.
—Eso es increíble, amor… ¿Quién es?
—Se llama Aria Eldrida.
Carlota se asombró; jamás se hubiera imaginado que Aria se acercaría a ella, sobre todo por Lyra, sabiendo cómo era.
—¿Y su amiga estaba? —preguntó preocupada.
—No, mamá, estaba sola, y fue muy amable… Dice que soy única y muy bella —comentó mientras caminaban con los brazos entrelazados.
Carlota suspiró al escuchar que Lyra no estaba. Nunca la había querido y sabía que tenía maldad dentro. Pero… no se dejaría llevar; debía asegurarse de que Aria no se aprovecharía de su hija.
—Es que lo eres, mi niña… Y no tienes ninguna maldición. No pienses más en eso… Tú misma lo ves —dijo, señalando sus brazos cruzados.
—Está bien, mamá… ¿Podemos invitarla al té mañana a la tarde? Sí, sí, sí, así podremos conocerlos mejor —decía muy emocionada.
—Sí, cariño… Pero no lo tomes tan apresurado… No quiero que salgas herida, ¿está bien? —suspiró mientras la miraba.
—Lo sé, mamá, pero sentí que ella no es así —sonrió Ely.
—Bueno, mi niña…
Ambas subieron al carruaje para irse, mientras Ely le contaba cada detalle a su madre. Su padre estaba igual de preocupado, pero no lo mostró; solo miró a Carlota, quien acarició su mano. Ya no tomarían confianza tan rápido como antes.
°°°
Actualmente
Aria se levantó llena de energía. Desayunó muy bien y se puso su traje de entrenamiento, el que había pedido especialmente porque no era ajustado. Su padre ya la esperaba.
Entrenaron primero en el jardín; después iría a la guardia cuando estuviera un poco más avanzada.
Tom estaba cosechando cuando escuchó los choques de espadas. Sonrió al ver a Aria tan concentrada en las indicaciones de su padre.
—Muy bien, 1… 2… 3… Ahora —repetía la coordinación de golpes.
Aria atacaba y esquivaba.
—Bien, ahora sin orden… 1… ahora… —sonrió al ver que esquivó— 1… 2… ahora.
Aria esquivó y contraatacó.
—¡JAJAJA! ¡Esa es mi niña! —celebró Ricardo, orgulloso de lo rápido y ágil que aprendía.
—Los genes lo son todo, padre… —dijo Aria, mostrando sus músculos.
Ricardo rió y mostró los suyos.
—¡Hija! ¡Cariño! ¡Una carta! —María venía gritando desde la entrada, sosteniendo su vestido para no tropezar.
—Madre… ¿Qué ocurre? —preguntó Aria al verla correr tan alterada.
—¿De quién es? Debe ser importante para que corrieras, cariño —dijo Ricardo, sentándose.
—Es… de la reina… —respiró hondo para calmarse— ¿Qué hiciste, Aria?
—¡Yo nada…! —abrió la carta y comenzó a leer.
—¿Y? —preguntaron sus padres.
—Quiere que tomemos el té con ellos hoy a la tarde —respondió—. Seguro es por Ely.
—¿Ely…? ¿La princesa Ely Kvalir? —dijeron los dos, exaltados.
—Sí… Ayer la conocí y me pareció muy amable… ¿Por qué? —los miró con enojo— ¿Ustedes también creen en esa tonta maldición?
—Yo no. Nunca vi a la niña… y no creo en rumores —dijo Ricardo.
Aria miró a su madre, que negó también.
—Yo la vi una vez, pero era bebé, y tampoco creo… Pero… ¿por qué no me contaste algo tan importante? ¡Es la princesa Kvalir, hija! Una futura reina. Eso es lo que me sorprende —dijo María, ahora enojada.
—Me olvidé… —sonrió nerviosa— ¿Iremos, verdad?
—Claro que sí. No podemos negarnos aunque queramos. Termina de entrenar y alístate… Yo veré qué podemos llevar —decía ya emocionada—. Haré mi tarta de manzana, seguro le encantará —murmuró mientras se alejaba.
Aria y su padre rieron, pues la vieron irse feliz, hablando sola. María no tenía amigas en el reino, y las que conocía se habían aliado con Ester, la madre de Lyra… y nada bueno salía de ahí.
Aria terminó de entrenar y fue directo a bañarse. Eligió algo sencillo. Su madre se puso algo elegante, pero igual de discreto.
Tomaron rumbo al castillo. María llevaba dos tartas que olían deliciosas.
—Madre… un pedacito… —rogaba Aria.
—No. Comerás cuando lleguemos —dijo firme.
—Papá… —suplicó.
Ricardo miró a María, pero ante la negativa de ella, solo negó también. Lo que decía su esposa era lo que se debía hacer.
—Yo también muero de hambre… así que supliquemos los dos —bromeó Ricardo.
Aria rió y asintió. María negaba mientras los dos le hacían puchero pidiendo un pedacito.
Cuando llegaron al castillo, no se dieron cuenta; venían demasiado entretenidos molestando a María.
Ricardo bajó con María y detrás Aria, quien se quedó asombrada. El castillo estaba en el borde de la montaña, desde donde se veía la caída directa hacia el mar. El sonido de las olas fue lo primero que los envolvió.
—Bienvenidos, duque Ricardo y duquesa María —dijo Carlota.
Los duques hicieron una reverencia junto a Aria, quien vio detrás de los reyes a Ely. No dudó en saludarla con una sonrisa; Ely respondió igual.
—Gracias por su invitación, reina. Traje dos tartas para el té… Espero no sea molestia —dijo María.
—Qué delicia… Son mis favoritas —respondió Carlota. María sonrió, feliz.
Ely se acercó a Aria y ambas se abrazaron sin dudar, mientras sus padres conversaban.
—Mucho gusto, rey César y reina Carlota —se presentó Aria—. Su castillo es hermoso… Tiene una vista increíble.
Ambos se miraron, sorprendidos. Muchas muchachas se acercaban solo por interés.
—Muchas gracias, Aria… Sí, tiene cien habitaciones y otra planta más arriba —dijo César, observando su reacción. O mejor dicho… esperando algo.
«Tanta gente en un hogar…»
—Ya veo… —respondió Aria, casi sin importancia. Eso llamó la atención de los reyes. Carlota sonrió levemente: era un buen comienzo.
Entraron. El té sería en el jardín. Ely le contó la historia del castillo mientras los padres conversaban, y por lo visto, los cuatro habían hecho buena sincronía.
—Qué hermoso es tu hogar, Ely… —Aria escuchaba las olas—. ¿Qué haces para divertirte?
—A veces… leo —rió Ely. Aria sonrió también.
—¿Te gusta algo más? No sé… ¿cantar, bailar? —Aria intentaba hacerla hablar; Ely respondió animada. Era la primera vez que alguien le preguntaba sobre ella.
Caminaban mientras charlaban, llegando a la bajada donde estaba el campo de maíz.
—Yo pensé que no vendrías —dijo Ely, tímida.
—Yo cumplo mis promesas, Ely. Te dije que tomaríamos el té. La próxima debes conocer mi casa; tenemos un viñedo enorme y es riquísimo —Ely asintió, entusiasmada.
—Mandaré que nos traigan unas sillas —dijo Ely al ver que Aria se sentaba en el pasto.
—No… ven, ven —dijo Aria, palmando el suelo. Ely se sentó junto a ella.
—Qué relajante… —suspiró Aria.
—Puede ser… —sonrió Ely, sin entender bien.
—Mmm… no lo estás disfrutando. Acuéstate y cierra los ojos —pidió Aria. Ely dudó—. Yo haré lo mismo. Te va a gustar, te lo prometo.
Ely se acostó. Aria cerró los ojos también, guiándola:
—Solo escucha la naturaleza… el mar… los pájaros… el maíz chocando lentamente… el pasto suave entre tus dedos…
—Tienes razón… Sí que es relajante —sonrió Ely, acariciando el pasto.
—Te lo dije. Y la puesta de sol debe ser hermosa desde acá.
—Sí, es hermosa… ¿Quieres verla? —preguntó tímida.
—Claro que sí. Podemos hacer una fogata en la playa y verla temprano —dijo Aria sonriendo.
—Bien. Podemos hacerlo estos días, ¿te parece?
—Estos días entreno con mi padre a la mañana para la competencia de guerreros. Puede ser cuando termine —sonrió Aria. Ely asintió, asombrada.
—¿Así que entrenas? Eso es muy bueno. Muchas solo van para que los príncipes las vean. Y según sé… por la profecía del Dragón —hizo una mueca de intriga.
«Capaz pueda decirle la verdad a Ely…»
—Sí… Eso está fuera de mis ideas. Quiero ganarlo por mi esfuerzo. Y escuché sobre eso… —se levantó junto a ella.
—Entonces… iré. Iré a verte —dijo Ely con valentía.
—¿En serio? Eso sería un gran paso, Ely. Y si alguien te quiere molestar…
Le señaló a Ester y Sury, haciendo reír a Ely, que ya estaba roja, mientras volvían al castillo.
Carlota notó su sonrisa y le alegró; hacía mucho que no la veía reír así.
—Madre, Aria estará en la competencia de guerreros —anunció Ely.
—Vaya… Eso es increíble —dijo Carlota, aunque en su interior pensó lo peor. Seguramente buscaría marido.
—Sí. Está entrenando conmigo y es muy buena para ser sus primeras clases —añadió Ricardo.
—Es increíble… —murmuró Carlota, anonadada. Todo lo malo que pensó de Aria no era verdad.
—Quisiera ir, madre… Quiero apoyarla —dijo Ely, tímida, sorprendiendo a sus padres.
—¿Segura, cariño? —preguntó su padre. Ely asintió.
César miró a Carlota, que no estaba del todo convencida, pero accedió. Si su hija mostraba valentía, no la detendría.
Ely sonrió, saltando feliz mientras tomaba las manos de Aria, quien sonreía por su alegría. Los padres volvieron a su charla.
—Parece un copito de nieve así de feliz —dijo Aria sonriendo. Verla así le dio ternura.
Todos quedaron en silencio. Ely también la miró seria.
Aria la miró sin entender, pensando que había dicho algo malo.
—Perdón… ¿Dije algo mal? —preguntó. Ely la abrazó de golpe. Aria aún no entendía, pero aceptó el abrazo. Ely la llevó a conocer el castillo por dentro.
Carlota sonrió.
—Espero que vuelvan… Me agradó mucho su compañía, duquesa. Y sus tartas están riquísimas —dijo.
María asintió feliz.
—Muchas gracias, majestad. Y disculpe si Aria dijo algo que la ofendiera.
—Para nada. Lo que dijo es algo que hace mucho no escuchábamos… Su abuela era la única que le decía así —respondió Carlota con melancolía.
María sonrió. Charlaron mucho: cosas en común, asuntos del reino. Los cuatro pensaban igual. Ricardo incluso mostró sus vinos favoritos y César le ofreció ayuda en el Congreso si algún día la necesitaba.
Llegó la noche y los invitaron a comer. Sirvieron las mejores carnes.
—Estos días estamos solo nosotros tres… Mi hijo llegará mañana. Está con unos asuntos en el Valle del Norte —dijo César.
Aria comía muy concentrada, fascinada por el sabor de la carne. Ely reía por sus muecas.
—Sí, me enteré del conflicto. Espero que puedan solucionarlo —dijo Ricardo serio.
—Gracias, duque…
—Dime, Aria… ¿piensas casarte? —preguntó Carlota. Aria casi se ahogó.
—Perdón, majestad… —Ely reía por lo bajo—. Temo que no…
—Quiere entrar a la guardia —explicó María.
Los reyes se miraron, impresionados.
—Qué bueno… Aún eres joven —dijo César, tomando su vino.
—Sí. Eso te dará un camino para que puedas estudiar. Podrías coincidir con Ely —agregó Carlota.
—Esa es mi idea. ¿Qué te gustaría estudiar, Ely? —preguntó Aria.
—Algo imposible… —suspiró.
—¿Por qué? Es algo que te vuelve invisible —dijo en tono burlón. Todos rieron.
—Medicina… Pero no sé si me aceptarán —suspiró Ely.
—¡¡Patrañas!!
—Aria —regañó María. Los reyes rieron junto a Ricardo.
—Disculpen, reyes… Pero Ely, si es lo que a ti te gusta, nadie tiene derecho a prohibírtelo por tu apariencia —dijo Aria, cortando la carne con rabia.
—Sí… Lo sé…
Carlota miró a César. Ambos sonrieron. Aria le recordaba a su abuela: carácter fuerte, valentía, ese coraje que le devolvía vida a su hija.
Aria seguía aconsejándola, y Ely asentía, animándose.
—Y si no quieren entender, ¿qué harás?
—Les presento a Ester y Sury —dijo Ely, decidida.
—¿Quiénes? —preguntaron sus padres.
—Ester —levantó el puño derecho—. Y Sury —levantó el izquierdo.
María negó entre risas, igual que los demás. Era cómico ver a la dulce Ely, que no mataba una mosca, repitiendo lo que Aria le enseñó.
—Te ayudaré a darles un buen golpe… No molestarán más.
—Aria, no le enseñes eso… Majestad, discúlpela —dijo María avergonzada. Carlota solo rió y la tranquilizó tocándole el hombro.
Tras la cena y varias risas, se despidieron. Ely iría a visitarla mañana. Se habían vuelto más cercanas y aprovecharían cada momento juntas. Aria le dijo que podía ir cuando quisiera, y los reyes encantados aceptaron la idea.
En el carruaje, María iba feliz por tener una nueva amiga y porque Aria se llevaba bien con ella.
—Fue un lindo día, madre —sonrió Aria.
«Tengo una amiga… Una muy buena.»
Pensó Aria. María asintió de la misma manera.
•••
lo intenté, llegué hasta este punto de la historia solo porqué la historia, la trama es buena, pero tantos errores gramaticales y de redacción, cansan honestamente, hacen que la lectura sea tediosa, el solo hecho de que en menos de 2 párrafos el mismo personaje tenga escrito de 2 o 3 formas diferentes el nombre, sumado a muchos otros detalles, hacen que el interés en la historia caiga.
Le aconsejaría a la autora, que antes de sacar una historia a la luz, lo lea y revisé con ojo crítico y si es posible que alguien más lo lea y le haga las críticas, entiendo que está es una plataforma gratuita y no puedo pedir una Ágatha Christie o un John Katzenbach o similar, pero si que las historias tengan un poquito de mejor redacción